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La obra del Espíritu Santo en Hechos 1-8

Por Alfredo J. Velásquez*

Este escrito presenta acontecimientos relevantes donde el Espíritu Santo actúa a favor de la iglesia. El enfoque se encuentra en los capítulos 1–8 del libro de Hechos. ¿Cómo estos sucesos pueden marcar la vida presente de la iglesia? ¿Son estos eventos de Hechos un modelo a seguir para la iglesia de hoy? Estos sucesos que serán descritos, aunque mantienen un lente narrativo, tienen el fin de guiar a la iglesia la praxis y al ministerio.

Bautizados con el Espíritu Santo y empoderados para la misión

El nacimiento de la iglesia surge en el libro de los Hechos a través del Espíritu Santo.[1] Todo comienza con la obra del bautismo, Hechos 1:5 afirma: “porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días”. El bautismo con el Espíritu Santo se debe leer a la luz de las palabras de Jesús en los evangelios (Mt 3:6; Mr 1:8; Lc 3:16; Jn 1:33),[2] él prometió que bautizaría a su pueblo. Era imperativo que se levantará un pueblo escatológico que siguiera los pasos de Jesús.

El bautismo en el Espíritu como es expuesto en el contexto de Hechos no solo tiene como fin formar un pueblo profético, también busca la capacitación de este pueblo para que cumpla una misión específica. La iglesia debía continuar la misión que se le había entregado a Israel, aunque este fracaso, no obstante, Jesucristo sí tuvo éxito. Por eso Hechos inicia con el relato del reino de Dios (v. 3); este reino que estaba en la persona de Jesús testificaba que los últimos tiempos habían llegado, que ahora Dios estaba reconciliando todas las cosas a través de su Hijo.

Por lo tanto, todo aquel que participa del bautismo con el Espíritu Santo es porque ha sido incorporado al cuerpo de Cristo;[3] también es dotado de poder de lo alto y capacitado para cumplir la misión de Dios que envuelve la extensión del reino de Dios a los confines de la tierra (1:8). Este reino aún no se ha materializado. Sin embargo, si forma una comunidad de redimidos que serán testigos del triunfo de Cristo y la restauración de todas las cosas (vv. 6-11; cf. 3:19-21).

El derramamiento del Espíritu, la predicación y el repartimiento del pan


En Hechos 2 se forma de manera oficial la iglesia de Jesucristo. Ocurre un derramamiento del Espíritu Santo, tal y como estaba profetizado en el libro de Joel 2:28-29.[4] La iglesia estaba creciendo como una comunidad del reino que se volvía accesible a las personas. Los marginados, enfermos y pecadores eran invitados a ser parte de la familia de Dios, solo era necesario creer que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios. Esto implicaba lealtad (Hch 5:32), pero a su vez traía el beneficio del Espíritu Santo, pues todos los que reciben a Cristo gozan del Espíritu y experimentan un bautismo salvífico (cf. Ef 1:13; 1 Co 12:13).

La iglesia repartía el pan y perseveraban en la oración (Hch 2:42, 46). El efecto que causó el derramamiento fue la proclamación del evangelio, la palabra comenzó a ser predicada por toda Jerusalén y Judea. Milagros y señales eran hechas por mano de los apóstoles, pero también la persecución fue evidente. Los resultados del derramamiento del Espíritu se ven de forma externa, específicamente a través del estilo de vida que la iglesia proyectaba (cf. 3–5; el Espíritu Santo actuaba con y a favor de la iglesia, juzgando [véase Ananías y Safira], guiando y fortaleciendo en medio de los azotes). Lucas hace hincapié como el Espíritu Santo llenaba a su iglesia para que continuaran en unidad, repartiendo el pan, orando los unos por los otros, enseñando la palabra y proclamando el evangelio de Jesucristo (4:31; 5:42).[5]

El llamado al servicio y la expansión del evangelio


La proclamación del evangelio causo que se multiplicaran los discípulos (6:1a). Era necesario que la iglesia se enfocara en el servicio, pero los apóstoles debían seguir predicando (6:2). Entonces ocurre cierta restructuración donde la iglesia escoge a un grupo de “servidores” (6:3).[6] Las cualidades de estas personas eran sobresalientes, hombres llenos de fe, testimonio y sabiduría, pero lo más importante era que “estaban llenos del Espíritu Santo” (por ejemplo, el más sobresaliente de los siete fue Estaban, hombre lleno de fe y del Espíritu; cf. 6:5).

Esto implica que para servir en las mesas el Espíritu Santo debía estar presente actuando con los discípulos. Su ayuda era necesaria en todo momento. En esta nueva etapa que afrontaba la iglesia, el servicio era crucial, ya que perseveraba la unidad de la iglesia y hacía posible que la proclamación del evangelio se siguiera dando. Pero como se afirmó anteriormente, la predicación causaba persecución. El primer mártir fue Estaban (6–7), sin embargo, su vida fue un claro ejemplo de la fortaleza y el vigor que da el Espíritu Santo.

En sus minutos finales de vida, fue testigo del poder de Dios: “Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo,[7] fijos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios” (7:55). Con la muerte de Estaban inicia la persecución contra la iglesia (8:1b). No obstante, este escenario favorecía a los discípulos, pues pronto serían llamados “cristianos” (11:26), pero, sobre todo, el evangelio llegaría a Samaria,[8] a los gentiles (véase la casa de Cornelio [¿una extensión de Pentecostés?]; 10–11) y hasta los confines de la tierra (el libro de Hechos cierra con la proclamación del reino de Dios en Roma; 28:23-31).

Participando de la historia de Hechos a través del Espíritu

La historia que se observa en el libro de Hechos se convierte en nuestra historia. La iglesia de hoy debe imitar la unidad y el vigor que tenía la iglesia primitiva. ¿Pero cómo es posible eso? Como se ha observado, sin el Espíritu Santo la iglesia no solo sería inexistente, sino que no sería efectiva. Se necesita la intervención del Espíritu en nuestras vidas. ¿Será necesario otro Pentecostés? Sí, se necesita, pero basta con imitar la conducta de aquella iglesia que se esforzaba por seguir las pisadas de Jesús.

Si la iglesia se mueve en el poder del Espíritu Santo, podrá ser más efectiva a la hora de la predicación. En nuestro contexto se observa un mundo que está en tinieblas y abrazo con gusto el pecado. Pero si se le da lugar a la proclamación del evangelio y a la obra del Espíritu Santo, algo debe suceder (cf. Jn 16:8). Por lo tanto, el llamado de la iglesia se asemeja al de los servidores (diáconos). Se debe procurar tener las cualidades correctas, un testimonio que hable del Cristo resucitado. Esto podrá ser evidente cuando haya ¡llenura del Espíritu Santo!

En Hechos 1–8 se observó una iglesia perseverante, esta conducta es digna de imitar, aún en medio de las persecuciones, aunque muchos se resistan al evangelio, no se puede olvidar que la iglesia tiene el respaldo de Dios. Hay un compromiso que se debe ejecutar, la misión de Dios se debe extender hasta los confines de la tierra (cf. Mt 28:18-19; Mr 16:15-16). Para que el reino de Dios se extienda en los corazones de las personas, no se puede pasar por alto la urgencia y dependencia que tenemos del Espíritu.

¿Qué hizo la iglesia para depender del Espíritu? Perseveraron en unidad, en oración y ruegos y no dejaron de predicar el evangelio. La unidad del Espíritu ayuda a la armonía eclesiástica y familiar. Si uno quiere crecer como familia, se necesita de la ayuda constante del Espíritu para que podamos sentir la necesidad de los demás y ser canal de bendición a otros. También el Espíritu nos recuerda la importancia de la oración en nuestra vida personal. Si se sigue las directrices que da el Espíritu Santo habrá garantía de efectividad en la gran comisión que se nos ha entregado.

Conclusión

El libro de Hechos es parte de nuestra historia cristiana. El anhelo de participar en la proclamación del evangelio tiene que ser respaldaba por el Espíritu. Si la iglesia de aquel entonces lo logró, la iglesia de hoy también puede. La obra del Espíritu Santo continúa a favor de la misión de Dios. Proclamemos y vivamos para Cristo con la ayuda y el respaldo del Espíritu Santo.

BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS:

[1] La primera mención del Espíritu Santo que hace Lucas se encuentra en Hechos 1:2; donde afirma que … “por el Espíritu Santo Él había dado instrucciones a los apóstoles que había escogido”. Este mismo Espíritu estaba provisto para ser derramado y capacitar no solo a los 12 apóstoles sino a todos los discípulos que formarían la iglesia de Jesucristo.

[2] “El bautismo de Juan el Bautista era un lavado escatológico, preparatorio. La participación en él significaba que uno estaba preparado para la venida de Dios. El don del Espíritu, sin embargo, era la señal de que el Mesías había llegado y la nueva era había comenzado”. Darrell L. Bock, Acts, Baker Exegetical Commentary on the New Testament (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2007), 57.

[3] El bautismo en el Espíritu desde la perspectiva de Pablo (cf. 1 Co 12:13) tiene un enfoque en la salvación y la participación de los beneficios de Cristo, que tiene un aspecto escatológico. La nueva creación inicia con la iglesia (cf. 2 Co 5:17 NVI), pero se mantiene bajo una tensión del “ya/todavía no”. Al final todos los que son de Cristo, los que son parte del pueblo de Dios participarán de la consumación del reino, pero antes viene el bautismo para cumplir con la missio Dei; pero desde el lente lucano esto puede ocurrir de forma subsecuente a la salvación, para capacitar de forma especial a la iglesia.

[4] Según Robert Menzies, hay un paralelismo entre Hechos 2 y Números 11:29, es importante ver el trasfondo de Pentecostés, ya que parece que Dios ha cumplido el deseo de Moisés, él afirma: “Es importante notar que el habla extática de los ancianos en Números 11 constituye el telón de fondo contra el cual Lucas interpreta los derramamientos del Espíritu en Pentecostés y aquellos subsecuentes”. Robert P. Menzies, Pentecostés: Esta historia es nuestra historia, trans. Maximiliano Gallardo (Springfield, MO: Gospel Publishing House, 2013), 95.

[5] La iglesia primitiva desde el capítulo 2–5 se mantuvo en crecimiento, hacían cultos en las casas, se fortalecían en su fe y crecía el hambre por conocer de su palabra, pero sobre todo era “llenada constantemente del Espíritu Santo”. ¿Por qué era tan importante la llenura del Espíritu? Como afirma Bock: La llenura del Espíritu significa la capacitación para proclamar la palabra que sigue. Este es un acto separado de la morada que apareció en Hechos 2. Es específico a la petición de audacia, no una «segunda bendición» o un «segundo Pentecostés». Darrell L. Bock, Acts, Baker Exegetical Commentary on the New Testament. 210.

[6] A este grupo se le suele llamar los primeros “diáconos” … “Se les designa para «servir» las mesas, y el verbo es diakonein (6:2)”. Joseph A. Fitzmyer, The Acts of the Apostles: a new translation with introduction and commentary, vol. 31, Anchor Yale Bible (New Haven; London: Yale University Press, 2008), 344.

[7] Énfasis mío. La llenura que se muestra en el capítulo anterior (6:5) provoca este escenario, donde Estaban proclama el evangelio, perdona sus enemigos y se prepara para ser recibido en los brazos del Padre (7:54-60).

[8] El Espíritu Santo se derramó de forma especial en Samaria (8:15-19). También guio a Felipe a la predicación y expansión del evangelio cuando este le predico a un eunuco etíope (8:27-37). También Felipe fue testigo de como el Espíritu lo arrebató para que continuara su misión de evangelista, proclamando el reino de Dios, las buenas nuevas de salvación (8:39-40).

ACERCA DEL AUTOR:

*Alfredo J. Velásquez es puertorriqueño, profesor en Biblia (SETECA), diplomado en teología (Seminario Teológico Kerigma).

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