Por: Fernando Ernesto Alvarado.
INTRODUCCIÓN.
Los adventistas son conocidos por sus regulaciones dietéticas. Suelen evitar los alimentos que perjudican al organismo y aconsejan usar con moderación los alimentos que son beneficiosos, destacando la alimentación vegetariana.[1] En países con amplia presencia adventista, la iglesia a menudo ha creado sus propias compañías de alimentos. En Corea del sur, por ejemplo, la Iglesia Adventista del Séptimo Día (ASD) administra la compañía de alimentos Sahmyook, y produce leche de soja y alimentos con proteínas vegetales como sustitutos de la carne. Por tal razón, el vegetarianismo ha llegado a considerarse una de las principales características de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
En cuanto a lo que debe ser evitado por los adventistas están las bebidas estimulantes como las energizantes, el té, el café, el mate, las drogas lícitas como el alcohol y el tabaco en todas sus variantes y algunos tipos de alimentos. Las publicaciones adventistas a menudo resaltan que:
“El régimen señalado al hombre al principio no incluía ningún alimento de origen animal. Al señalar el alimento para el hombre en el Edén, el Señor demostró cual era el mejor régimen alimenticio (Génesis 1:29 y 3:17-19). En la elección que hizo para Israel enseñó la misma lección. Sacó a los israelitas de Egipto, y emprendió la tarea de educarlos para que fueran su pueblo. Les suministró el alimento más adecuado para este propósito, no la carne, sino el maná, “El Pan del Cielo”. Pero a causa de su descontento y de sus murmuraciones acerca de las ollas de carne de Egipto les fue concedido alimento animal, y esto fue únicamente por poco tiempo… Al establecerse en Canaán, se permitió a los israelitas que consumieran alimento animal, pero bajo prudentes restricciones encaminadas a mitigar los malos resultados. Por su salud el uso de la carne de cerdo quedaba prohibido, como también el de la de otros animales, de ciertas aves y de ciertos peces, declarados inmundos. (Levítico, cap.11). De los animales declarados comestibles, la grasa y la sangre quedaban absolutamente proscritas. Sólo podían consumirse las reses sanas. Ningún animal desgarrado, mortecino, o que no hubiera sido cuidadosamente desangrado, podía servir de alimento.” [2]
La Iglesia Adventista del Séptimo Día (ASD) explica su doctrina con respecto a la comida de la siguiente manera: Dios escogió originalmente los vegetales y las frutas como alimento para los seres humanos (Génesis 1:29). Los animales inmundos como el cerdo están clasificados como alimentos prohibidos por Dios (Deuteronomio 14:8, Levítico 11:7-8). En otras palabras, Dios permitió a los seres humanos comer únicamente animales con pezuña hendida y que rumian como el venado, la oveja o la vaca. Dios prohibió a los seres humanos comer ardillas, conejos o cerdos. Entre las criaturas que viven en el agua, los seres humanos pueden comer cualquier pez que tenga aletas y escamas, pero no son aptos la anguila, el bagre, el camarón, el cangrejo, la ostra, la almeja, etc. Las aves de corral limpias que se les permite comer son el pollo, la codorniz, el pavo, la paloma, etc.
En términos generales la doctrina original de la Iglesia Adventista del Séptimo Día (ASD) no prohibía comer carne. Solo distinguía lo que se debía comer de lo que no se debía comer, en base a la ley del Antiguo Testamento. Sin embargo, la Iglesia Adventista del Séptimo Día (ASD) ha ido evolucionando gradualmente y, hoy en día, sin embargo, prohíbe la carne misma. Los adventistas señalan:
“La carne no fue nunca el mejor alimento; pero su uso es hoy doblemente inconveniente, ya que el número de los casos de enfermedad aumenta cada vez más entre los animales. Los que comen carne y sus derivados no saben lo que ingieren. Muchas veces si hubieran visto los animales vivos y conocieran la calidad de su carne, la rechazarían con repugnancia… Continuamente sucede que la gente come carne llena de gérmenes de tuberculosis y cáncer. Así se propagan estas enfermedades y otras también graves. A veces se llevan al mercado y se venden para servir de alimento animales que están tan enfermos que sus dueños temen guardarlos más tiempo. Encerrados sin luz y sin aire puro, respiran el ambiente de establos sucios, se engordan tal vez con cosas averiadas y su cuerpo entero resulta contaminado de inmundicias… En muchos puntos los peces se contaminan con las inmundicias de que se alimentan y llegan a ser causa de enfermedades. Tal es en especial el caso de los peces que tienen acceso a las aguas del albañal de las grandes ciudades. Los peces que se alimentan de lo que arrojan las alcantarillas pueden trasladarse a aguas distantes, y ser pescados donde el agua es pura y fresca. Al servir de alimento llevan la enfermedad y la muerte a quienes ni siquiera sospechan el peligro… Los efectos de una alimentación con carne no se advierten tal vez inmediatamente; pero esto no prueba que esta alimentación carezca de peligro. Pocos se dejan convencer de que la carne que han comido es lo que envenenó su sangre y causó sus dolencias. Muchos mueren de enfermedades debidas únicamente al uso de la carne. Pero nadie sospecha la verdadera causa de su muerte… Los males morales del consumo de la carne no son menos patentes que los males físicos. La carne daña la salud y todo lo que afecta al cuerpo ejerce también sobre la mente y el alma un efecto correspondiente. Pensemos en la crueldad hacia los animales que entraña una alimentación con carne, y en su efecto en quienes los matan y en los que son testigos del trato que reciben. ¡Cuánto contribuye a destruir la ternura con que deberíamos considerar a estos seres creados por Dios!… La inteligencia desplegada por muchos animales se aproxima tanto a la de los humanos que es un misterio. Los animales ven y oyen, aman, temen y padecen. Muchos animales demuestran tener por quienes los cuidan un cariño muy superior al que manifiestan no pocos humanos. Experimentan un apego tal para el hombre, que no desaparece sin gran dolor para ellos. ¿Qué hombre de corazón puede, después de haber cuidado animales domésticos, mirar en sus ojos llenos de confianza y afecto, luego entregarlos con gusto a la cuchilla del carnicero? ¿Cómo podrá devorar su carne como si fuese exquisito bocado? Es un error suponer que la fuerza muscular dependa de consumir alimento animal, pues sin él las necesidades del organismo pueden satisfacerse mejor y es posible gozar de salud más robusta.”[3]
¿ESTAMOS OBLIGADOS A GUARDAR LAS REGULACIONES DIETÉTICAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO?[4]
Muchos preguntan con frecuencia si en verdad, según la Biblia, está prohibido comer o tomar ciertos alimentos. Esta inquietud les nace de conversaciones tenidas con miembros de algunas iglesias pseudocristianas o de ciertas sectas, quienes, con la Biblia en la mano, les han mostrado que no se puede comer cerdo, conejo, ciertos peces y ciertas aves, etc.
Este tema de los alimentos, por ser uno de los más claros y sencillos de comprender, nos permite entender otra verdad básica en la lectura de la Biblia: La Biblia no fue escrita en un solo día, sino que fue redactada durante un período de casi 2.000 años. Y cuando uno lee con atención este libro sagrado nos damos cuenta de que a través de toda la Biblia hay una gran evolución doctrinal y moral. Es decir, que, en la Biblia, no todo tiene vigencia en nuestra época y dispensación Que hay una gran diferencia, aunque se complementen, entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Que no se puede leer el Antiguo Testamento en forma parcial y aislada, como si todo en él fuera doctrina eterna. Hay que leer siempre el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo Testamento. Porque Jesucristo, Dios-hombre, es el centro del Nuevo Testamento y el fin de toda la Biblia. Además, Jesucristo, con su autoridad humano-divina, corrigió y perfeccionó muchas cosas que se leen en el Antiguo Testamento y anuló y abolió costumbres que para los judíos del Antiguo Testamento eran prácticas muy importantes. Y entre estas cosas que Jesús abolió está la cuestión de los alimentos.
Leyendo con atención la Biblia nos damos cuenta de que dentro del mismo Antiguo Testamento hay diversas tradiciones y costumbres en cuanto a los alimentos. El libro de Génesis nos dice que todas las plantas y animales han sido creados buenos y están al servicio del hombre Génesis 1:20-25, 1:28-30, 9:2-3). No obstante, en Génesis 9:4 el escritor sagrado prohíbe comer «carne con sangre». Más adelante, bajo la Ley, se creía que la sangre era el alma o donde el alma residía (Levítico 19:26; 17:11; Deuteronomio 12:23). Por lo mismo, se juzgaba también impuro todo animal que no había sido desangrado, y todo alimento que lo tocara (Levítico 11:34 y 39). Además, se prohíbe la grasa de los animales (Levítico 7:23).
Los textos prohibitivos más famosos que son los que suelen mostrar los adventistas y otros grupos, con la Biblia en la mano para confundir a los creyentes sencillos, son los siguientes: Levítico 11:1-23 y su paralelo Deuteronomio 14:3-21. Sería largo citarlos aquí. En estos textos se prohíbe comer: camello, conejo, liebre, cerdo y una serie larga de animales acuáticos, aves e insectos alados. Todas las prohibiciones de comer ciertos alimentos (como el camello, el cerdo, el conejo, etc.) estaban en plena vigencia en el judaísmo dentro del cual nació, vivió y murió Nuestro Señor Jesucristo. ¿Cómo reaccionó Jesús frente a ellas? Un día, Jesús llamó a toda la gente y les dijo: «…Escúchenme todos y entiéndanme bien: No hay ninguna cosa fuera del hombre que al entrar en él lo pueda hacer pecador o impuro…». Y como sus mismos discípulos se sorprendieron con tamaña novedad, Jesús añadió enseguida: «… ¿No comprenden que nada de lo que desde fuera entra en el hombre lo puede hacer impuro porque no entra en su corazón, sino en su estómago y luego se echa afuera?». Y añade el mismo Jesús: «… Lo que sale del hombre, eso es lo que le hace impuro, pues de dentro del corazón salen las malas intenciones, los desórdenes sexuales, los robos, libertinaje, envidia, injuria, orgullo, falta de sentido moral. Todo eso sale de dentro, y eso sí que mancha al hombre…» (Marcos 7:14-23 y Mateo 15:10-20). Pero los judíos continuaron aferrados a sus leyes y costumbres en esos puntos, e impugnaron duramente a los primeros cristianos convertidos del judaísmo. De tal modo que, en las primeras comunidades cristianas de origen judío, fue muy difícil cambiar de criterio respecto a los alimentos. Hasta los mismos apóstoles tuvieron sus resistencias (Hechos 10:9-16; y 11:1-18).
Incluso después de declarar, en el concilio de Jerusalén, que no les obligaba la ley de Moisés, ni la circuncisión (Hechos 15:1-12), tuvieron que hacer algunas concesiones respecto a la costumbre judía de los alimentos, pero sólo para ciertas comunidades aisladas, donde habitaban los judeocristianos. Es que, como señala la misma Biblia, muchos judeocristianos seguían aferrados celosamente a la Ley de Moisés (Hechos 15:13-19 y 21:20). Será especialmente Pablo quien, en la línea liberadora de Jesús, repetirá a los cristianos: «… Que nadie los critique por cuestiones de comida o bebida, o a propósito de las fiestas, de novilunios o de los sábados. Todo eso no era sino sombra de lo que había de venir, y ahora la realidad es la persona de Cristo… ¿Por qué se van a sujetar ahora a preceptos como «no tomes esto», «no gustes eso», «no toques aquello»?… Tales cosas tienen su apariencia de sabiduría y de piedad, de mortificación y de rigor, pero sin valor alguno…» (Colosenses 2:16-17; 2:20-23). Y también en su carta a Timoteo, Pablo escribe contra quienes prohibían, entre otras cosas, «… El uso de alimentos que Dios creó para que fueran comidos con acción de gracias por los fieles que han conocido la verdad. Porque todo lo que Dios ha creado es bueno y no se ha de rechazar ningún alimento que se coma con acción de gracias, pues queda santificado por la palabra de Dios y la oración. Si tú enseñas estas cosas a los hermanos, serás un buen ministro de Cristo Jesús…» (1 Timoteo 4:3-6; 1 Corintios 6:13 y 8:7-13).
CONCLUSIÓN.
No estamos pues, bajo la esclavitud de la Ley ni bajo sus prohibiciones dietéticas. Dios ha dado diferentes reglas con respecto a la comida en cada época. Así, por ejemplo:
- En la época de Adán y Eva: Génesis 1:29 “Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer.”
- Después que Adán y Eva pecaran por comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, las reglas acerca de la comida cambiaron: Dios les permitió comer los productos del campo donde ellos trabajaban. Génesis 3:17-19 nos dice: “Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan […]”
- En la época de Noé: En el tiempo de Noé, Dios permitió a la gente comer carne después del diluvio. Génesis 9:3 nos dice: “Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo.”
- En la época de Moisés: En la época de Moisés, Dios distinguió la comida y creó la ley, como está escrito en Levítico capítulo 11 acerca de los animales limpios y los animales inmundos.
- En la época del Nuevo Testamento: Hechos 15:28-29 nos dice: “Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien.”
- Jesús abolió la ley establecida en los tiempos del Antiguo Testamento, y creó la ley perfecta incluso acerca de la comida. Dios destruyó la barrera entre los israelitas y los gentiles (Efesios 2:11-17). Además, Dios purificó a los gentiles y los alimentos inmundos que antes eran considerados detestables (Hechos 10:9-16).
- El apóstol Pablo enfatizó acerca de la comida: El apóstol Pablo enfatizó este asunto cuando escribió una carta a cada iglesia, preocupándose de que los miembros de la iglesia primitiva pudieran decir algo más o tener una disputa sobre la comida. En Colosenses 2:16 nos dice: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo.” En Romanos 14:20 también añade: “No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come.”
- No es enseñanza de Dios prohibir casarse, y mandar abstenerse de alimentos: 1 Timoteo 4:3-5 nos dice: “Prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad. Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias; porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado.”
No sólo la observancia del sábado, sino también sus regulaciones dietéticas, separan a los adventistas del cristianismo histórico. Sin embargo, las diferencias no terminan ahí. La doctrina adventista en relación con el estado intermedio del alma (el período entre la muerte y la resurrección) difiere en muchos aspectos del cristianismo bíblico e histórico. En el próximo artículo se consideran estas diferencias.
REFERENCIAS:
[1]Roger W. Coon. Elena G. White y el vegetarianismo. Editado por Donal E. Mansell, Pacific Press Publishing Association, 1986.
[2] Véase: https://revista.adventista.es/la-carne-no-es-el-mejor-alimento/ Consultado el 18/02/2019.
[3] Véase: https://revista.adventista.es/la-carne-no-es-el-mejor-alimento/ Consultado el 18/02/2019.
[4] Jeter de Walker, Luisa. ¿Cuál Camino?, Editorial Vida, 1992.