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Pentecostés en acción: La iglesia que sirve y transforma

Por Fernando E. Alvarado.

El llamado de la iglesia a servir a la comunidad y velar por los pobres y necesitados es uno de los pilares fundamentales de la fe cristiana. Para la iglesia pentecostal, que ha experimentado la renovación del Espíritu Santo y la realidad de Pentecostés, este mandato es aún más profundo y desafiante. No se trata de una opción o una acción secundaria, sino de una extensión natural de la vida en el Espíritu.

El mandato bíblico de servir

Desde los tiempos del Antiguo Testamento, Dios dejó claro que Su corazón late por los marginados y los desfavorecidos. Él se presenta como el protector de los oprimidos y el defensor de los pobres: “Él hace justicia al huérfano y a la viuda, y ama al extranjero dándole pan y vestido” (Deuteronomio 10:18, NVI). Este mandato no fue opcional para el pueblo de Israel y tampoco lo es para nosotros hoy. Los profetas clamaron con pasión contra la indiferencia y la injusticia, dejando claro que la verdadera devoción a Dios se evidencia en la compasión y la justicia (Isaías 1:17; Amós 5:24). Como dice Brueggemann (1997), “La justicia es la manifestación de la presencia activa de Dios en la historia” (p. 45).

El Nuevo Testamento eleva este estándar a nuevas alturas en la vida y el ministerio de Jesús. Lucas 4:18 describe cómo Jesús declara Su misión: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres” (NVI). Jesús no solo predicó, sino que actuó; Él tocó a los leprosos, dio de comer a los hambrientos y sanó a los enfermos. La iglesia pentecostal, que proclama la llenura del Espíritu Santo, no puede ignorar este aspecto del ministerio de Cristo. Como señala Fee (1994), “El don del Espíritu está siempre ligado a un propósito misional y de servicio” (p. 129).

El Espíritu Santo y la compasión activa

La experiencia pentecostal enfatiza el poder del Espíritu Santo y los dones carismáticos. Sin embargo, es crucial entender que este poder no es solo para la edificación interna de la iglesia, sino para transformar la sociedad. Hechos 2 nos presenta el derramamiento del Espíritu como un evento que no solo trajo avivamiento, sino que llevó a la iglesia a actuar en unidad y generosidad: “Vendían sus propiedades y posesiones y las compartían según la necesidad de cada uno” (Hechos 2:45, NVI). Esta expresión de amor y servicio es un testimonio irrefutable de que la unción verdadera impulsa a la acción (Keener, 2012, p. 492).

El servicio como evidencia del evangelio viviente

Jesús dejó en claro que la autenticidad de la fe se mide en la manera en que servimos a los demás. Mateo 25:35-40 muestra a Jesús identificándose con los necesitados: “Tuve hambre y me disteis de comer… todo lo que hicieron por uno de estos más pequeños, por mí lo hicieron” (NVI). Este pasaje desafía a la iglesia a ver el servicio no como un proyecto social, sino como una misión espiritual profunda. La iglesia pentecostal, con su énfasis en la vida plena del Espíritu, está llamada a ser la encarnación del amor de Dios en acción (Wright, 2012, p. 214).

 La dimensión profética del servicio

El servicio al necesitado no solo tiene un impacto social; es una declaración profética. La iglesia es llamada a ser la voz de Dios en un mundo que a menudo cierra los ojos a la injusticia. Este rol profético se manifiesta en la capacidad de señalar lo que está mal y actuar para corregirlo. Como dice Hollenweger (1997), “El pentecostalismo, en su forma más auténtica, es un movimiento de protesta contra la indiferencia y el statu quo” (p. 312). Ser una iglesia ungida implica luchar contra la injusticia, abogar por los marginados y ser agentes de reconciliación.

El desafío actual

En la actualidad, la iglesia enfrenta un mundo en crisis, donde la pobreza, la injusticia y la desesperanza abundan. La misión pentecostal no puede quedarse en una mera experiencia emocional dentro de las paredes del templo; debe traducirse en acciones concretas que transformen comunidades. La fe viva es la que se ve reflejada en obras (Santiago 2:17). Como bien lo expresa Foster (1998), “El servicio cristiano no es solo una obra humanitaria; es un acto de obediencia que refleja el corazón de Dios” (p. 128).

La iglesia pentecostal, en su pasión por los dones del Espíritu, debe recordar que el mayor don es el amor (1 Corintios 13:13). Este amor se expresa en el servicio, en la compasión y en un compromiso inquebrantable con los más necesitados. Si bien es importante buscar lo sobrenatural, no podemos olvidar que la verdadera espiritualidad se demuestra en cómo tratamos al prójimo (Carson, 2018, p. 78).

Un llamado a la acción pentecostal

La iglesia pentecostal tiene una responsabilidad y un privilegio: ser la expresión del amor de Cristo en un mundo que anhela esperanza. El poder del Espíritu Santo nos equipa para hacer más que solo predicar; nos impulsa a servir y transformar. Hoy, más que nunca, debemos levantarnos y mostrar que Pentecostés no es solo un evento histórico, sino una realidad que cambia vidas y comunidades. Que nuestras acciones reflejen que servimos a un Dios vivo, y que cuando extendemos nuestras manos a los necesitados, es Cristo mismo quien actúa a través de nosotros (Mateo 25:40).

BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS:

  • Brueggemann, W. (1997). Theology of the Old Testament: Testimony, Dispute, Advocacy. Fortress Press.
  • Carson, D. A. (2018). Jesus’ Sermon on the Mount and His Confrontation with the World: An Exposition of Matthew 5–10. Baker Academic.
  • Fee, G. D. (1994). God’s Empowering Presence: The Holy Spirit in the Letters of Paul. Hendrickson Publishers.
  • Foster, R. J. (1998). Celebration of Discipline: The Path to Spiritual Growth. HarperSanFrancisco.
  • Hollenweger, W. J. (1997). Pentecostalism: Origins and Developments Worldwide. Hendrickson Publishers.
  • Keener, C. S. (2012). Acts: An Exegetical Commentary: Volume 1. Baker Academic.
  • Wright, N. T. (2012). How God Became King: The Forgotten Story of the Gospels. HarperOne.

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