Necesitamos día a día mirarnos a nosotros mismos en el espejo de la Palabra y ser confrontados por ella. Ella nos revelará nuestra naturaleza pecaminosa, la maldad detrás incluso de nuestras mejores intenciones y hasta de nuestras motivaciones para servir al Señor. La Palabra expondrá nuestro pecado, pero no solo eso. Ella es poderosa para transformarno.