Por Fernando E. Alvarado
Aunque el dispensacionalismo sostiene que el nuevo pacto abarca a los gentiles, también mantiene que este no elimina la distinción étnica. Según Robert Saucy, los gentiles participan en la salvación junto a Israel, sin llegar a formar parte de este [Robert L. Saucy, The Case for Progressive Dispensationalism: The Interface Between Dispensational and Non-Dispensational Theology (Grand Rapids: Zondervan, 1993), 123–126]. Saucy cita pasajes como Isaías 19:25, donde Egipto y Asiria son descritos como “mi pueblo” y “mi obra”, conservando su identidad propia. Para él, esto confirma que, en el cumplimiento del pacto abrahámico, los gentiles son bendecidos junto a Israel, pero no como Israel.
Buist Fanning refuerza esta idea al destacar que la visión escatológica de Apocalipsis 21 presenta una comunidad multiétnica que preserva su diversidad en la nueva creación [Buist M. Fanning, Revelation, ed. Clinton E. Arnold, Zondervan Exegetical Commentary on the New Testament (Grand Rapids: Zondervan Academic, 2020), 532–533.]. Según Fanning, los “pueblos” redimidos no se fusionan en una única identidad étnica, y tanto las tribus de Israel como los apóstoles son reconocidos en la nueva Jerusalén (Ap 21:12, 14). Esto refuta la noción de que los creyentes gentiles sean absorbidos en una redefinición de “Israel”.
El argumento presentado por Robert Saucy y Buist Fanning, aunque supone un avance en relación con el dispensacionalismo clásico, se desmorona bajo un escrutinio bíblico-teológico riguroso, que revela que el nuevo pacto, centrado en Cristo como el verdadero Israel, unifica a judíos y gentiles en un solo pueblo de Dios, la iglesia, sin distinciones étnicas permanentes.

La restauración espiritual de Israel en Cristo
El argumento de Saucy sostiene que los gentiles comparten la salvación junto a Israel sin perder su identidad étnica, pero esta visión presupone una restauración nacional o política de Israel separada de la salvación en Cristo. La evidencia bíblica, sin embargo, apunta a una restauración espiritual de Israel mediante la fe en Cristo, no a una perpetuación de distinciones étnicas. En Romanos 9:6-8, Pablo declara que “no todos los que descienden de Israel son Israel” y que los verdaderos hijos de Abraham son aquellos de la promesa, no de la carne. Este pasaje desmantela la idea de una prerrogativa étnica permanente, ya que la identidad de Israel se redefine en términos espirituales (Ridderbos, 1975, pp. 333-335). Asimismo, Gálatas 3:28-29 afirma que en Cristo “no hay judío ni griego”, y los creyentes, independientemente de su etnia, son “descendencia de Abraham, herederos según la promesa”. La restauración de Israel no implica un reino político separado, sino la incorporación de judíos y gentiles en el cuerpo de Cristo, como se ve en Hechos 15:16-18, donde la reconstrucción del tabernáculo de David incluye a los gentiles que invocan el nombre del Señor (Wright, 2013, pp. 496-498). La insistencia en una distinción étnica ignora esta unidad espiritual, que trasciende las barreras nacionales.

Cristo como el verdadero Israel
Cristo es el verdadero Israel, quien cumple las promesas y la vocación de Israel como mediador de la redención para toda la humanidad. Saucy y Fanning pasan por alto que las promesas abrahámicas se cumplen en Cristo, no en una entidad étnica separada. En Mateo 2:15, la cita de Oseas 11:1 (“de Egipto llamé a mi hijo”) se aplica a Jesús, identificándolo como el Israel fiel que cumple la vocación del pueblo de Dios (Beale, 2011, pp. 394-396). Gálatas 3:16 es aún más explícito: “las promesas fueron hechas a Abraham y a su descendencia. No dice: ‘y a las descendencias’, como si hablara de muchas, sino de una sola: ‘y a tu descendencia’, que es Cristo”. Las bendiciones del pacto abrahámico, incluyendo la promesa de que todas las naciones serían bendecidas (Génesis 12:3), se canalizan a través de Cristo, no de un Israel étnico paralelo. Isaías 49:6 describe al Siervo del Señor como una “luz para las naciones”, un rol que Jesús asume (Hechos 13:47), unificando a judíos y gentiles en su persona. La interpretación de Isaías 19:25, que Saucy usa para justificar distinciones étnicas, debe leerse a la luz de este cumplimiento cristológico: Egipto y Asiria son llamados “mi pueblo” porque participan en la salvación de Cristo, no porque mantengan identidades nacionales separadas (Dempster, 2003, pp. 224-226). La visión de un Israel étnico distinto colapsa ante la centralidad de Cristo como el cumplimiento del pacto.

La iglesia como el pueblo de Dios unificado
El argumento de Fanning, basado en Apocalipsis 21, sostiene que la nueva creación preserva una diversidad étnica, con las “naciones” y las “tribus de Israel” manteniendo identidades separadas. Sin embargo, la evidencia bíblica apunta a la iglesia como el pueblo de Dios, en continuidad con Israel pero expandido para incluir a todos los creyentes en Cristo, sin distinciones étnicas permanentes. Efesios 2:14-16 es devastador para el dispensacionalismo progresivo: Cristo “derribó la pared intermedia de separación” entre judíos y gentiles, creando “en sí mismo de los dos un solo hombre nuevo”. Esta unidad no es una mera coexistencia, sino una fusión en un solo cuerpo, la iglesia (Ladd, 1993, pp. 582-584). En 1 Pedro 2:9-10, los creyentes, judíos y gentiles, son descritos como “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa”, términos que en Éxodo 19:5-6 se aplicaban a Israel, pero ahora se extienden a la iglesia universal. Apocalipsis 7:9-10 presenta a una multitud de “toda nación, tribu, pueblo y lengua” adorando unida, no como entidades separadas, sino como un solo pueblo redimido. La mención de las tribus de Israel y los apóstoles en Apocalipsis 21:12, 14 no implica una distinción étnica, sino un reconocimiento simbólico de la continuidad entre el Israel del Antiguo Testamento y la iglesia del nuevo pacto (Bauckham, 1993, pp. 436-438). La diversidad étnica no es negada, pero se subordina a la unidad en Cristo, que trasciende toda identidad terrenal.

La Iglesia, como cuerpo de Cristo, no perpetúa distinciones étnicas, sino que las trasciende en una nueva humanidad
El argumento de Saucy y Fanning, aunque erudito, fracasa al ignorar la centralidad de Cristo como el verdadero Israel y la unidad de la iglesia como el pueblo de Dios. La restauración de Israel es espiritual, no nacional, cumplida en la salvación por la fe en Cristo. Las promesas abrahámicas encuentran su clímax en Jesús, no en un Israel étnico separado. La iglesia, como cuerpo de Cristo, no perpetúa distinciones étnicas, sino que las trasciende en una nueva humanidad. La visión dispensacionalista progresiva, con su insistencia en una diversidad étnica perpetua, fragmenta artificialmente el plan redentor de Dios, que culmina en la unidad gloriosa de Apocalipsis 5:9-10, donde los redimidos de toda nación cantan como un solo pueblo al Cordero.

Bibliografía:
- Bauckham, R. (1993). The Theology of the Book of Revelation. Cambridge University Press.
- Beale, G. K. (2011). A New Testament Biblical Theology. Baker Academic;
- Dempster, S. G. (2003). Dominion and Dynasty: A Theology of the Hebrew Bible. IVP Academic.
- Ladd, G. E. (1993). A Theology of the New Testament. Eerdmanss.
- Ridderbos, H. (1975). Paul: An Outline of His Theology. Eerdmans.
- Wright, N. T. (2013). Paul and the Faithfulness of God. Fortress Press.