Dones Espirituales, REFLEXIÓN BÍBLICA

Sé tú mismo para la gloria de Dios

Por Fernando E. Alvarado

¿Has oído hablar de Jerrry Lee Lewis? Jerry Lee Lewis (nacido en Ferriday, Luisiana, el 29 de septiembre de 1935) es un legendario pianista y cantante estadounidense, pionero del rock and roll. Hoy día es ampliamente considerado como uno de los cantantes más influyentes e importantes del rock y uno de los pianistas más influyentes del siglo XX. Pero, ¿Sabías qué Lewis, el pionero del rock, fue criado en una iglesia de las Asambleas de Dios? De hecho, Lewis es primo del conocido tele-evangelista Jimmy Swaggart. Jerry Lee Lewis incluso estudió en el Instituto Bíblico de las Asambleas de Dios de Waxahachie.

Lewis acompañaba la música de la Iglesia desde su piano, y de vez en cuando le incorporaba ritmos de rock. Al final, el director del coro del Instituto Bíblico terminó echándole a la calle y fue expulsado del instituto por tocar un himno a ritmo de boogie-woogie. El director del coro afirmó que no estaba contento con sus “arreglos” y que sus composiones no eran dignas de ser tocadas para Dios. Irónicamente, en esos años, Jerry ganó varios concursos de piano interpretando cantos espirituales negros y cantando. Con el tiempo, llegó a ser considerado como uno de los “padres” del rock and roll. Su obra maestra, Great Balls of Fire, es una de las piezas claves de la historia del rock. A lo largo de su carrera Lewis ha tenido mucha influencia del gospel, siendo inspirado por la predicación evangélica, que siempre ha respetado, y cuyas enseñanzas siempre ha considerado verdaderas.

¿QUÉ PODEMOS APRENDER DE JERRY LEWIS?

A veces nos quejamos porque somos incomprendidos y puede que en cierta manera tengamos razón, pero si realmente queremos ser nosotros mismos, debemos dejar de lamentarnos y seguir adelante haciendo lo que creemos que es importante. El propio Einstein dijo un día: «Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad.»

¡Es cierto! En demasiadas ocasiones vivimos señalados y agobiados, así que, con el tiempo dejamos de luchar porque pasamos toda nuestra vida fijándonos en lo que otros dicen y hacen: comparando nuestras posibilidades, las circunstancias, el lugar en el que vivimos, lo que hacemos y lo que no hacemos. Puede que alguna vez sea bueno pensar en dónde estamos y lo que está pasando en nuestra vida, pero vivir siempre comparándonos con otros simplemente para encontrar excusas para nuestra pereza, puede llegar a ser algo enfermizo. Incluso puede llevarnos a envidiar a otros. Y la envidia, entre otras cosas, es muy peligrosa.

El peligro llega cuando somos capaces de dejar de lado nuestros principios con tal de conseguir lo que otras personas tienen. Renunciamos a nuestro honor para ganar algo que deseamos, la posición de cierta persona a la que tanto admiramos, o simplemente el cariño declarado de quién no quiere pasar un momento con nosotros si no nos comportamos de determinada manera. Cuando nos introducimos en ese juego, acabamos perdiendo lo más valioso que tenemos ¡Ser nosotros mismos!

Sí, porque Dios nos hizo tal y como somos: si dejamos de serlo, no sólo le deshonramos a Él, sino que el mundo pierde la trascendencia de ver una vida que es completamente diferente. El Creador es el que nos da las fuerzas para fortalecer la belleza de nuestra alma: “El Dios eterno es tu refugio, su eterno poder es tu apoyo. .El te protege y te ayuda ¡es tu espada victoriosa!“ (Deuteronomio 33:27-29).

SÉ TU MISMO, ¡DIOS NO TE CREO PARA SER ALGUIEN MÁS!

Es hora ya de comprender que, en muchas ocasiones, la única manera de ser nosotros mismos es arriesgándonos a fracasar y no dejarnos llevar por las opiniones de los demás. Los que quieren tener todo controlado simplemente sobreviven, no son capaces de comprender lo importante que es que cada uno disfrute de la propia existencia ¡Viven siempre comparándose con los demás y deseando lo que otros tienen! Mientras tanto, Dios espera que nos arriesguemos y confiemos en Él siempre; que seamos tal como Él nos diseñó.

¿Te atreves a ser tu mismo (y lo que el Señor quiere que seas) para la gloria de Dios? ¿Qué importa lo que digan los demás o cuanto te menosprecien? Tú no fuiste creado para complacerlos, ¡Fuiste creado por Dios! Por Él y para Él. Su opinión de ti es la que cuenta:

«Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén.» (Romanos 11:36, LBLA)

Por lo tanto, sirve a Dios y a tus hermanos siendo tu mismo, cumple con el propósito de Dios para tu vida. Sé un dispensador se gracia, perdón y bendición. No te amargues por la opinión que otros tengan de ti. Sé tú mismo y ama ser lo que Dios quiso que fueras:

«Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndoos los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.» (1 Pedro 4:10, LBLA)

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