Por Fernando E. Alvarado
Ninguna mente finita puede comprender plenamente la naturaleza, el carácter o las obras del Ser infinito. No podemos descubrir a Dios por medio de la investigación. Para las mentes más fuertes y mejor cultivadas, lo mismo que para las más débiles e ignorantes, el Ser santo debe permanecer rodeado de misterio. Como la mente finita no puede explorar a Dios, llega a una conclusión: Dios no existe. Otros, que elegimos creer aunque no comprendamos plenamente a Dios, corremos un riesgo similar: Creer algo erróneo acerca de Dios, reduciendo al Dios infinito e incomprensible, a la imagen y semejanza de nuestras propias limitaciones y capacidad de comprensión. Es ahí donde nacen las herejías.

El mayor problema con las herejías acerca de la naturaleza de Dios es que abandonan al Dios bíblico y crean un dios falso, cambiando con ello «la gloria del Dios incorruptible por una imagen a la semejanza de hombre corruptible» (Romanos 1:23). Esto es precisamente lo que ocurre con la doctrina de la Trinidad, una doctrina fundamental de la fe cristiana. Muchos, al no comprenderla, asumen que no es verdadera. «¡La naturaleza de Dios debería ser comprensible!» — nos dicen. Pero si pudiéramos sondear y escudriñar algo tan íntimo de Dios como su naturaleza y esencia misma, entonces ese Dios no sería el Dios Creador, sino una más de las criaturas. Y una que, en el peor de los casos, sería el producto de nuestro imaginación. ¡Si tu Dios cabe en tu mente y lo puedes explicar entonces ese no es un Dios real, sino un ídolo creado! De nuestro Dios infinito se dice:
«Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros.» (Isaías 55:9)
Hay ciertas verdades sobre la Trinidad que podemos deducir de la Palabra de Dios. Ellas, sin embargo, no son capaces de describir a la perfección la naturaleza de ese Ser Infinito. Nos ayudan,no obstante, a demarcar nuestra fe y distanciarnos de las herejías:
Así pues, Dios es uno en esencia (Deuteronomio 6:4; Isaías 43:10; Isaías 45:5), pero tres en personas (Mateo 28:18-20; Mateo 3:16-17; 2 Corintios 13:14; Hebreos 1:8-10; etc.). Cada persona es una subsistencia de la esencia divina. Cada persona es totalmente divina porque la única esencia divina indivisible subsiste en las tres personas eternamente (2 Corintios 1:3; Juan 10:30-33; Tito 2:13; 2 Corintios 3:17; Hechos 5:3-5, etc.). El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres dioses distintos; esa es la herejía del triteísmo. Más bien, son un solo Dios. Tampoco hay una persona inferior a la otra; esa es la herejía del arrianismo. Más bien, son coeternas y coiguales, un solo Dios.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son homoousios, «de la misma esencia»: cada persona es total e igualmente divina, y son un solo Dios. Cada persona es idéntica en cuanto a los atributos divinos: son iguales en Su ser, sabiduría, poder, santidad, justicia, bondad, verdad, autoridad y en todos los otros aspectos de la Divinidad.

¿Cuáles exactamente lo que diferencia a las tres personas? Los nombres que la Escritura utiliza para revelarnos a estas tres personas nos ayudan a entender esa diferencia: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
(1) La primera persona es el Padre porque es el Padre del Hijo, pero, a diferencia de nuestro concepto humano de la paternidad, Dios el Padre es un Padre eterno para Su Hijo. Además, a diferencia de los padres humanos, Dios el Padre no tiene un Padre. Él nunca ha sido Hijo. Su Paternidad es eterna y no tiene origen.
La no generación del Padre es la propiedad personal que distingue al Padre del Hijo y del Espíritu Santo. El Padre es completamente divino, al igual que las otras dos personas, pero en términos personales, es eternamente ingénito. El Padre no procede de nadie.
(2) La segunda persona es el Hijo porque es generado o engendrado por Su Padre. Sin embargo, a diferencia de la generación humana, nunca hubo un tiempo en que el Hijo no existiera. Su generación es una generación eterna, Su genitura es una genitura eterna.
(3) La tercera persona se llama Espíritu porque es espirada por el Padre y el Hijo (o procede del Padre y del Hijo). No es un segundo Hijo, como si fuera un hermano del Hijo, ni es un nieto del Padre. Es el Espíritu porque no es generado o engendrado, sino espirado.
En teología, las que estamos describiendo se denominan «relaciones eternas de origen», y solo ellas distinguen a las tres personas e identifican Sus propiedades personales (el Padre es ingénito, nunca es engendrado; el Hijo Unigénito es eternamente engendrado; y el Espíritu eternamente procede o es espirado del Padre y el Hijo).
