La iglesia primitiva conmovió los cimientos de Roma mediante el poder del Evangelio. A través de la obra del Espíritu Santo en sus corazones modelaron sus vidas de conformidad con la vida de Cristo, hacían lo que él había hecho, hablaban como él hablaba, se sacrificaron como él se sacrificó. El éxito de la iglesia primitiva no se debió a ellos mismos, ni fue por su estrategia solamente. Ciertamente no fue por su protagonismo, ni por sus recursos. Tampoco se dio por casualidad, ni mucho menos por su capacidad, fue por su total dependencia en el poder del Espíritu Santo.