Dios nos insta a adorar "en espíritu y en verdad" (Juan 4:24), un mandato que trasciende el mero entusiasmo emocional para anclarse en la solidez de la Palabra revelada. No basta con melodías que exciten los sentidos o provoquen lágrimas temporales; las canciones deben ser faros de doctrina pura, capaces de instruir, corregir y edificar (2 Timoteo 3:16). Sin embargo, en el panorama actual, abundan composiciones que priorizan el "sentir" por encima del "saber", reduciendo la adoración a un ejercicio terapéutico narcisista. Ante esta avalancha de teología diluida y errores bíblicos camuflados en estribillos pegajosos, uno no puede evitar preguntarse: ¿qué pensaría el salmista que nos exhorta a "cantar con inteligencia" (Salmo 47:7)? Probablemente, se horrorizaría al ver cómo su llamado a una alabanza informada e inteligente ha sido suplantado por un analfabetismo que no solo empobrece la música, sino que pone en riesgo la fe de millones. Es hora de que los verdaderos adoradores reclamen la inteligencia bíblica, desechando el ego mercantil por la humildad de la verdad eterna.
Categoría: Música,
La música en la iglesia
No se trata de catalogar los géneros musicales como “música de Dios y música del mundo”, afirmando que la música cristiana se limita a ritmos suaves como baladas, pop, góspel o ritmos similares. Eso simplemente no es cierto. Como tampoco es cierto que otros ritmos como el trapp, el reggae, el hip hop, el reggaetón o cualquier otro tipo de música urbana (o de otra índole) sean música “mundana” y, por lo tanto, prohibida para los cristianos.