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Vida Cristiana | ¿Puedo casarme de nuevo?

Bajo la Ley de Moisés se aceptaba el hecho de que el divorcio permitía un segundo matrimonio. De acuerdo con Deuteronomio 24:1-4, la mujer divorciada (y su anterior esposo) podían contraer segundas nupcias con otra persona. No obstante, este pasaje también muestra que la Ley ponía ciertos límites sobre el segundo matrimonio, en que la mujer repudiada no podía ser reclamada después de que se hubiera casado con otro hombre:

“Si un hombre se casa con una mujer, pero luego deja de quererla por haber encontrado en ella algo indecoroso, solo podrá despedirla si le entrega un certificado de divorcio. Una vez que ella salga de la casa, podrá casarse con otro hombre. Si ocurre que el segundo esposo le toma aversión, y también le extiende un certificado de divorcio y la despide de su casa, o si el segundo esposo muere, el primer esposo no podrá casarse con ella de nuevo, pues habrá quedado impura. Eso sería abominable a los ojos del Señor. No perviertas la tierra que el Señor tu Dios te da como herencia.” (NVI)

En el Nuevo Testamento, Jesús enseñó que el divorcio y el segundo matrimonio, sin bases bíblicas, se constituye en adulterio, ya que se constituye en una violación o pecado contra el pacto del primer matrimonio (Mateo 5:32; 19:9; Marcos 10:11,12; Lucas 16:18).  Obviamente Jesús, en estos pasajes, habla a quienes deliberadamente inician el divorcio sin tener bases bíblicas para ello. Jesús reconoció que el problema básico era el divorcio en sí mismo, porque los divorciados probablemente volverían a casarse. No obstante, Jesús incluyó una cláusula de excepción a favor del cónyuge inocente:

“Pero ahora yo digo que el hombre que se divorcie de su esposa, a no ser en caso de pecado sexual (porneia), hace que ella cometa adulterio. El hombre que se case con una mujer divorciada también está cometiendo adulterio.” (Mateo 5:32; PDT)

“Entonces les digo que el que se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio. La única razón para que un hombre se divorcie y se case de nuevo es si su esposa le ha sido infiel.” (Mateo 19:9; PDT). 

Esto indica que una persona casada que se divorcia de su cónyuge que comete inmoralidad sexual no hace que éste adultere, porque el ofensor ya es culpable de adulterio, y el cónyuge contra quien ha pecado no comete adulterio al volver a casarse. Debe notarse, por supuesto, que la “fornicación (porneia)” muchas veces implica repetida inmoralidad, de modo que esta excepción no debe considerarse como mandato de poner fin a un matrimonio afectado por una trágica indiscreción, cuando éste pudiera restaurarse.

Pablo también incluyó una excepción a favor del cónyuge inocente. En caso de que el cónyuge incrédulo no estuviera dispuesto a vivir con su pareja convertida al evangelio, Pablo aconseja:

Sin embargo, si el que no es creyente se separa, que se separe; en tales casos el hermano o la hermana no están obligados [no ‘esclavizado’, douloõ], sino que Dios nos ha llamado para vivir en paz.” (1 Corintios 7:15, LBLA).

“No están aobligados” es una expresión fuerte que aparentemente significa que se otorga libertad al creyente. Por tanto, el significado es que el creyente está en libertad de volver a casarse. Pablo, sin embargo, disuade el segundo matrimonio por el bien del ministerio al Señor: 

“¿Estás libre de mujer? No procures casarte. Mas también si te casas, no pecas” (1 Corintios 7:27,28)

Toda persona divorciada que considera en segundo matrimonio debe recordar las instrucciones de Pablo a las hijas vírgenes de Corinto: “con tal que sea en el Señor” (1 Corintios 7:39).

OBJECIONES A UN SEGUNDO MATRIMONIO

A pesar de las excepciones dadas arriba, algunas denominaciones y maestros religiosos suelen usar ciertos argumentos en contra de un segundo matrimonio para el creyente inocente, prohibiéndole a este rehacer su vida, aunque la culpa del divorcio no haya sido suya.

PRIMERA OBJECIÓN: “EL DIVORCIO NO ANULA EL LAZO MATRIMONIAL, NI OTORGA EL DERECHO A DISOLVERLO”

A veces se reconoce que las cláusulas de excepción de Jesús permiten el divorcio debido a “porneia” (cualquier tipo de inmoralidad sexual). Pero se argumenta que tal divorcio no anula el lazo matrimonial, ni otorga el derecho a disolverlo. Por tanto, para quienes sustentan este punto de vista, constituye adulterio que la parte inocente contraiga un segundo matrimonio. Sin embargo, Jesús no hizo tal declaración; y en Mateo 19:9 Jesús supone que el hombre volverá a casarse. El versículo trata el divorcio y segundo matrimonio, y conforme a las reglas de gramática la cláusula de excepción se aplica a ambos.  La palabra griega para “divorcio” (apoluo) se usa en el pasaje de Deuteronomio al que Jesús se refiere en Mateo 5:31 y Marcos 10:2-12.  En ese pasaje, el “divorcio” claramente disolvió la unión matrimonial.  Jesús no cambió la naturaleza del divorcio como la acción de disolver el matrimonio. Él simplemente rechazó los pretextos, razones, o causas con la sola excepción de la “inmoralidad sexual” (porneia). Además, es difícil mantener este punto de vista a la luz de otros pasajes que enfatizan los derechos y las obligaciones conyugales del marido y de la mujer, como en 1 Corintios 7:2-5, por ejemplo. La mayoría de los protestantes interpretan que las cláusulas de excepción de Jesús permiten un segundo matrimonio y excluyen a la parte inocente de cualquier culpa de adulterio. Pero en ningún caso Él manda que se efectúe el divorcio o el segundo matrimonio.  Simplemente están permitidos bajo esta única condición.

SEGUNDA OBJECIÓN: LA MUJER ESTÁ LIGADA A SU MARIDO HASTA LA MUERTE

A veces se objeta que dos pasajes, Romanos 7:1-3 y 1 Corintios 7:39, específicamente declaran que la mujer está ligada a su marido hasta la muerte; por tanto, los creyentes no pueden divorciarse ni volver a casarse a menos que haya muerto el cónyuge. Romanos 7:1-3 nos dice:

“Hermanos, les hablo como a quienes conocen la ley. ¿Acaso no saben que uno está sujeto a la ley solamente en vida? Por ejemplo, la casada está ligada por ley a su esposo solo mientras este vive; pero, si su esposo muere, ella queda libre de la ley que la unía a su esposo. Por eso, si se casa con otro hombre mientras su esposo vive, se la considera adúltera. Pero, si muere su esposo, ella queda libre de esa ley, y no es adúltera, aunque se case con otro hombre.” (NVI)

Aunque a simple vista pareciera que Pablo apoya tal argumento, un cuidadoso estudio del contexto de Romanos 7:1-3 muestra que Pablo quería ilustrar que el creyente estaba libre de la Ley. En el antiguo judaísmo, sólo el marido podía iniciar el divorcio. Por tanto, la mujer estaba ligada a él de por vida, a menos que él escogiera divorciarse de ella. Pablo quería ilustrar que el creyente ha muerto a la Ley y que ahora vive para servir en el nuevo régimen del Espíritu. El pasaje no tiene la intención de tratar los problemas del divorcio y el segundo matrimonio.

Otro pasaje que a menudo suele usarse en defensa de este argumento es 1 Corintios 7:39. Dicho pasaje nos dice:

“La mujer está ligada a su esposo mientras él vive; pero, si el esposo muere, ella queda libre para casarse con quien quiera, con tal de que sea en el Señor.” (NVI)

Aparentemente este versículo se refiere a los versículos 8,9 que tratan acerca de las viudas y de aquellos que nunca se han casado:

“A los solteros y a las viudas les digo que sería mejor que se quedaran como yo. Pero, si no pueden dominarse, que se casen, porque es preferible casarse que quemarse de pasión.” (1 Corintios 7:8-9, NVI)

Nótese que Pablo habla a mujeres cuyos esposos han muerto. El pasaje no trata los problemas del divorcio y el segundo matrimonio. Además, en el versículo 15 Pablo ya ha tratado el problema de abandono y ha mostrado que “no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso” y, por lo tanto, aquel creyente cuya pareja lo haya abandonado, está libre para volver a casarse.

UN CRISTIANO QUE HA CONTRAIDO SEGUNDAS NUPCIAS ¿ESTÁ COMETIENDO ADULTERIO CONTINUAMENTE AL VIVIR EN UN NUEVO MATRIMONIO?

No, eso no es lo que la Biblia enseña. No podemos ignorar que el segundo matrimonio establece un nuevo pacto o contrato. Aunque la Escritura señala claramente que el cónyuge que peca y rompe el pacto matrimonial comete adulterio, no pone la culpa sobre la parte inocente.  Los que aducen que el creyente inocente continuamente comete adulterio al vivir en un nuevo matrimonio no tienen ninguna evidencia bíblica para su argumento. Jesús claramente expresó la postura de que los que han sido divorciados por un cónyuge en pecado, o los que se divorciaron de su cónyuge pecaminoso por “fornicación” o “inmoralidad sexual” o por abandono, tienen la libertad de volverse a casar sin que se considere adulterio. No obstante, el creyente debe casarse “en el Señor”, es decir, con otro creyente (1 Corintios 7:39), y el pacto del nuevo matrimonio debe ser permanente.

¿HAY LUGAR EN LA IGLESIA PARA LOS DIVORCIADOS Y DE LOS QUE SE VUELVEN A CASAR?

Algunos se apresurarían a decir que no, pero eso tampoco lo enseña la Biblia. La afiliación en la iglesia está abierta a todos los creyentes nacidos de nuevo. Esto ciertamente incluye a los que se divorciaron o que volvieron a casarse antes de ser salvos.  Pablo indica que las personas de distintos rangos sociales y legales, como circuncidados y esclavos, deben ser aceptadas en la condición que se encontraban cuando fueron salvas:

“En cualquier caso, cada uno debe vivir conforme a la condición que el Señor le asignó y a la cual Dios lo ha llamado. Esta es la norma que establezco en todas las iglesias. ¿Fue llamado alguno estando ya circuncidado? Que no disimule su condición. ¿Fue llamado alguno sin estar circuncidado? Que no se circuncide. Para nada cuenta estar o no estar circuncidado; lo que importa es cumplir los mandatos de Dios. Que cada uno permanezca en la condición en que estaba cuando Dios lo llamó. ¿Eras esclavo cuando fuiste llamado? No te preocupes, aunque, si tienes la oportunidad de conseguir tu libertad, aprovéchala. Porque el que era esclavo cuando el Señor lo llamó es un liberto del Señor; del mismo modo, el que era libre cuando fue llamado es un esclavo de Cristo. Ustedes fueron comprados por un precio; no se vuelvan esclavos de nadie. Hermanos, cada uno permanezca ante Dios en la condición en que estaba cuando Dios lo llamó. (1 Corintios 7:17-24, NVI). 

Debemos tener en cuenta que gran cantidad de judíos y gentiles se convirtieron y formaron parte de la iglesia primitiva. Dada la frecuencia de divorcios y segundo matrimonio en esa época, tanto entre judíos como gentiles, es de suponer que en las primeras iglesias había muchas personas divorciadas y casadas una segunda vez. Por ejemplo, Pablo insistió que los creyentes corintios siguieran viviendo con su cónyuge inconverso que estuviera dispuesto a seguir en el matrimonio (1 Corintios 7:12). Es probable que muchos de los creyentes corintios tuvieran cónyuges anteriores todavía vivos o que estuvieran casados con incrédulos que también tuvieran esas circunstancias.

¿PUEDE UN DIVORCIADO OCUPAR CARGOS EN LA IGLESIA O EJERCER EL MINISTERIO?

En iglesias pentecostales como las Asambleas de Dios, el oficio de anciano está abierto a personas casadas por segunda vez, que se divorciaron o volvieron a casar antes de su conversión, o que lo hicieron debido a infidelidad de su cónyuge, o porque como creyentes fueron abandonos por un cónyuge incrédulo. Sin embargo, las congregaciones locales suelen establecer sus propias normas para el diaconado.[1]

Uno de los primeros requisitos para el oficio de anciano (correspondiente al pastor) es que éste debe ser “marido de una sola mujer (mias gunaikos andra)” (1 Timoteo 3:2,12). “[M]arido de una sola mujer” literalmente significa “hombre que tenga una sola mujer”. Es difícil establecer el significado exacto de esta frase y a través de los años ha sido interpretada de diversas maneras. Generalmente, la expresión “marido de una sola mujer (mias gunaikos andra)”  suele interpretarse de seis maneras posibles, como queriendo indicar que los ancianos y los diáconos: (1) no pueden ser solteros, (2) no pueden volverse a casar después de enviudar, (3) tienen que ser varones, y (4) no pueden ser bígamos o polígamos. Ni uno de los primeros tres se puede indicar como práctica en la iglesia primitiva. La bigamia y la poligamia son claramente prohibidos en este término; no obstante, los historiadores informan que la bigamia y la poligamia no eran comunes entre las prácticas judías o greco-romanas en esa época y probablemente no era eso lo que Pablo tenía en mente.

Permanecen dos posibles interpretaciones: (5) los ancianos y los diáconos no pueden ser personas divorciadas o que se hayan vuelto a casar, una tradicional y muy antigua práctica de la Iglesia, y (6) los ancianos y los diáconos tienen que mantener un matrimonio fiel, monógamo, y heterosexual.

¿Cuál es la interpretación correcta, lógica y apegada al contexto en que fue hecha tal afirmación? En primer lugar, debemos recordar que la fornicación (Hechos 15:20; Romanos 1:24; 1 Corintios 6:9,18; 2 Corintios 12:21; Gálatas 5:19; Efesios 5:3; 1 Tesalonicenses 4:3; Apocalipsis 2:21, et al.), el divorcio fácil (1 Corintios 7:12-16), y un segundo matrimonio, presentaba grandes problemas para la naciente Iglesia y sus miles de conversos. No obstante, estos nuevos creyentes eran afirmados como nueva creación en Cristo (2 Corintios 5:17), perdonados de sus pecados (1 Corintios 6:11; 2 Corintios 5:19), e integrados en la Iglesia. Por eso, en vista de toda la evidencia bíblica disponible referente a los problemas de divorcio y segundo matrimonio en la iglesia primitiva, los eruditos concuerdan en que lo que Pablo pretendía decir era que los ancianos y los diáconos tienen que mantener un matrimonio fiel, monógamo, y heterosexual. Se comprende que la descripción de “marido de una sola mujer” se refiere a personas que tienen un matrimonio fiel, monógamo, y heterosexual, en el que ninguno de los cónyuges haya sido divorciado (con esta excepción: si el divorcio fue antes de la conversión, como resultado de la infidelidad sexual del anterior cónyuge, o porque el creyente fue abandonado por su pareja incrédula).

Considerando que el Nuevo Testamento prohíbe que los creyentes divorciados y que se han vuelto a casar ocupen cargos en la iglesia como obispos o ancianos, y diáconos, dicha norma debe ser respetada por cada congregación local (1 Timoteo 3:12; Tito 1:5-9), con la excepción del divorcio consumado antes de la conversión de la persona (2 Corintios 5:17) o por las causas bíblicas de la infidelidad matrimonial del anterior cónyuge (Mateo 19:9), o el abandono del creyente por un incrédulo (1 Corintios 7:10-15). Las causas legítimas de divorcio por causa de infidelidad o abandono se aplican también después de la conversión, incluso para los ministros.

¿QUÉ PASA SI EL DIVORCIO Y SEGUNDAS NUPCIAS SE EFECTUARON ANTES DE LA CONVERSIÓN?

Hay ahora entre el pueblo cristiano aquellos que se enredaron en sus relaciones matrimoniales en su anterior vida de pecado y que no ven cómo estos asuntos se puedan ajustar.  Dichas personas pueden y deben ser recibidas en nuestras iglesias locales y sus complicaciones matrimoniales deben ser dejadas en las manos del Señor (1 Corintios 7:17,20,24).

Los cristianos, sin embargo, no pueden ni deben divorciarse por ninguna causa excepto en casos de inmoralidad sexual (Mateo 19:9). Donde existan estas circunstancias excepcionales, o cuando el cónyuge de un cristiano se haya divorciado de él o ella, el creyente es libre para contraer un segundo matrimonio de acuerdo con la Palabra de Dios (1 Corintios 7:15,27,28), sin que esto implique perder sus derechos como miembro de una congregación local o ser tratado como un cristiano de segunda categoría.

¿Y ENTONCES QUÉ?

Al tratar la naturaleza ideal del matrimonio, la iglesia también tiene que reconocer que, entre sus miembros más necesitados, y potencialmente más fructíferos, hay muchos que han sido divorciados, posiblemente se han vuelto a casar, y que luchan con la culpabilidad de un anterior fracaso matrimonial. Es sumamente importante que la iglesia les muestre el amor y la gracia de Cristo. Se debe expresar una intransigente declaración de la santidad del matrimonio, de tal manera que afirme y consuele a los divorciados y que los equipe a ser fieles en un nuevo compromiso matrimonial, que ya hayan tomado o que tomarán en fidelidad a Cristo.

Estos creyentes divorciados y en segundas nupcias tienen gran potencial para servir en la iglesia y no se los debe considerar como hermanos en Cristo de segunda categoría. En cambio, se los debe instruir en la obra del Espíritu de prepararlos y dotarlos para el servicio mediante su vida y su matrimonio. La iglesia debe tratar firmemente con los creyentes que intencionalmente violan sus votos matrimoniales y que se comportan de maneras que destruye su pacto matrimonial, a la vez que justifican su comportamiento.

Se necesita mucho tino al tratar con quienes tienen problemas matrimoniales que no están específicamente mencionados en las Escrituras, como el prevaleciente abuso físico o emocional, la adicción a drogas, donde peligra la vida, por no decir la salud espiritual o física. Hay que guiar cuidadosamente a los creyentes envueltos en estas circunstancias, con la aplicación de principios bíblicos y oración para que tomen decisiones basadas en la Palabra de Dios y en su propia conciencia.

REFERENCIAS:


[1] Constitución y Reglamentos, Artículo IX, Sección 5, Divorcio y Nuevo Matrimonio.

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