Por Fernando E. Alvarado
En “The Future of Israel as a Theological Question,” [Journal of the Evangelical Theological Society 44, no. 3 (2001): 437–440] el destacado teólogo dispensacionalista Craig Blaising explica que la salvación futura de Israel es literal y nacional, no simbólica ni espiritualizada como mera incorporación a la iglesia. En esto, al menos parcialmente, estamos de acuerdo. La pregunta aquí sería: ¿Qué entiende Balising por restauración de Israel? El dispensacionalismo clásico (representado por figuras como John Nelson Darby y C.I. Scofield) sostiene una actitud distintivamente literalista y futurista hacia Israel y su papel en el milenio, enfatizando una separación radical entre Israel y la Iglesia.
Según esta visión, Dios tiene dos pueblos distintos con destinos separados: la Iglesia (pueblo celestial) e Israel (pueblo terrenal). Proféticamente, enseña que Israel como nación étnica será restaurado plenamente en su tierra (cumpliendo las promesas incondicionales del Antiguo Testamento a Abraham y David), rechazará al Anticristo durante la Gran Tribulación, recibirá a Cristo en su Segunda Venida, y gobernará como cabeza de las naciones durante el reino milenial literal de 1,000 años desde Jerusalén, bajo el reinado de Cristo en el trono davídico y con un templo reconstruido donde se restaurarán los sacrificios conmemorativos. Este gobierno teocrático cumplirá las promesas del pacto davídico (2 Samuel 7) y demostrará el fiel cumplimiento de Dios con su pueblo terrenal elegido.
Lo anteriormente dicho representa la postura generalmente enseñada por el dispensacionalismo clásico. Sin embargo, y haciendo justicia a Blaising, hemos de decir que en “Progressive Dispensationalism as Kingdom Theology”, dicho autor, a diferencia del dispensacionalismo tradicional, no ve a Israel y la iglesia como grupos exclusivos con destinos separados, ni considera que la iglesia reemplace a Israel (como en el supersesionismo). En cambio (afirma Blaising), la iglesia es una comunión espiritual creada por el Espíritu Santo que une a judíos y gentiles en Cristo, sin eliminar sus identidades étnicas o nacionales. Los judíos que creen en Cristo siguen siendo parte de Israel, y los gentiles mantienen sus identidades nacionales, todos integrados en la iglesia como una red de renovación espiritual (p. 2-3).
Blaising subraya que las promesas de Dios a Israel, incluidas las de la tierra, son irrevocables y se cumplirán de manera literal y eterna en el reino escatológico, no solo durante el milenio, sino en la nueva creación, donde Israel ocupará un lugar prominente como entidad étnica y nacional (p. 7-8). El reino mesiánico es un reino de reinos, un orden multiétnico y multinacional donde Israel y las naciones gentiles redimidas coexisten en paz, unidas por el Espíritu Santo bajo el reinado de Cristo (p. 9). Israel es central en la narrativa bíblica, no como el único foco, sino como una entidad creada por Dios que da a luz al Mesías, quien resuelve el conflicto del pecado para todas las naciones. En el reino eterno, la humanidad redimida, incluyendo a Israel, estará unificada sin perder sus distinciones étnicas o nacionales, eliminando la hostilidad causada por el pecado (p. 3, 11).
Blaising también destaca que Cristo, como Hijo de David, ya posee la autoridad del trono davídico, aunque su reinado pleno desde Jerusalén será futuro (Mateo 25:31). Actualmente, desde el cielo, Cristo ejerce autoridad salvando a judíos y gentiles, creando una comunión espiritual que es la iglesia, una forma inaugural del reino eterno (p. 6). Esta escatología inaugurada incluye solo los aspectos espirituales del reino, como la presencia del Espíritu Santo, mientras que las promesas materiales y políticas, como la tierra de Israel, se cumplirán literalmente en el futuro (p. 4). La iglesia actual es una manifestación inicial de esta comunión espiritual, uniendo a judíos y gentiles en Cristo sin disolver sus identidades (p. 3).

Coincidimos con Blaising en la restauración de Israel como una verdad bíblica fundamentada en Romanos 9–11, donde se afirma que Dios no ha desechado a Israel (Rom 11:1-2) y que “todo Israel será salvo” (Rom 11:26). Sin embargo, Blaising sostiene que esta restauración es literal, nacional y eterna, cumpliendo las promesas abrahámicas, incluidas las territoriales, en un reino escatológico donde Israel, como entidad étnica y nacional distinta, coexiste con las naciones gentiles redimidas bajo el reinado de Cristo (Blaising, p. 7-9). En contraste, afirmamos que la restauración es soteriológica, no política, y que las promesas nacionales y territoriales son tipológicas, cumplidas en Cristo y en la nueva creación, sin un rol nacional prominente para Israel.
En cuanto a la centralidad de Cristo, al igual que Blaising adoptamos un enfoque cristocéntrico, reconociendo a Cristo como el Rey que unifica a Israel y las naciones. No obstante, Blaising defiende un cumplimiento literal de las promesas nacionales a Israel, preservando su particularidad étnica y nacional en un reino multinacional (Blaising, p. 9, 11). Diferimos en este punto, enfatizando una tipología cristológica más radical, considerando a Cristo como el “verdadero Israel” y reinterpretando las promesas territoriales como el nuevo cielo y nueva tierra.
En relación con la escatología y la dinámica entre Israel y la iglesia, coincidimos con Blaising en que la iglesia es una comunión espiritual que une a judíos y gentiles, y que ciertos aspectos del reino están inaugurados en el presente (Blaising, p. 2-4). Sin embargo, Blaising sostiene que Israel y la iglesia no son mutuamente exclusivos, manteniendo la identidad nacional de Israel en el reino eterno (Blaising, p. 2-3). Creemos, en cambio, que la restauración de Israel es más bien soteriológica, integrada en la iglesia como pueblo redimido universal, donde las distinciones étnicas son secundarias.
Ciertamente, el Israel étnico será restaurado (estamos de acuerdo con Blaising en esto); sin embargo, no podemos estar en total acuerdo con Blaising. Aunque la postura de Blaising puede considerarse un avance para el dispensacionalismo, continúa errando en numerosos aspectos. Nuestros desacuerdos, sin embargo, son más notorios con el dispensacionalismo clásico. En dicho sistema se suele afirmar que la restauración futura de Israel, conforme a Romanos 9–11, implica una preeminencia política de la nación judía sobre las demás naciones. Tal interpretación, sin duda, es errónea. Aunque la restauración de Israel es una verdad bíblica, esta se enmarca en el cumplimiento del plan salvífico de Dios bajo el reinado de Cristo, no en una supremacía política, cultural o religiosa de Israel.

La Restauración de Israel en Romanos 9–11
Romanos 9–11 establece que Dios no ha desechado a Israel (Rom 11:1-2), y que “todo Israel será salvo” (Rom 11:26). Sin embargo, interpretar esta salvación como una restauración política que exalta a Israel sobre las naciones es un error exegético. La restauración de Israel se entiende como el cumplimiento de las promesas de Dios a Abraham, que son universales y cristocéntricas. Gálatas 3:16 aclara que las promesas fueron hechas a Abraham y a su descendencia, “que es Cristo”. Así, la restauración de Israel no implica un reinado político terrenal, sino su incorporación al pueblo de Dios bajo el nuevo pacto en Cristo (Jer 31:31-34; Heb 8:8-13).
Pablo distingue entre el “remanente” creyente (Rom 11:5) y la nación incrédula, pero su esperanza no es un reino político israelita, sino una salvación escatológica que culmina en la bendición universal (Rom 11:12). Como señala N. T. Wright, “todo Israel” no implica cada individuo judío ni un estado-nación, sino un cumplimiento corporativo que incluye a judíos y gentiles en el pueblo de Dios (Wright, 2013, p. 1235). Las promesas hechas a Israel se cumplen en Cristo, quien es el verdadero Israel (Mt 2:15; cf. Os 11:1). Por tanto, la restauración de Israel no es un fin en sí misma, sino un medio para la gloria de Dios en Cristo, quien gobernará todas las naciones (Ap 19:15).

Cristo como la consumación de Israel
La tipología cristológica ofrece un marco interpretativo que disipa cualquier noción de supremacía política de Israel. En la Escritura, Israel es un tipo que apunta a Cristo, el antitipo que cumple todas las promesas. Como señala Richard B. Gaffin, “Cristo es el verdadero Israel, y en Él se cumplen todas las promesas de Dios” (Gaffin, 1988, p. 45). Mateo 19:28 no apoya una restauración política de Israel, sino un reinado escatológico de Cristo con sus discípulos, que trasciende las fronteras étnicas. Asimismo, Hechos 1:6-7 muestra a Jesús corrigiendo la expectativa de un reino político inmediato, redirigiéndola hacia la misión universal del evangelio.
La tipología revela que las promesas territoriales y nacionales del Antiguo Testamento son sombras que encuentran su cumplimiento en Cristo y su reino espiritual (Col 2:17; Heb 10:1). La tierra prometida no es un fin geopolítico, sino un símbolo del nuevo cielo y nueva tierra (Ap 21:1-2). Elevar a Israel a un estatus político superior ignora que las promesas se cumplen en la iglesia, que incluye a judíos y gentiles como coherederos (Ef 3:6).

Redefinición de Israel y las Naciones
La tipología cristológica no anula las promesas geográficas hechas a Israel, sino que las reinterpreta en un marco escatológico más amplio. Las promesas de la tierra en los pactos (Gn 12:7; Dt 30:3-5) no son meramente físicas, sino tipológicas, apuntando al descanso eterno en Cristo (Heb 4:8-11). La “tierra” no se reduce a una metáfora espiritual, sino que se expande para abarcar el nuevo cielo y nueva tierra (Ap 21:1), donde Cristo reina sobre todas las naciones. Como señala O. Palmer Robertson, “la tierra prometida encuentra su cumplimiento último en la nueva creación, no en un reino político restringido a Canaán” (Robertson, 2000, p. 132). Esto preserva la distinción de las “naciones redimidas” (Ap 21:24), que traen su gloria al reino de Cristo, sin requerir una preeminencia política de Israel.
Afirmar que un cumplimiento tipológico es menos fiel que uno literal, como en Isaías 53, malinterpreta la naturaleza de la profecía bíblica. Isaías 53 es literal en su descripción del sufrimiento de Cristo, pero también profundamente tipológico, ya que el Siervo Sufriente representa tanto a Cristo como, en un sentido secundario, al pueblo de Dios (Is 49:3). La tipología no es opuesta a la literalidad, sino que la enriquece, mostrando cómo las promesas del Antiguo Testamento encuentran su plenitud en Cristo. Por ejemplo, Zacarías 14:9-11, que describe un reinado universal, no exige un reino político judío, sino que apunta al gobierno de Cristo sobre todas las naciones, incluyendo a Israel restaurado como parte de su pueblo redimido. Un enfoque estrictamente literal, como el dispensacionalista, ignora la flexibilidad hermenéutica de las profecías, que a menudo combinan lo literal y lo tipológico (Beale, 2012, p. 76).
Finalmente, la redefinición de Israel como Cristo no elimina la relevancia de Israel étnico ni de las naciones. Romanos 11:26-29 afirma que Israel étnico será restaurado, pero esta restauración es soteriológica, no política. Las naciones redimidas, como se ve en Apocalipsis 7:9 y 21:24, mantienen su identidad distintiva bajo el reinado de Cristo, refutando la idea de que el enfoque cristológico disuelve las naciones en una comunidad amorfa. La tipología cristológica, lejos de anular las profecías, las cumple en un marco universal que glorifica a Cristo como el Rey de todas las naciones.

La perspectiva de los Padres de la Iglesia
Los Padres de la Iglesia, aunque diversos, generalmente no apoyaron una exaltación política de Israel. Justino Mártir, en su Diálogo con Trifón (c. 160 d.C.), reconoce un futuro para Israel étnico, pero lo subordina al reinado de Cristo: “Nosotros, que hemos sido llevados a Dios por este crucificado, somos el verdadero Israel espiritual” (Diálogo 11.5, citado en Schaff, 1885, p. 199). Ireneo de Lyon, en Contra las Herejías (c. 180 d.C.), anticipa una restauración de Israel en el reino milenario, pero centrada en Cristo, no en un dominio político judío (Libro V, 30.4, citado en Roberts & Donaldson, 1885, p. 560). Tertuliano, en Contra Marción (Libro III, 24, citado en Schaff, 1885, p. 342), también enfoca el reino en Cristo. Agustín de Hipona, en La Ciudad de Dios (c. 426 d.C.), rechaza cualquier supremacía política de Israel, viendo las promesas cumplidas en la iglesia como el verdadero Israel (Libro XX, 29, citado en Schaff, 1887, p. 449). Aunque Agustín se inclina hacia el supersesionismo, su cristocentrismo corrige cualquier exaltación indebida de Israel.

Crítica al dispensacionalismo y al supersesionismo
Muchas variantes del dispensacionalismo exageran el rol de Israel al proyectar una preeminencia política que la Escritura no sostiene. Su literalismo rígido ignora la tipología bíblica y desvía el foco de Cristo hacia una nación terrenal. Por otro lado, el supersesionismo elimina cualquier papel futuro para Israel étnico, ignorando Romanos 11:26 y las promesas abrahámicas. Ambos extremos fallan en captar la centralidad de Cristo. Eliminados los extremos, la conclusión bíblica resulta evidente: Israel será restaurado soteriológicamente, no políticamente, como parte del pueblo redimido bajo el reinado de Cristo, quien gobernará a todas las naciones (Ap 19:15).

La escatología cristiana no es un proyecto político judío, sino la consumación del reino de Dios en Cristo
La restauración futura de Israel es una verdad bíblica que cumple las promesas del pacto abrahámico, pero no implica una exaltación política, cultural o religiosa de Israel sobre las naciones. Cristo, no Israel, es el centro del plan escatológico, y su iglesia, formada por redimidos de toda tribu y pueblo, reinará con Él. La tipología cristológica no elimina las promesas geográficas ni el concepto de “naciones redimidas”, sino que las cumple en el reino universal de Cristo. El dispensacionalismo exagera el rol de Israel, mientras que el supersesionismo lo elimina; ambos desvían el foco de Cristo. Los Padres de la Iglesia refuerzan esta cristología, subordinando cualquier restauración de Israel al reinado universal de Cristo. La escatología cristiana no es un proyecto político judío, sino la consumación del reino de Dios en Cristo.

Bibliografía:
- Beale, G. K. (2012). A New Testament Biblical Theology: The Unfolding of the Old Testament in the New. Baker Academic.
- Gaffin, R. B. (1988). Resurrection and Redemption: A Study in Paul’s Soteriology. Presbyterian and Reformed Publishing.
- Robertson, O. P. (2000). The Israel of God: Yesterday, Today, and Tomorrow. P&R Publishing.
- Roberts, A., & Donaldson, J. (Eds.). (1885). The Ante-Nicene Fathers: Vol. I. Christian Literature Publishing Co.
- Schaff, P. (Ed.). (1885). The Ante-Nicene Fathers: Vol. III. Christian Literature Publishing Co.
- Schaff, P. (Ed.). (1887). The Nicene and Post-Nicene Fathers: Vol. II. Christian Literature Publishing Co.
- Wright, N. T. (2013). Paul and the Faithfulness of God. Fortress Press.