Por Fernando E. Alvarado
INTRODUCCIÓN
Filipenses 2:12-13 representa para muchos una verdadera paradoja. De hecho, pocos versículos en la Biblia han sido debatidos más que estos. A lo largo de la historia cristiana, las palabras contenidas en estos dos versículos han proporcionado tanto consuelo como aflicción a numerosos lectores de la Biblia. Y no es para menos: ¡Todo el Evangelio se expresa en estos dos versículos! No obstante, las palabras de Pablo en dicho pasaje han sido, y seguirán siendo, un hueso duro de roer para muchos teólogos. Esto se debe a su naturaleza paradójica: dos verdades que parecen estar en conflicto entre sí y, sin embargo, son inseparables. Pero, ¿Cuál es la paradoja[1] contenida en Filipenses 2:12-13?
Pablo advierte a sus lectores:
“Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito” (LBLA).
Y es aquí donde se encuentra la “paradoja de la gracia”: ¡La salvación es tanto un don como una tarea! Dicha paradoja es expresada también en otros pasajes del Nuevo Testamento. Pablo afirma en Efesios 2: 8-9 que “Por su misericordia y por medio de la fe, ustedes son salvos. No es por nada que ustedes hayan hecho. La salvación es un regalo de Dios y no se obtiene haciendo el bien. Esto es así para que nadie se sienta orgulloso» (Efesios 2: 8-9; NBV). Por otro lado, Santiago 2:18 dice:
«Pero alguien puede decir: «Tú tienes fe, y yo tengo acciones. Pues bien, muéstrame tu fe sin las acciones, y yo te mostraré mi fe por medio de mis acciones» … ¡No seas tonto! Debes darte cuenta de que la fe sin las acciones es inútil” (Santiago 2:18, 20; NBV).
Probablemente ninguna verdad del Nuevo Testamento sea tan difícil de comprender como esta. Parece contradictorio. Por un lado, la salvación es toda ella obra de Dios, un regalo que no se puede ganar. Por otro lado, la salvación es algo en lo que trabajamos, tenemos un papel que desempeñar. No resulta extraño que, a lo largo de la historia cristiana, y aún hoy, esta paradoja haya dado lugar a dos interpretaciones opuestas e igualmente equivocadas. El péndulo oscila entre dos extremos.
UNA VIEJA DISPUTA EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA
Pelagio, un monje británico que vivió entre los siglos IV y V d. C., enseñó que el hombre debe ganar su propia salvación. Para Pelagio la salvación es nuestra responsabilidad, no la obra de un Dios soberano. Agustín de Hipona se opuso a Pelagio y, yéndose al otro extremo, enseñó que la salvación era obra de Dios de principio a fin. El ser humano realmente no aportaba nada. Dios elegía a quiénes Él quería y los salvaba sin ninguna cooperación o contribución de su parte. El agustinismo (germen u origen del actual calvinismo) sería por mucho tiempo la doctrina oficial de la Iglesia Católica Romana; sin embargo, eventualmente esta misma iglesia se deslizaría poco a poco hacia una postura más afín a las ideas de Pelagio.
Durante la Reforma Protestante, Martín Lutero y la Iglesia Católica entraron en una amarga disputa sobre esto. Lutero insistía en que las personas que se salvan ni siquiera tienen libre albedrío. El hombre, argumentaba Lutero, es como un caballo montado por Dios o por el demonio y Dios decide quién será el jinete. La Iglesia Católica, sin embargo, insistía en que las buenas obras jugaban un papel importante en el mantenimiento de la salvación.
Durante el Gran Despertar en Gran Bretaña y Estados Unidos, John Wesley (arminiano) y el predicador revivalista George Whitefield (calvinista) cayeron en desacuerdo y, por un tiempo, se distanciaron debido a sus diferencias teológicas sobre el papel de Dios y el nuestro en la salvación. Wesley enseñó que tenemos un papel que desempeñar; Whitefield atribuyó todo a la gracia y elección soberana de Dios y negó cualquier cooperación humana en la salvación. Pero el debate no concluyó ahí. Hoy, como en antaño, continúa dividiendo a cristianos de diferente formación teológica, igualmente temerosos de Dios, amantes de Jesús y creyentes en la Biblia.
LA DEBATE CONTINÚA…
La negación de la responsabilidad humana en el proceso de salvación continúa siendo negada en nuestros días. Algo llamado «neocalvinismo», descrito como un movimiento «joven, inquieto y reformado», dirigido por maestros cristianos como John Piper está negando nuevamente cualquier papel humano en la salvación; “Todo es obra de Dios y nosotros nada podemos aportar a ello” afirman. Muchos de estos teólogos “jóvenes, inquietos y reformados”, al igual que sus contrapartes pelagianas o semipelagianas, han dividido erróneamente los versículos 12 y 13 de Filipenses 2 y los han enfrentado entre sí, enfatizando uno el abandono del otro. Pelagianos y semipelagianos (y uno que otro arminiano desubicado) enfatizan el versículo 12 subrayando que los seres humanos contribuyen a su propia salvación con buenas obras; los calvinistas y neocalvinistas, por otro lado, enfatizan el versículo 13 destacando que es Dios quien hace todo por sí mismo en el proceso de salvación.
Lo que muchos evangélicos no ven al leer este pasaje es que Filipenses 2:12-13 no trata sobre la salvación inicial (la conversión). Trata más bien de la vida cristiana después de la conversión, de mantener una relación saludable con Dios como creyente convertido. Todos los evangélicos sabemos que Dios nos perdona a causa de nuestra fe en Jesucristo solamente. Las buenas obras no juegan ningún papel en la salvación inicial o conversión. Pero no siempre estamos tan seguros de lo que viene después de eso. Nos confundimos acerca de los roles de la gracia y las buenas obras para vivir una vida agradable a Dios y mantener una relación saludable con Dios, nuestro salvador. Dicho de otra manera: ¿Cómo nos mantenemos en el favor de Dios después de ser salvos? ¿Mantener una relación correcta con Dios y crecer en la gracia de Dios es nuestra obra o la de Dios? ¿Qué debemos hacer para disfrutar los beneficios de la salvación durante toda la vida? ¿Qué hace Dios para mantener esa relación? Ahí es donde entra en juego Filipenses 2:12-13, ya que responde a estas preguntas por medio de una paradoja singular: La paradoja de la gracia.
LA BIBLIA SE EXPLICA A SÍ MISMA
La Palabra de Dios no se contradice a sí misma. Entonces, ¿Por qué Filipenses 2:12-13 parece contradecirse? No lo hace. Para entender por qué este pasaje no plantea una contradicción real debemos estudiar las palabras griegas traducidas como «ocupaos» y “obra” en Filipenses 2:12-13. La palabra griega traducida «ocupaos» (en gr. κατεργάζεσθε) en el versículo 12 significa «continuar una tarea; llevarlo a cabo»; mientras que la palabra griega traducida «obra» (en gr. ἐνεργῶν) en el versículo 13 (“Dios es quien obra en vosotros”) significa «proporcionar la capacidad y los medios, la energía para realizar la obra». De modo que, teniendo el texto original griego en mente, se leería: «Lleven a cabo (o continúen) su tarea de salvación con temor y temblor, porque Dios les está proporcionando toda la habilidad, los medios y la energía…».
El significado del pasaje es ahora más claro: Cuando se trata de mantener una relación saludable con Dios, de perseverar en la gracia, nosotros hacemos algo y Dios hace algo (sinergismo evangélico). Estos dos versículos juntos (Filipenses 2:12-13) expresan la esencia de la vida cristiana y de nuestra relación con Dios: No somos marionetas, siendo manipuladas hábilmente por Dios sin capacidad alguna de elegir. Somos personas responsables en una relación personal con un Dios personal. Pero, por otro lado, somos débiles y Dios nos da todo lo que necesitamos para mantener una relación fuerte y saludable con él.
VERDADES SUBLIMES CONTENIDAS EN LA PARADOJA DE LA GRACIA
Hay cuando menos tres puntos destacables en relación con la paradoja de la gracia y la verdad que esta nos enseña sobre el papel de Dios y el nuestro en el proceso de salvación:
(1.- ¡LA GRACIA ES GRATIS!
La gracia de Dios no necesita refuerzos. Nada de lo que podamos hacer puede aumentar la gracia de Dios hacia nosotros, para nosotros y a nuestro favor. Todo lo que necesitamos para alcanzar y permanecer en el favor de Dios es provisto por Dios mismo. Y no nos cuesta nada. El problema es que, en nuestra debilidad e ignorancia humanas, a menudo queremos pensar que hay algo que debemos hacer para comprar, ayudar o incluso mejorar la gracia de Dios. Ya sea por miedo o por orgullo, creamos “refuerzos de gracia”, actos que creemos que merecerán el favor de Dios y reforzarán nuestra relación con él. Algunas iglesias pretenden “reforzar la gracia” a través de los sacramentos; otros acuden a las buenas obras para garantizar de alguna manera el favor y las bendiciones de Dios (diezmar, servir en la iglesia, asistir fielmente a las reuniones, etc.). el problema es que cuando se utilizan los sacramentos o incluso las buenas obras son refuerzos de gracia para aumentar el favor de Dios, nos engañamos a nosotros mismos y corremos el riesgo de perder de vista al verdadero autor y consumador de la fe. Los sacramentos, ritos, buenas obras y demás medios humanos para alcanzar gracia pueden parecer hermosos, pero solo nos dan una falsa sensación de seguridad, ya que no contribuyen en nada a la gracia. La buena noticia es que nuestra capacidad para mantener una buena relación con Dios se apoya en Dios mismo, no en nuestras habilidades; todo lo que necesitamos para tener una buena relación con Dios es provisto por Él. Ese es el punto del versículo 13.
(2.- LA GRACIA PUEDE SER GRATIS, ¡PERO NO ES UNA GRACIA BARATA!
La gracia no es realmente gratis en toda su expresión. La gracia es gratis para nosotros, pero no para Dios.
La gracia implica que nosotros hemos recibido las riquezas de Dios a expensas de Cristo. ¿Cuáles son esas riquezas? El favor de Dios, la adopción en su familia, la paz, la alegría y la confianza de que nuestro futuro está seguro en él, entre otras. La Biblia llama a esto «vida abundante» y «vida eterna», no solo algo futuro sino disponible ahora. Todo puede ser nuestro, ahora. Pero solo porque Dios mismo bajó a nuestro nivel y asumió toda nuestra vergüenza y nuestra culpa, muriendo de forma sustitutiva por nosotros y satisfaciendo penalmente la justicia divina. Por tal razón, la gracia de Dios es gratis para nosotros, pero no para Dios. A Él le costó mucho. Jamás debemos abaratar la gracia al ser ingratos, al vivir vidas de espiritualidad perezosa o pecando para que la gracia abunde. Esto explica por qué hacemos buenas obras. No como «refuerzos de gracia», sino como actos de gratitud por el precio que Jesús pagó para salvarnos y atraernos a una relación con Dios el Padre, a fin de que pudiésemos compartir Sus riquezas en gloria.
(3.– LA GRACIA ES RELACIONAL
Sí, la gracia es gratis; no nos cuesta nada, ni siquiera mantener una relación sana con Dios y disfrutar de los beneficios y las bendiciones de su favor. Sin embargo, nuestra vida cristiana es una relación; No es una condición. Requiere mantenimiento y eso significa que ambas partes tienen algo que hacer, como en cualquier relación personal. Dios no impone su favor, él no nos fuerza a aceptar sus bendiciones sobre nosotros. Nos invita a disfrutarlas y se ofrece a proporcionar todo lo que necesitamos para tenerlas. Entonces, ¿Por qué a menudo no disfrutamos las bendiciones del favor de Dios? ¿Por qué nuestra relación con Dios a menudo es tan débil y estancada, incluso casi inexistente? Si bien es cierto no hay existe tal cosa como los refuerzo de gracia, si pueden darse en nuestra vida ciertos elementos que funcionen como «bloqueadores» de la misma. La gracia de Dios a menudo no puede fluir en nuestra vida porque hemos puesto bloqueadores de gracia en su camino o hemos permitido que sucedan en nuestras vidas. Pero, ¿Qué son los «bloqueadores de la gracia»? Actitudes, disposiciones, hábitos, negligencia en el ejercicio de las disciplinas espirituales, etc. Cuando Pablo nos manda ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor quiere decir que debemos identificar los bloqueadores de gracia que están deteniendo el flujo de la gracia de Dios en nuestra vida y eliminarlos con la ayuda del Espíritu Santo. Esto no quiere decir que debemos realizar de forma religiosa (como si de una exposición de nuestras habilidades para ser bueno se tratase) un trabajo más duro para agradar a Dios con buenas obras, de manera que aumente la gracia de Dios en nuestra vida. No. Si fuese por obras ¡Ya no es gracia! (Romanos 11:6). La motivación de nuestras buenas obras no es ganar o evitar perder la salvación, pues la salvación es un regalo de Dios, es más bien cultivar y mantener, en gratitud y como fruto de una vida transformada, nuestra relación con Dios. De acuerdo con Filipenses 2:13 podemos estar seguros de que Dios nos proporcionará toda la habilidad, toda la energía, todos los medios para eliminar los bloqueadores de gracia de nuestra vida a fin de que nuestra relación con él vuelva a ser completa. La verdadera pregunta es: ¿Cuáles son los “bloqueadores” que obstaculizan en tu vida el flujo de la gracia de Dios?
REFERENCIAS:
[1] La paradoja es una figura de pensamiento que consiste en emplear expresiones que aparentemente envuelven contradicción.
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