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Gracia previniente: ¿Una herejía reciente inventada por los arminianos? – ¡No según la Ortodoxia y los Padres de la Iglesia!

Por Fernando E. Alvarado*

¿Es la gracia previniente una «herejía arminiana»? Muchos calvinistas no dudarían en afirmar que sí. Lo que ignoran, al parecer, es que dicha doctrina no es exclusivamente arminiana y que, lo que en efecto fue declarado herejía, no fue la doctrina de la gracia previniente, sino la doctrina calvinista de la predestinación y, por qué no decirlo, el calvinismo en sí. En 1672, un sínodo de obispos ortodoxos se reunió en Jerusalén para responder a la Confesión de Cirilo Lucaris de 1629. En dicha Confesión, Cirilo abrazaba las doctrinas calvinistas con el propósito de conseguir el apoyo de los protestantes en contra del Catolicismo Romano.

Ante la amenaza de herejía en sus filas, el Sínodo de Jerusalén (1672) rechazó rotundamente la teología calvinista y redactó una declaración formal conocida como la Confesión de Dositeo, la cual rápidamente adquirió el estatus de ser la postura definitiva de la Ortodoxia sobre la teología calvinista o reformada. La respuesta ortodoxa llegaba en una época en la cual el calvinismo era ya un movimiento religioso maduro: Ciento ocho años habían transcurrido desde la muerte de Juan Calvino y las iglesias de tradición reformada habían ya redactado dos de sus más importantes declaraciones doctrinales: los Cánones de Dort (1619) y la Confesión de Westminster (1646).

A diferencia de los protestantes no calvinistas, los obispos ortodoxos no dudaron en calificar al calvinismo de herejía. A diferencia del calvinismo que enseña la elección incondicional, la Ortodoxia sostuvo (y lo hace hasta nuestros días) que la humanidad retuvo la capacidad de libre albedrío después de la Caída y que Dios en su omnisciencia sabía de antemano cómo cada persona ejercería su libre albedrío. El Decreto III de la Confesión de Dositeo afirma:

DECRETO III:

«Creemos que el Dios bondadosísimo ha predestinado desde la eternidad a la gloria a los que ha elegido, y ha entregado a la condenación a los que ha rechazado; pero no de modo que justifique a los unos y consigne y condene a los otros sin causa ya que eso sería contrario a la naturaleza de Dios, que es el Padre común de todos, no hace acepción de personas, y quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2, 4). Sin embargo, como sabía de antemano que unos harían un uso correcto de su libre albedrío, y los otros un uso incorrecto, predestinó a unos y condenó a los otros. A su vez, entendemos el uso del libre albedrío de esta manera: que la gracia divina e iluminadora — y que llamamos gracia preventiva — siendo, como una luz para los que están en las tinieblas, por la bondad divina impartida a todos, a los que están dispuestos a obedecer esto — porque es de uso sólo para los dispuestos, no para los no dispuestos — y cooperar con ella, en lo que requiere como necesario para la salvación, hay consecuentemente concedido gracia particular. Esta gracia coopera con nosotros, y nos capacita, y nos hace perseverar en el amor de Dios, es decir, en la realización de aquellas cosas buenas que Dios quiere que hagamos, y que su gracia preventiva nos amonesta que hagamos, nos justifica, y nos hace predestinados. Pero los que no quieren obedecer y cooperar con la gracia y, por lo tanto, no observan las cosas que Dios quiere que hagamos, y abusan al servicio de Satanás del libre albedrío que han recibido de Dios para realizar voluntariamente lo que es bueno, son consignados a la condenación eterna.»
«Pero decir, como hacen los más perversos herejes y como se contiene en el capítulo de la Confesión de pseudo Cirilo al que responde esto, que Dios, al predestinar o condenar, no consideró en modo alguno las obras de los predestinados o condenados, sabemos que es profano e impío. Porque así la Escritura se opondría a sí misma, ya que promete al creyente la salvación por medio de las obras, y sin embargo supone que Dios es su único autor, por su única gracia iluminadora, que otorga sin obras precedentes, para mostrar al hombre la verdad de las cosas divinas, y enseñarle cómo puede cooperar con ella, si quiere, y hacer lo que es bueno y aceptable, y así obtener la salvación. No le quita el poder de querer, de querer obedecerle o no obedecerle.»
«Pero que afirmar que la Voluntad Divina es así únicamente y sin causa el autor de su condenación, ¿qué mayor difamación puede afirmarse sobre Dios? y ¿qué mayor injuria y blasfemia puede ofrecerse al Altísimo? Sabemos que la Deidad no es tentada por los males, (cf. Santiago 1:13) y que quiere igualmente la salvación de todos, ya que no hay acepción de personas con Él. Confesamos que para aquellos que por su propia elección malvada, y su corazón impenitente, se han convertido en vasos de deshonra, hay una condena justamente decretada. Pero del castigo eterno, de la crueldad, de la falta de piedad y de la inhumanidad, nunca, nunca decimos que Dios es el autor, quien nos dice que hay alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente. (Lucas 15:7) Lejos de nosotros, mientras tengamos nuestros sentidos, creer o pensar esto; y sometemos a un anatema eterno a quienes dicen y piensan tales cosas, y los consideramos peores que cualquier infiel.»

Nótese que la Confesión de Dositeo habla claramente de la gracia previniente o preventiva, al mismo tiempo que afirma que creer en la predestinación según el modelo calvinista es propio de «los más perversos herejes.» A estos califica no solo de hereje, sino que los somete al anatema y los considera «peores que cualquier infiel» por muchas de sus afirmaciones particularmente difamatorias del carácter de Dios.

El Sínodo de Jerusalén entendió, además, lo que muchos calvinistas hoy se niegan a entender: que el sinergismo, y no el monergismo, es descrito como la forma en la cual Dios ejecuta la salvación del hombre. En la Ortodoxia el libre albedrío humano es la base de la doctrina de la sinergia (cooperación humana con la gracia divina) y esta funciona en todas las personas con dos resultados diferentes: la salvación o la condenación. Esto queda claramente definido en el Decreto XIV.

DECRETO XIV:

«Creemos que el hombre, al caer como consecuencia de la transgresión ancestral, se ha vuelto comparable y similar a las bestias; es decir, que se ha deshecho por completo y ha caído de su perfección e impasibilidad, pero sin perder la naturaleza y el poder que había recibido del supremamente buen Dios. De lo contrario, no sería racional y, por consiguiente, no sería humano. Por lo tanto, sigue teniendo la misma naturaleza en la que fue creado, y el mismo poder de su naturaleza, es decir, el libre albedrío, vivo y operante, de modo que es por naturaleza capaz de elegir y hacer lo que es bueno, y de evitar y odiar lo que es malo. Pues es absurdo decir que la naturaleza que fue creada buena por Aquel que es supremamente bueno carece del poder de hacer el bien ya que esto sería hacer que esa naturaleza fuera incapaz de hacer el bien. Eso sería hacer que esa naturaleza fuera mala, y ¿qué podría ser más impío que eso? Porque el poder de obrar depende de la naturaleza, y la naturaleza de su autor, aunque de manera diferente. Además, que el hombre es capaz por naturaleza de hacer lo que es bueno lo da a entender el mismo Señor diciendo que incluso los gentiles aman a los que los aman. (Mateo 5:46; Lucas 6:32) Pero esto es enseñado muy claramente por Pablo también, en Rom 2:14 y en otros lugares expresamente, diciendo en tantas palabras, “Los gentiles que no tienen Ley hacen por naturaleza las cosas de la Ley”. De lo cual se desprende también que el bien que un hombre puede hacer no puede ser verdaderamente pecado. Pues es imposible que lo que es bueno sea malo. Aunque, siendo hecho sólo por naturaleza y tendiendo a formar el carácter natural del que lo hace, pero no el espiritual, no contribuye por sí mismo a la salvación sin la fe, ni lleva a la condenación, pues no es posible que el bien, como tal, pueda ser causa del mal. Pero en el regenerado, lo que se realiza por la gracia y con la gracia, perfecciona al hacedor y lo hace digno de la salvación.»
«El hombre, por tanto, antes de ser regenerado, es capaz, por naturaleza, de inclinarse al bien, y de elegir y obrar el bien moral. Sin embargo, para que el regenerado haga el bien espiritual -pues las obras del creyente, que contribuyen a la salvación y son realizadas por la gracia sobrenatural, se llaman propiamente espirituales- es necesario que sea guiado y prevenido por la gracia, como se ha dicho al tratar de la predestinación. Por consiguiente, no es capaz por sí mismo de realizar ninguna obra digna de una vida cristiana, aunque tiene en su poder el querer o no querer cooperar con la gracia.»

¿Cuál es la conclusión lógica de todo esto? Dios no ha predestinado arbitrariamente a nadie para salvación o condenación. El hombre posee libre albedrío. Y aunque, como afirmara Arminio «En este estado [tras la Caída] el libre albedrío del hombre hacia el verdadero bien no solo está herido, tullido, enfermo, deformado y debilitado, sino también encarcelado, destruido, y perdido», también es cierto que, a través de la gracia previniente, el hombre puede venir a Cristo y elegirlo o rechazarlo. Tal como lo declara el Cuarto Artículo de la Remonstrancia:

» [Creemos] que esta gracia de Dios es el comienzo, la continuación, y el cumplimiento de todo lo bueno… sin la precedencia o la asistencia, el despertamiento, seguimiento, y la gracia cooperativa, no puede pensar, desear, ni hacer el bien, ni resistir cualquier tentación al mal; de modo que todas las buenas acciones o movimientos, que pueden ser concebidos, deben ser atribuidos a la gracia de Dios en Cristo. Sin embargo, en respecto al modo de operación de esta gracia, esta no es irresistible, puesto que ha sido escrito concerniente a muchos, que estos han resistido al Espíritu Santo. Hechos 7 y en otros muchos lugares.» ( Los 5 Artículos de la Remosntrancia de 1610, Artículo 4: Acerca de la Gracia)

Así pues, la Confesión de Dositeo concuerda en este aspecto con la teología arminiana; pero va un paso más adelante, ya que afirma, en términos inequívocos, que el calvinismo, para la Ortodoxia, es una herejía. El Sínodo de Jerusalén rechazó de forma contundente la teología Reformada, repudiando el corazón mismo de la soteriología calvinista a través de su rechazo de la doble predestinación, la elección incondicional, y por su afirmación del libre albedrío humano después de la Caída junto con la comprensión sinérgica de la salvación, todo lo cual consta en el Decreto 3 de la Confesión de Dositeo.

Antes de considerar la gracia previniente como una doctrina «perversa y de inspiración pagana», o creer que es exclusiva del arminianismo, los calvinistas deberían considerar que es más sólida de lo que piensan y que esta cuenta con un amplio apoyo no solo en nuestras filas arminianas, sino también en otras ramas de la cristiandad con mayor antigüedad y solidez que el calvinismo pero, sobre todo, con el apoyo de las Escrituras. Harían bien en responder primero a las acusaciones de herejía contra su propia doctrina (incluso al supuesto origen gnóstico de las mismas). Fue esta evidente desconexión de la doctrina calvinista de la predestinación la que llevó al rey James de Inglaterra a afirmar lo siguiente:

“Esta doctrina es tan horrible, que estoy persuadido que si hubiese un concilio de espíritus inmundos reunidos en el infierno, y su príncipe el diablo fuera a plantear la cuestión a todos ellos en general, o a cada uno en particular, para conocer su opinión sobre el medio más probable de incitar el odio de los hombres contra Dios su Creador; nada podría ser inventado por ellos que sería más eficaz para este propósito, o que podría poner una afrenta mayor sobre el amor de Dios por la humanidad, que ese infame decreto del reciente Sínodo, y la decisión de esta detestable fórmula, por la cual la inmensa mayoría de la raza humana es condenada al infierno por ninguna otra razón sino la mera voluntad de Dios, sin cualquier consideración por el pecado; la necesidad de pecar, así como la de ser condenado, están fijado sobre ellos por ese gran clavo del decreto previamente mencionado.” [Citado en “The Other Side of Calvinism”, escrito por Laurence M. Vance, 1999, p. 312].

Hoy, en medio de la creciente popularidad de la teología reformada, esas mismas doctrinas que horrorizaron al Rey James de Inglaterra, se nos venden como la divina panacea que se necesita para “re-evangelizar” el mundo y salvar al cristianismo de las herejías pelagianas, semipelagianas y, por supuesto, del arminianismo, al cual ellos le declararon su más fuerte rechazo en el sínodo calvinista de Dort.

Pero independientemente de su aceptación por las autotoproclamadas «élites protestantes», el calvinismo mismo no escapa de la acusación de herejía por parte de otras ramas del cristianismo como la Iglesia Católica Romana, la Iglesia Ortodoxa Oriental e incluso ciertos sectores del protestantismo. Para la Ortodoxia, el calvinismo no es una opción teológica sino más bien una distorsión del Evangelio. ¿Por qué? Porque según la ortodoxia: (1) el calvinismo se basa en una lectura errónea de las Escrituras; (2) se desvía de la fe cristiana histórica definida por los Concilios Ecuménicos y los Padres de la Iglesia; (3) la comprensión del calvinismo de la soberanía de Dios lleva a la negación de la posibilidad del amor, y (4) el calvinismo conduce a una cristología defectuosa y a una comprensión distorsionada de la Trinidad.

Y entonces ¿Donde está la herejía o las implicaciones heréticas? En la doctrina arminiana de la gracia previniente o en la doctrina calvinista de la predestinación y su interpretación errónea de la soberanía de Dios?

Para un estudio más profundo sobre las bases bíblicas de la gracia previniente, te invito a leer los siguientes artículos en el blog de Pensamiento Pentecostal Arminiano:

https://pensamientopentecostalarminiano.org/…/gracia…/

https://pensamientopentecostalarminiano.org/…/la-fe…/

https://pensamientopentecostalarminiano.org/…/por-su…/

Con relación al sinergismo y las creencias de los Padres de la iglesia en esta área, ver:

https://pensamientopentecostalarminiano.org/…/calvinism…/

𝐅𝐔𝐄𝐍𝐓𝐄𝐒 𝐂𝐎𝐍𝐒𝐔𝐋𝐓𝐀𝐃𝐀𝐒:

•Robert Arakaki, Orthodoxy’s Official Response to Calvinism — The Confession of Dositheus (1673), Noviembre 9, 2018, https://blogs.ancientfaith.com/…/orthodoxys…/… consultado el 23 de junio de 2023.

•Insitum Verbum, Confesión de Dositeo II de Jerusalén, https://insitumverbum.medium.com/confesi%C3%B3n-de… consultado el 23 de junio de 2023.

ACERCA DEL AUTOR:

Fernando E. Alvarado es escritor, pastor y maestro. Nacido el 19 de Abril de 1980 en la Ciudad de Sonsonate, El Salvador. Licenciada en Ciencias de la Educación, especialidad en Ciencias Sociales de la Universidad de Sonsonate. Graduado en Teología del Instituto Bíblico Betel de las Asambleas de Dios, Anexo Chalatenango Norte y especializado en Misiones en el Centro de Capacitación Misionera (CCM) de la Ciudad de Guatemala. También cuenta con diplomados en Fonética, Misiones Transculturales y Comunicación Transcultural otorgados por el Centro de Formación Misionera de las Asambleas de Dios de El Salvador (CAMAD). El pastor Alvarado también cuenta con formación en teología islámica y diplomados en Ley Sharia otorgados por la Asociación Cultural Islámica Chiita de El Salvador y la Comunidad Islámica Salvadoreña (Sunni). También es especialista en teología mormona, habiéndose graduado del Instituto de Religión SUD en la Ciudad de San Salvador. El pastor Alvarado es miembro de la Society of Evangelical Arminians (SEA). Está casado con Cesia Abigail Cruz de Alvarado, también pastora y ministra licenciada de las Asambleas de Dios. Es el pastor principal del Templo Cristiano Maranatha (Asambleas de Dios), una congregación local ubicada en la ciudad de Tejutla, Chalatenango.

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