Arminianismo Clásico, Arminianismo Reformado, Calvinismo

Desesperación y vicio de seguridad, las dos caras del calvinismo

Por: Fernando Ernesto Alvarado.

La seguridad de la salvación fue una preocupación central y motivadora de la Reforma protestante. Martín Lutero buscó seguridad en el sacramento de la penitencia, pero fue en vano. Finalmente lo encontró en su descubrimiento de la justificación solo por gracia a través de la fe sola. Esta preocupación por la seguridad de la salvación continuó vigente dentro de las iglesias reformadas (calvinistas), tal como nos lo evidencia el Catecismo de Heidelberg[1] (1563):

“P.1. ¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte? R. Que yo, con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo, que me libró del poder del diablo, satisfaciendo enteramente con preciosa sangre por todos mis pecados, y me guarda de tal manera que sin la voluntad de mi Padre celestial ni un solo cabello de mi cabeza puede caer antes es necesario que todas las cosas sirvan para mi salvación. Por eso también me asegura, por su Espíritu Santo, la vida eterna y me hace pronto y aparejado para vivir en adelante según su santa voluntad.”[2]

La mayoría de los creyentes reformados (calvinistas) asumen que, como los arminianos creemos que es posible caer de la gracia y perder la salvación, entonces no tenemos el mismo grado de comodidad y seguridad que supuestamente tienen los reformados. En realidad, lo contrario es el caso: los arminianos pueden tener mayor seguridad de la salvación que los mismos calvinistas. En su propia vida y ministerio, Jacobo Arminio (1559–1609) vio la razón de esto. Durante los años de su ministerio pastoral en Ámsterdam, Arminio fue testigo de dos problemas diferentes en lo que respecta a la seguridad de la salvación entre los creyentes del calvinismo: La desesperación y la falsa seguridad como producto de la doctrina reformada de la predestinación.

CALVINISMO, FUENTE DE DESESPERANZA

Primero, Arminio se dio cuenta de lo que llamaba desesperación entre los calvinistas (Utilizó la palabra latina «desperatio», que significa desesperanza) Recordó múltiples ejemplos cuando atendía a personas en sus lechos de muerte que no tenían la seguridad de su propia salvación. El problema era que, en estos casos, estos eran creyentes ejemplares que deberían tener seguridad. Sin embargo, en este momento crucial en el que más necesitaban seguridad, les faltaba. ¿Cómo podrían los cristianos reformados, que fueron salvados no por su propia bondad, sino por la justicia imputada de Cristo, caer víctimas de la desesperación? ¿Cómo llegaron a este punto? ¿Por qué la duda que plagó a la Iglesia romana medieval tardía no se resolvió en la Iglesia Reformada? Cuando uno examina los escritos de Arminio, uno puede ver cómo la desesperación es el resultado de tres doctrinas reformadas:

  1. La convicción reformada de que la fe salvadora incluye no solo el conocimiento y el consentimiento, sino también la fiduciao la confianza segura. La seguridad (fiducia) a veces se usaba como sinónimo de fe (fides). Bajo este supuesto reformado, si una persona cree en Cristo como Salvador y cree que la justicia de Cristo puede ser imputada a él por fe, y la persona desea esta salvación, pero solo carece de la certeza de esa salvación, entonces la persona puede comenzar a cuestionar su fe en conjunto, y preguntarse si él es uno de los elegidos. Este fue el problema que Arminio, como pastor calvinista que fue, tuvo que enfrentar al estar junto a cristianos moribundos en Ámsterdam: tomaron su falta de seguridad para indicar necesariamente una falta de fe. Arminio distinguió la seguridad (fiducia) de la fe (fides), declarando que la seguridad sigue como el resultado ordinario de la fe salvadora, pero no es necesariamente simultánea con la fe.
  1. La doctrina de la fe temporal, como lo enseñó Juan Calvino y otros teólogos reformados. Dicha doctrina también generó desesperanza. ¿Cómo se puede distinguir la diferencia entre la fe débil de los elegidos y la fe temporal del reprobado? ¡No puedes realmente! Calvino afirmó que una persona puede parecer a los demás como si tuviera fe, de hecho ella misma podría pensar que posee una fe salvadora, cuando en realidad solo fue una fe otorgada temporalmente por Dios que no estaba destinada a perseverar, sino que sería retirada por Dios. El ejemplo bíblico común es Simón el Mago (Hechos 8), quien se describe como creyente y se creía genuinamente como un verdadero creyente, pero cuya creencia pronto se demostró que era falsa.[3] Es decir, el mismo Simón no era consciente de su estado hasta que su fe falló. El reprobado puede ser engañado a sí mismo y, a pesar de todas las apariencias en contra, carece de fe genuina. Si incluso el reprobado puede tener una fe temporal que se asemeja a la de los elegidos, tanto externa como internamente, entonces no importa cuán débil o fuerte parezca la fe y la seguridad de la persona en el presente.
  1. La doctrina de la reprobación incondicional. Esta doctrina produce un socavamiento de la seguridad de la salvación que puede ser devastador. La doctrina reformada de la elección incondicional afirma que Dios elige a quién Dios quiere salvar, no basándose en sus buenas obras, su fe prevista o incluso su consentimiento voluntario. El corolario necesario para esta elección es que Dios reprueba incondicionalmente, o tal vez «pasa por alto», el resto de la humanidad, cuyo resultado es la condena. La única manera de escapar de la condenación es ser elegido por Dios. Pero, como observa Arminio, ya que esa elección es incondicional (aparte de la voluntad absoluta y soberana de Dios), no hay nada que el reprobado pueda hacer para estar en una relación de salvación con un Dios que no lo haya elegido. La predestinación reformada, dice Arminio, «produce en la gente una desesperación tanto de cumplir lo que su deber requiere como de obtener aquello hacia lo que se dirigen sus deseos»[4] Esto es lo que se conoce como la doctrina de la «gracia no disponible». Si crees que puedes ser reprobado, no hay nada que puedas hacer al respecto, ya que la elección es incondicional.

FALSA SEGURIDAD DEL CALVINISMO

El segundo problema que observó Arminio en el calvinismo es el extremo opuesto al primero. Llamó a dicho problema “vicio de seguridad”. Recordó varias veces durante su ministerio cuando, como un pastor atento, se dirigió al pecado en la congregación e incluso amonestó a ciertos individuos. Con demasiada frecuencia, esas mismas personas respondieron como si el pecado no fuera una preocupación real. Le consideraban de poca importancia. Después de todo, el apóstol Pablo, según la interpretación reformada dominante de Romanos 7, fue continuamente vencido por el pecado. Ya que los elegidos son salvos por gracia, ¿cuál es realmente el problema? Parece que esta tendencia hacia la seguridad, como el anterior problema de la desesperación, es el resultado de la combinación distintiva de tres enseñanzas reformadas:

  1. La Normalidad del Pecado en la Vida Cristiana (Eficacia de la Santificación):Para los reformados, aunque la persona regenerada debe y puede hacer pasos hacia la santificación con la ayuda del Espíritu Santo, sin embargo, son pasos de bebé; el progreso es mínimo. La interpretación reformada estándar de Romanos 7, leída como el relato autobiográfico del apóstol regenerado Pablo, apoya la idea de que el pecado es una lucha continua y prominente en la vida cristiana. Tener poca expectativa de la santificación personal implica que el pecado es, en cierto sentido, normal y, por lo tanto, no es motivo de grave preocupación para el cristiano individual. Por su parte, Arminio ciertamente reconoció que el progreso en la santidad se ve impedido por el pecado y la debilidad. Pero también impugnó la típica lectura reformada de Romanos 7 y, como los primeros padres de la iglesia, interpretó a la persona agobiada por el pecado como alguien que aún no se ha regenerado, porque el pecado no puede dominar la vida de una persona regenerada como se describe en este pasaje.
  1. La Elección Incondicional: La segunda doctrina reformada que lleva muchos de sus adeptos a la seguridad es la elección incondicional, junto con su corolario de la gracia irresistible. Si uno confía en su elección, entonces la gracia es irresistible y la salvación es segura.
  1. La Perseverancia de los Santos: La elección incondicional y la gracia irresistible pueden promover la seguridad, especialmente cuando se combina con una tercera doctrina, la perseverancia de los santos, que es un corolario predecible de la elección incondicional. Si una persona se convierte en parte del pueblo escogido por el pacto de Dios solo por la gracia irresistible, aparte de las buenas obras, ninguna cantidad de obras malvadas o falta de buenas obras puede anular esa elección y el pacto. Según Arminio, si se afirma la imposibilidad de la apostasía, esta doctrina no consuela tanto como engendra descuido con respecto al pecado, lo que, para Arminio, es una indicación peligrosa de “seguridad carnal” (securitas carnalis). Arminio escribió:

“La persuasión por la cual cualquier creyente ciertamente se persuade a sí mismo de que no puede desertar de la fe, o que, al menos, no desertará de la fe, no conduce tanto a la consolación contra la desesperación o la duda que sea adversa a la fe y la esperanza, como lo hace para generar seguridad, una cosa que se opone directamente a ese temor más saludable con el que se nos manda desarrollar nuestra salvación, y que es sumamente necesario en este lugar de tentaciones[5]

Por lo tanto, la normalidad del pecado en la vida cristiana, junto con las doctrinas de la elección incondicional y la seguridad eterna, podría fomentar una actitud de «salvo si lo haces; salvo si no lo haces”. Esta falta de preocupación por la presencia del pecado es lo que podría precipitar una caída.

Para los arminianos, hay un camino intermedio de verdadera seguridad entre los extremos de la desesperación y la falsa seguridad calvinista. Por un lado, el conocimiento de que el pecado tiene consecuencias y de que una persona puede caer de la gracia a través de la rebelión abierta contra Dios. Pero, por otro lado, el conocimiento de que Dios salvará a todos los creyentes penitentes nos llega de seguridad, certeza y esperanza.

EL FUNDAMENTO SEGURO DE NUESTRA SALVACIÓN

En última instancia, la garantía de la salvación se encuentra al examinar cuál es el fundamento mismo de la salvación: el amor de Dios. Este amor de Dios es evidente en su promesa, que es externa a la criatura. La palabra de Dios da a conocer su voluntad o intención para la criatura. La pregunta es: Si no hay obra meritoria alguna que pueda asegurarnos el favor divino y la salvación, ¿Qué determina o influye en la voluntad divina de salvarnos?

Los calvinistas, o reformados, son reacios a describir el afecto de Dios hacia toda la raza humana como «amor». Para los calvinistas, la voluntad amorosa de Dios no se extiende a toda la humanidad con el propósito de la salvación, sino solo a unos cuantos elegidos. Pero si Dios no ama a todos, entonces la seguridad se ve socavada. Al creyente promedio le queda nada más preguntarse en qué grupo está incluido él: Entre aquellos a quienes Dios quiere salvar o entre aquellos a quienes él no quiere salvar. Su voluntad con respecto a la elección y la base de esta voluntad es inescrutable.

Para los arminianos, el verdadero fundamento de la salvación y la seguridad de la salvación es la promesa de Dios de que él ama a todos y salvará a los creyentes penitentes. Este fundamento se basa en Dios mismo y es posible solo a través de la obra de Cristo. Y Dios envió a Cristo por su amor (Juan 3:16). Para llegar al fondo del asunto, podemos comparar las respuestas calvinistas y arminianas a las preguntas: ¿Cómo sabes que perteneces a Dios? ¿Cómo sabes que eres uno de los elegidos?

Robert Peterson y Michael Williams, dos teólogos calvinistas, responden a dichas preguntas de la siguiente manera:

«Es cuando las personas se vuelven a Cristo con fe cuando saben que Dios las ha elegido para la salvación»[6]

Michael Horton, otro teólogo calvinista, responde a esta pregunta con una referencia a Juan 10: 27-28:

“¿Has escuchado la voz de Cristo y lo has seguido? Luego te da vida eterna. Descubrimos la elección no en nosotros mismos sino en Cristo».[7]

Esto suena bonito, sin embargo, una vez que reconoces que hay una clase de personas que Dios realmente no quiere salvar, personas a las que no ama, la seguridad se ve socavada. Además, el reconocimiento de que la fe actual de cualquier persona puede ser simplemente una fe temporal y un resultado del autoengaño, una fe que no durará, también socava la seguridad. «Volverse a Cristo en la fe» y «descubrir la elección en Cristo» son frases que suenan huecas en un sistema en el que Dios no quiere que todos se salven, y le da fe temporal a algún reprobado a quien Dios finalmente excluirá de la salvación. El calvinismo enseña:

“Todos aquellos a quienes Dios ha predestinado a la vida y solo a ellos, él se complace… de llamar eficazmente… a la gracia y salvación por Jesucristo”.[8]

Claramente, solo unos pocos elegidos se salvan en el calvinismo, los demás están excluidos. Tales afirmaciones, por lo tanto, carecen de sentido. Así las cosas, el calvinismo genera más dudas que certezas en el creyente pues ¿Cómo puede estar plenamente seguro que pertenece a los elegidos?

Para el arminiano, por otro lado, esas mismas frases, y todos los testimonios de salvación, en realidad significan algo. No hay duda en cuanto a qué grupo pertenecemos. Pertenecemos al grupo que Dios ama y quiere salvar. Los arminianos creemos firmemente que:

“El Señor… No quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan.” (2 Pedro 3:9, NVI)

“El Dios viviente, que es Salvador de todos, especialmente de los que creen.” (1 Timoteo 4:10, NVI)

Pase lo que pase en la vida, sabemos que Dios nos ama. Cualquier cosa que pueda pasar, cualquier éxito o fracaso que pueda experimentar, cualquier ganancia o pérdida, sabemos algo que un calvinista nunca puede saber con certeza: Dios quiere que sea salvo y me creó para este fin. Esta es la base de la salvación y la seguridad de la salvación.

REFERENCIAS:

[1] El Catecismo de Heidelberg (Heidelberger Katechismus)es uno de las Tres Formas de la Unidad junto a la Confesión belga (1561) y los Cánones de Dort (1618-19). Fue escrito en 1563 por dos jóvenes teólogos: uno que había sido alumno de Juan Calvino, y el otro que lo fue de Felipe Melanchton, cercano colaborador de Lutero. Los nombres de los autores son Zacharius Ursinus y Gaspar Oleviano. El Catecismo de Heidelberg consta de un total de 129 preguntas y respuestas.

[2] Catecismo de Heidelberg (2010), Confraternidad Latinoamericana de Iglesias Reformadas, Guadalupe, Costa Rica. Pp. 7.

[3] Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana, III:2:10.

[4] Jacobo Arminio, Verklaring, pág. 87.

[5] Jacobo Arminio, Articuli nonnulli XXII.4-5.

[6] Robert A. Peterson y Michael D. Williams, Why I am Not an Arminian (2004), IVP Books, pp. 65.

[7] Michael Horton, For Calvinism (2011), Zondervan Academic, pp. 73.

[8] Confesión de Fe de Westminster (1643), X: 1.

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