COVID-19, Reflexión Teológica

¿Tiene Dios la culpa de esto?

Por Fernando E. Alvarado

En medio de la pandemia actual, y ante la muerte y sufrimiento que muchos están experimentando en el mundo entero, alguien preguntó: «Si Dios es tan bueno, ¿Por qué permite esto? y si es tan poderoso como dicen, ¿por qué no interviene y erradica el virus?»

Dicha pregunta no tiene nada de sorprendente o novedosa. Muchos la han hecho una vez tras otra a lo largo de la historia. Lo que realmente me asombró fue la respuesta que cierto «cristiano» le dio a tal pregunta. Pretendiendo resolver el asunto, citó Job 2:10, el cual dice:

«¿Aceptaremos el bien de Dios pero no aceptaremos el mal?»

Pero decir esto como respuesta ante la actual pandemia puede parecer piadoso, incluso sumiso y resignado a la voluntad de Dios. El problemas es lo que se encierra dentro de tal argumento: «Dios es el culpable de todo mal que ocurre en este mundo». Job sin duda tuvo sus razones para decir lo que dijo, pero él desconocía muchas cosas que nosotros, gracias a la revelación plena de las Escrituras (las cuales por cierto Job no poseía), sabemos hoy día.

En algunos círculos religiosos protestantes, sobre todo dentro de la teología reformada, se cree a menudo que todo lo que ocurre, bueno o malo, ha sido predeterminado por Dios. Dios es quien, en su soberanía, decreta cada acto que ocurrirá en la historia y más allá de ella. Todo, incluso el mal y el pecado, las pestes, terremotos, o cualquier otro tipo de desastre y desgracia que acontezca, ocurre porque Dios así lo quiso. Son «actos de Dios» se dicen a sí mismos. Pero, ¿fue eso lo que quiso decir Job?

Entender las palabras de Job como haciendo responsable a Dios por lo ocurrido sería un error. El que le causó daño a Job no fue Dios, sino Satanás. Las palabras de Job en el capítulo 2, versículo 10 no deben ser entendidas como una afirmación que de Dios procede el mal, pues de acuerdo con Santiago 1:17:

«Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación».

El hacer mal no está en Dios. De lo contrario él sería el autor del pecado y perdería toda autoridad moral como Juez de la humanidad, pues de Él se dice:

«Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?» (Génesis 18:25).

Cuando Job afirma que de «Dios ha recibido el mal», Job, en gran medida, está hablando desde su ignorancia y limitaciones humanas. ¿Cómo lo sabemos? Pues porque Job nunca supo porqué le pasó lo que le pasó. Él nunca supo que Satanás había causado todos sus males; nunca supo de la conversación entre Dios y Satanás. Solo podía tratar de adivinar o explicarse a sí mismo lo que le pasaba. Por eso sus palabras no son afirmaciones doctrinales, no son una verdad, sino una suposición, una explicación que Job se dio a sí mismo sin entender realmente lo que pasaba. Más adelante Job reconoce que se equivocó al creer que Dios era el causante del mal. En Job 42.1–6 leemos:

«Respondió Job a Jehová, y dijo: Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza.»

Cada versículo (y Job 2:10 no es la excepción) debe ser analizado e interpretado en su contexto o corremos el riesgo de difamar a Dios y decir de Él algo que la Biblia no enseña.

Dios no es el causante del pecado, del mal o de las desgracias que le sobrevienen al hombre. Es el hombre quien en muchos sentidos trae el mal sobre sí mismo (contaminación, mala distribución de los recursos, egoísmo, avaricia, guerras, armas químicas, ataques con armas biológicas, etc.). desde la Caída, el hombre intentó sacar a Dios de su vida, ¿Cómo entonces esperamos que Él venga en rescate de nosotros cada vez que nos metemos en problemas (y ciertamente, Dios lo hace en su misericordia)? o peor aún, ¿cómo nos atrevemos a culparlo? En un mundo caído como este no todo lo que ocurre es la perfecta voluntad de Dios. Las naciones y los seres humanos en general viven en pecado y bajo el dominio de Satanás. Y él mismo dio fe de ello:

«Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos.» (Lucas 4:5-7)

Jesucristo no negó la realidad de dicho dominio satánico sobre las naciones; en cambio, reconoció que Satanás es el «príncipe de este mundo» (Juan 14:30). Tampoco lo hicieron los apóstoles. Pablo llama a Satanás el «dios de este mundo» (2 Corintios 4:4, NBV). Y Juan afirma categóricamente:

«Sabemos que somos de Dios aunque el mundo entero esté controlado por el maligno.» (1 Juan 5:19, NBV)

Entonces, ¿a quién deberíamos culpar por el mal que acontece en el mundo?

En primer lugar, a nosotros mismos:

«Además, como estimaron que no valía la pena tomar en cuenta el conocimiento de Dios, él a su vez los entregó a la depravación mental, para que hicieran lo que no debían hacer. Se han llenado de toda clase de maldad, perversidad, avaricia y depravación. Están repletos de envidia, homicidios, disensiones, engaño y malicia. Son chismosos, calumniadores, enemigos de Dios, insolentes, soberbios y arrogantes; se ingenian maldades; se rebelan contra sus padres; son insensatos, desleales, insensibles, despiadados. Saben bien que, según el justo decreto de Dios, quienes practican tales cosas merecen la muerte; sin embargo, no solo siguen practicándolas, sino que incluso aprueban a quienes las practican.» (Romanos 1:28-32, NVI)

En segundo lugar, a Satanás, el príncipe de este mundo, quien se deleita en provocar al hombre a cometer toda clase de maldad y pecado, a fin de destruir sus vidas y generar miseria en el mundo:

«El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.» (Juan 10:10)

Mi estimado amigo. Dios no es el responsable del mal. Afirmar tal cosa sería herejía, pues estarías difamando el carácter de Dios. Ante la pregunta: «¿Es Dios el causante del mal?» respondemos sin dudarlo:

«De ninguna manera, antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, y venzas cuando fueres juzgado.» (Romanos 3:4)

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