Cristología, Neumatología, Teología

Asombrados ante la eternidad de Dios

Por Fernando E. Alvarado

Puesto que los humanos medimos todo en tiempo, es muy difícil para nosotros concebir algo que no tuvo principio, sino que siempre ha existido, y continuará para siempre. La existencia de Dios entra en esta categoría. La Biblia declara: “En el principio Dios…” (Génesis 1:1, LBLA), indicando que desde el principio del registro de los tiempos, Dios ya existía. Desde la duración que se extiende sin límite hacia atrás, a la duración que se extiende sin límite hacia adelante, desde las edades eternas a las edades eternas, Dios fue y es para siempre.

ETERNIDAD DE DIOS EL PADRE

La Biblia enseña que Dios, como ser necesario, incausado e inmutable, tuvo el propósito eterno de crear el mundo y a los seres vivos. No hubo ningún cambio en él cuando ese propósito se materializó como un acto de su pura voluntad. Por tanto, la eternidad (el no haber tenido un origen o causa) es uno de sus atributos divinos sin los cuales Dios no sería Dios. La palabra eterno significa “perpetuo, no teniendo ni principio ni fin.” El Salmo 90:2 nos habla acerca de la eternidad de Dios. “Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.”

Tan sorprendente atributo inspiró a sir Isaac Newton, al gran físico, matemático y astrónomo inglés del siglo XVII, a escribir:

“Él es eterno e infinito, omnipotente y omnisciente; es decir, él permanece desde la eternidad hasta la eternidad; y él está presente desde el infinito hasta el infinito; él gobierna todas las cosas, y sabe todas las cosas que suceden o pueden suceder.”[1]

En su majestuosa autorrevelación a Moisés, el Gran Dios afirmó de sí mismo: “YO SOY EL QUE SOY… Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.” (Éxodo 3:14). Esto revela la verdadera esencia de Dios, Su auto-existencia, y que Él es el Ser de seres. También describe Su eternidad e inmutabilidad, así como su constancia y fidelidad en cumplir Sus promesas, porque eso incluye todo el tiempo, pasado, presente y futuro. El sentido es, no sólo Soy lo que Soy en el presente, sino Soy lo que he Sido y Soy lo que Seré, y Seré lo que Soy. Las propias palabras de Dios acerca de Su eternidad nos hablan de forma contundente desde las páginas de la Escritura Sagrada.

LA ETERNIDAD DEL HIJO

La eternidad de Dios es extensiva a cada miembro de la Santísima Trinidad. Del Hijo se dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.” (Juan 1:1-4). Jesucristo, Dios encarnado, también constató Su deidad y eternidad ante la gente de Su tiempo al declararles, “Antes que Abraham fuese, YO SOY.” (Juan 8:58). Es claro que Jesús estaba afirmando ser Dios encarnado, porque los judíos, al escuchar esta declaración trataron de apedrearlo. Para los judíos, declarar que uno mismo es el Dios eterno era una blasfemia digna de la pena de muerte (Levítico 24:16). Jesús estaba afirmando que era eterno, así como Su Padre es eterno.

De la misma forma que Juan, el autor de la carta a los Hebreos declara acerca del Hijo: “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino. Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros. Y: Tú, oh, Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permaneces; Y todos ellos se envejecerán como una vestidura, y como un vestido los envolverás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no acabarán.” (Hebreos 1:8-12). Antes del registro de los tiempos, Jesús y Su Padre eran uno en esencia, y compartían por igual el atributo de la eternidad.

ETERNIDAD DEL ESPÍRITU SANTO

El Espíritu Santo no es una fuerza etérea de vida, vaga. Él no es impersonal o sin pensamiento. El Espíritu Santo es una «persona» igual en todos los aspectos a Dios, el Padre, y a Dios, el Hijo. La Biblia nos dice que todas las características de Dios, evidentes en el Padre y en el Hijo, son igualmente evidentes en el Espíritu Santo. Esto incluye su eternidad.

En Hebreos 9:14, vemos que el Espíritu Santo es eterno: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará vuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?” Él estuvo en el principio, dirigiendo la obra creativa de Dios: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.” (Génesis 1:1-2)

De acuerdo con el Texto Sagrado, la primera obra importante de Dios sobre el planeta fue su creación. Pero Dios el Padre no estaba solo en este proceso. La Biblia claramente menciona a Dios (Génesis 1:1) y a Jesucristo (Colosenses 1:16-17) como los creadores del cielo y de la Tierra, y de todo lo que, de hecho, fue creado.

Pero Génesis 1:2 añade a esto una verdad importante, pues menciona la presencia del Espíritu de Dios en la Creación. Job 26:13 y 33:4, y Salmo 104:29 y 30, y 33:6 apoyan el rol activo del Espíritu Santo en la creación sobrenatural de la Tierra. Mientras la Biblia claramente menciona a Dios el Padre y a su Hijo divino, Jesucristo, como activos en la creación del mundo (ver Isa. 64:8; Col. 1:16, 17), el Espíritu Santo también estuvo presente, aunque de un modo más sutil. No aparece como el actor principal en el relato de la Creación. Más bien, se está “moviendo” sobre el abismo y, por medio de su movimiento, está presente en el génesis de la vida sobre esta Tierra. Él es desde el principio. Él es eterno. Coeterno con el Padre y el Hijo.

¿ES LÓGICO CREER EN LA EXISTENCIA DE UN SER ETERNO, INCREADO E INMUTABLE?

Es imposible comprender la totalidad de la gloria de Dios y sus atributos. Esto se debe a que Dios trasciende todas las limitaciones temporales humanas. Su infinidad es tal que puede prolongarse hacia al pasado lo mismo que hacia el futuro. Y aunque la divinidad llena el tiempo y se halla presente en cada parte de él, la Deidad no está limitada al mismo pues lo trasciende. Entre la eternidad (o el no-tiempo) y el tiempo existe pues un contraste fundamental difícil de entender para una mente finita como la nuestra. Si nuestra existencia humana suele dividirse en pasado, presente y futuro, la de Dios sin embargo no puede someterse a semejante división.

La eternidad del “Yo soy el que soy” (Éxodo 3:14) se eleva por encima del tiempo creado, superando todas sus limitaciones, todas las sucesiones de momentos, en un indivisible presente. El tiempo sólo existe dentro del universo creado, pero como Dios está fuera del tiempo, para él sólo habría un continuo presente.

La idea de eternidad tampoco es del todo ajena al hombre. En matemáticas, por ejemplo, puede también mantenerse la idea de que los números, y las múltiples relaciones posibles entre ellos, existen como símbolos inmateriales con independencia del tiempo y, por tanto, podría decirse que son eternos. Esto conduciría a la eternidad de las ideas o de una mente universal eterna donde éstas existen.

De la misma manera, la física cuántica ha puesto de manifiesto la necesidad que tienen las partículas subatómicas materiales de ser observadas por alguna mente inteligente para poder comportarse de una forma u otra. Lo cual indicaría que, al principio, fue necesaria dicha mente cósmica, atemporal y observadora de la materia naciente para crearla.

La psicología, por su parte, reconoce la experiencia de tantas personas que han sufrido la muerte clínica y que, después de superarla volviendo a la vida, coinciden en referirse a la eternidad como de una existencia atemporal.

LA CREACIÓN ENTERA DECLARA LA ETERNIDAD DE DIOS

Romanos 1:20 nos dice que la naturaleza eterna de Dios y su eterno poder son revelados a través de Su creación. Todos los hombres ven y entienden este aspecto de la naturaleza de Dios por el testimonio de los diversos aspectos del orden creado. El sol y los cuerpos celestes continúan en sus órbitas siglo tras siglo. Las estaciones vienen y van en su tiempo programado; los árboles producen hojas en primavera y las pierden en el otoño. Año tras año estas cosas continúan, y nadie puede detenerlas o alterar el plan de Dios. Todo esto da fe del eterno poder de Dios y Su plan para la tierra. Un día, Él creará un nuevo cielo y una tierra nueva y ellos, como Él, continuarán hasta la eternidad. Nosotros que pertenecemos a Cristo a través de la fe, continuaremos también por la eternidad, compartiendo la eternidad de nuestro Dios a cuya imagen fuimos creados.

BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS:


[1] Newton, I., 1687,  Los Principios: Principios Matemáticos de la Filosofía Natural,  3ª edición (1726), trad. I. Bernard Cohen y Anne Whitman (1999), General Scholium, 941

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