Por Fernando E. Alvarado
INTRODUCCIÓN
En 2 Reyes 8:26 leemos que Ocozías, el sexto rey de Judá, tenía veintidós años cuando comenzó a reinar. Sin embargo, en 2 Crónicas 22:2, la Biblia indica que él tenía cuarenta y dos años cuando llegó a ser rey. Además, en 2 Reyes 24:8 leemos que Joaquín sucedió a su padre como el decimonoveno rey de Judá a la edad de dieciocho años, aunque 2 Crónicas 36:9 nos informa que él tenía “ocho años…cuando comenzó a reinar”. ¿Cómo es posible que se diga que estos dos reyes comenzaron sus reinados en diferentes tiempos? ¿Tenía Ocozías veintidós o cuarenta y dos años cuando llegó a ser rey? Y ¿tenía Joaquín solamente ocho años cuando comenzó a reinar sobre Judá, o tenía dieciocho años como 2 Reyes 24:8 indica? ¿Cómo podemos saber qué cifras son correctas? Y más importante, ¿cómo puede el creyente, que considera a la Biblia como la Palabra inerrante de Dios, explicar estas diferencias? Afortunadamente, existe información adicional suficiente en el texto bíblico para probar la edad correcta de ambos hombres cuando comenzaron sus reinos particulares sobre Judá.
Ocozías reinó sobre Judá alrededor del año 841 a.C., y Joaquín casi 250 años después en 598 a.C. Anteriormente, en 2 Reyes 8:17-18, el autor menciona que el padre de Ocozías (Joram) tenía 32 años cuando llegó a ser rey, y murió ocho años después a la edad de 40 años (2 Crónicas 21:5,20). Obviamente, Ocozías no pudo haber tenido 42 años al tiempo de la muerte de su padre a la edad de 40 años, ya que eso haría al hijo (Ocozías) dos años mayor a su padre (Joram). Por ende, la lectura correcta de la edad de Ocozías es “veintidós”, no “cuarenta y dos”. Además, tampoco existe duda que Joaquín comenzó su reinado a la edad de dieciocho años, no a los ocho años. Ezequiel 19:5-9 establece esta conclusión, donde Joaquín aparece como andando entre leones, arrebatando la presa y devorando a hombres. Además, es poco creíble que se describa a un niño de ocho años como alguien que hizo “lo malo ante los ojos de Jehová” (2 Reyes 24:9).
Incluso cuando es posible conocer las edades de Ocozías y Joaquín cuando comenzaron sus respectivos reinados en Judá, las edades de estos dos reyes en Crónicas son incorrectas. ¿Son estos errores legítimos? Basados en estos dos versículos en 2 Crónicas, ¿Debemos concluir que la Biblia no es de Dios? ¿Qué podemos responder? La respuesta sencilla para estas preguntas es que un copista, no un escritor inspirado, cometió estos errores. La respuesta simple para este “problema” es que un copista, no un escritor inspirado, cometió un error. En el caso de Ocozías, un copista simplemente escribió veinte en vez de cuarenta, y en el caso de Joaquín (2 Crónicas 36:9), el escriba solo omitió un diez (la letra numeral hebrea י [yod], lo cual cambió la edad de Joaquín a ocho (hebreo ח) [jet]) en vez de dieciocho (hebreo יח). Esto no significa que los escritores inspirados cometieron un error. En cambio, indica que los errores menores de los escribas se han infiltrado en algunas copias de la Biblia.
En realidad, si alguna vez has visto el alfabeto hebreo, sin duda admitirás que se puede confundir muy fácilmente las letras hebreas (que también se usan para los números). Esto no significa que la Biblia tenga errores en sus manuscritos originales, sino indica que se han infiltrado los errores menores de los escribas en algunas copias de la Biblia. Si alguna vez ha visto el alfabeto hebreo, notará que las letras hebreas (que se usan para los números) pueden confundirse fácilmente. Varios manuscritos antiguos como la Siríaca, la Arábiga, a lo menos un manuscrito hebreo, y algunos de los manuscritos de la Septuaginta, que contienen las edades correctas para estos reyes en 2 Crónicas (22 y 18, en vez de 42 y 8), sostienen esta respuesta.
Aunque la historia registra que los copistas eran meticulosamente honestos al lidiar con el texto de la Biblia, ellos, como todos los humanos, cometieron errores de vez en cuando. Sin embargo, aunque estos escribas antiguos cometieron algunos errores técnicos al copiar el texto, todavía siguen en pie tres factores importantes: (1) Todavía existe una comunicación exacta, (2) Muchas veces se puede encontrar la lectura correcta al investigar los manuscritos antiguos como los que se lista anteriormente; y (3) Los errores en las copias de la Biblia no significan que esos errores estuvieron presentes en los manuscritos originales de los hombres inspirados.
¿ES LA ADMISIÓN ANTERIOR UN RECONOCIMIENTO DE ERRORES EN EL TEXTO BÍBLICO?
¡En ninguna manera! Ilustremos este punto con el siguiente ejemplo: Si abrieras tu Biblia y leyeras Génesis 1:1, aprenderías que Dios creó todas las cosas en el principio. La redacción de este versículo dice lo siguiente: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. El verbo “crear” viene del hebreo “bara” y se traduce como “crear” o “hacer” en la mayoría de versiones españolas. Sin embargo, en la versión Reina-Valera Antigua existe un error de deletreo en el cual la letra “e” ha sido reemplazada por la letra “i”, causando que el versículo diga: “En el principio crió Dios los cielos y la tierra”.
Ahora hazte esta pregunta: ¿De quién es la culpa que la palabra “creó” se haya impreso incorrectamente como “crió”? Ciertamente nadie culparía a Dios o a Sus escritores inspirados (2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:20-21) por este error en una versión española de la Biblia. Casi todos reconocen que las editoriales son responsables de estos pequeños errores. Aunque se ha perfeccionado la reproducción de libros durante los siglos pasados (en gran parte gracias a la invención de la imprenta), por muchas razones todavía los errores pequeños pueden introducirse sigilosamente en las páginas impresas. Dios no intervino y milagrosamente suprimió los errores (como el mencionado anteriormente) de las copias de Su Palabra. En cambio, dio a la humanidad la habilidad y recursos para entender que estos errores se pueden resolver racionalmente sin asumir que los escritores inspirados se equivocaron. Sabemos que “crió” debe ser “creó” en Génesis 1:1, en parte porque muchas otras versiones españolas de la Biblia traducen la palabra como “creó”, y porque las copias hebreas de esta porción de la Biblia pueden clarificar el significado verdadero.
EL ERROR DE COPISTAS HUMANOS NO IMPLICA ERROR EN EL TEXTO ORIGINAL
Cuando se trata de obras clásicas de la literatura universal, los eruditos defienden la integridad de los autores antiguos parcialmente al reconocer que muchos de los errores contenidos en sus escritos son el resultado de los errores de los copistas; por ende, es razonable que estos mismos eruditos (sean ateos, agnósticos, escépticos o cristianos) reconozcan que los supuestos problemas en el texto bíblico pueden ser el resultado de los errores de los escribas en vez de los errores de parte de uno o más escritores de la Biblia. Así como los que copiaron los documentos históricos seculares algunas veces cometieron errores (deletrearon mal nombres, omitieron palabras, etc.), los escribas que copiaron la Biblia de los textos antiguos también tuvieron la posibilidad de errar. Incluso los manuscritos más antiguos y mejores que poseemos no están totalmente libres de los errores de transmisión. Ocasionalmente se copia mal los números, ocasionalmente es confuso el deletreo de nombres propios, y existen ejemplos de estos mismos tipos de errores que también aparecen en otros documentos antiguos.
Hay varias maneras en que un escriba pudo haber cambiado accidentalmente el texto bíblico, incluyendo: (1) omisiones o repeticiones de letras, palabras o líneas; (2) inversiones (transposiciones) de letras y palabras; (3) divisiones de palabras en los lugares equivocados (ya que las palabras en los manuscritos antiguos no estaban divididas por espacios); (4) errores de escucha (como cuando los escribas copiaron las Escrituras al ser dictados por alguien que las leyera); (5) confianza en la memorización en vez de depender en lo que el texto exactamente dice; (6) errores de criterio (posiblemente a causa de luz insuficiente o problemas de visión); (7) mala caligrafía; etc.
LOS MANUSCRITOS BÍBLICOS SON COMPLETAMENTE FIDEDIGNOS
Aunque se menciona a los escribas en la Biblia desde el año 1000 a.C. (2 Samuel 8:17), la historia registra tres periodos generales de tradición judía en cuanto a los escribas: (1) el periodo soferim (desde Esdras hasta ca. 200 d.C.); (2) el periodo talmúdico (ca. 100 – 500 d.C.); y (3) el periodo masorético (ca. 500 – 950 d.C.). Los copistas judíos estuvieron conscientes de su trabajo y lo tomaron muy seriamente. Ellos no fueron perfectos en su trabajo de trascripción (como se mostró anteriormente), pero la evidencia muestra que fueron muy concienzudos. Ya que era infinitamente más importante que cualquier otro trabajo, los escribas entendían que estaban copiando la Palabra de Dios. Los copistas en el periodo talmúdico adoptaron regulaciones minuciosas para preservar la pureza del texto sagrado. Luego, los masoretas tomaron pasos incluso más estrictos para garantizar manuscritos de calidad superior. Ya que tenían una gran reverencia por las Escrituras, fueron por encima y más allá del llamado del deber, trabajando bajo reglas muy estrictas para hacer las copias posibles más exactas. Ellos estaban interesados en la transmisión del texto consonántico como lo habían recibido (el hebreo no tiene vocales), también en la pronunciación, teniendo en cuenta que el mismo texto era inviolable y cada consonante sagrada.
El trabajo estadístico detallado que los masoretas realizaban en cada libro incluía la cuenta de los versículos, palabras y letras, el establecimiento del medio del libro, el señalamiento de singularidades de estilos y otros asuntos similares. Al tomar estas precauciones en la trascripción de letras, palabras y versículos (por sección y libros), se podía saber si se había omitido o añadido una palabra o letra. Estas revisiones minuciosas contribuían a un alto grado de exactitud en la trascripción. Ningún otro grupo de copistas antiguos es más renombrado que los del Antiguo Testamento.
Aunque se sabe mucho menos acerca de los copistas del Nuevo Testamento, la evidencia paleográfica ha revelado que muchos de los manuscritos antiguos se copiaron cuidadosamente, con precisión y perspicacia, sin duda por medio del trabajo de escribas educados y profesionales. Los copistas del Nuevo Testamento también tenían una motivación seria para copiar las Escrituras con cuidado (Apocalipsis 22:18-19). Indudablemente, debido a la gracia de Dios y la escrupulosidad de los copistas, el Nuevo Testamento no solamente ha sobrevivido en más manuscritos que cualquier otro libro de la antigüedad, sino ha sobrevivido en una forma más pura que cualquier otro gran libro.
LOS MANUSCRITOS ORIGINALES DE LA BIBLIA YA NO EXISTEN, ¿ES ESTO UN MOTIVO PARA DESCONFIAR DEL TEXTO BÍBLICO ACTUAL?
Algunos pueden preguntarse cómo los cristianos podemos confiar que tenemos la Palabra de Dios hoy, ya que no disponemos de manuscritos originales (llamados autógrafos). ¿Cómo podemos conocer la Verdad, si la Verdad viene de copias de copias de los autógrafos, muchas de las cuales contienen varios errores pequeños de trascripción? ¿No deberíamos simplemente darnos por vencidos y declarar que los intentos de encontrar la Verdad son inútiles?
Es muy irrazonable pensar que se pueden aprender verdades solamente de los autógrafos. Aprender y formar creencias basados en las copias fidedignas de documentos escritos, objetos, etc., es una manera de vida. Aunque los copistas fueron imperfectos en sus obras de trascripción, se han conservado suficientes copias de las Escrituras tanto que es prácticamente cierto que se ha preservado la lectura verdadera de todo pasaje dudoso en una u otra de estas autoridades antiguas. ¡No se puede decir esto de otro libro antiguo en el mundo!
En lo que al Antiguo Testamento se refiere, los Rollos del Mar Muerto constituyen uno de los más grandes descubrimientos arqueológicos de todos los tiempos. En 1947, se encontró muchos documentos históricos por accidente en una cueva al lado noroeste del Mar Muerto. Esta colección de documentos, que ha llegado a conocerse como los Rollos del Mar Muerto, consta de rollos de piel antigua y papiro, y fragmentos que han sido enrollados en tinajas por siglos. Desde 1949 hasta 1956, se encontraron cientos de manuscritos hebreos y arameos y unos cuantos fragmentos griegos en cuevas cercanas, y los eruditos creen que se escribieron entre el año 200 a.C. y la primera mitad del primer siglo d.C. Algunos de los manuscritos fueron de escritos judíos apócrifos y seudo-epigráficos (1 Enoc, Tobías y Jubileos); otros a menudo son agrupados como escritos “ascéticos” (libros misceláneos de reglas, poesía, comentario, etc.). El grupo de documentos más notables y pertinentes encontrados en las cuevas del Qumran cerca del Mar Muerto es la colección de los libros del Antiguo Testamento. Se encontró rollos de cada libro de la Biblia hebrea excepto el libro de Ester.
Los Rollos del Mar Muerto son una evidencia firme de la integridad del texto del Antiguo Testamento. Antes de 1947, los manuscritos más antiguos del Antiguo Testamento se remontaban solamente al tiempo alrededor del año 1.000 d.C. Con el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto, los eruditos de la Biblia han podido comparar el texto moderno con el texto de más de 2.000 años atrás. Los críticos del texto han descubierto que estas copias antiguas de los libros del Antiguo Testamento son sorprendentemente similares al texto masorético. De hecho, son prueba que se ha transmitido el texto del Antiguo Testamento fielmente a través de los siglos. Ya que se puede demostrar que se transmitió el texto del Antiguo Testamento fielmente durante los pasados 2.000 años, se puede suponer razonablemente que se ha trasmitido así desde el comienzo. Además, si las copias del Antiguo Testamento en el primer siglo fueron lo suficientemente fieles como para que Jesús y los apóstoles las citaran y enseñaran de estas, y nosotros poseemos manuscritos del Antiguo Testamento que son contemporáneos (o anteriores) al tiempo de Cristo, entonces los cristianos deberían sentirse extremadamente seguros en cuanto a la condición del Antiguo Testamento en el siglo veintiuno o, a lo menos, tan seguros como Jesús lo estuvo.
¿Y qué hay con el Nuevo Testamento? ¿Cuán seguros podemos estar los cristianos que el texto del Nuevo Testamento es esencialmente el mismo hoy como lo fue en el primer siglo? ¿Cambió alguien drásticamente el texto del Nuevo Testamento como sugieren mormones y musulmanes? ¿Qué evidencia tenemos para confiar en el Nuevo Testamento? Ciertamente, los cristianos del siglo XXI pueden estar seguros que se ha transmitido el Nuevo Testamento fielmente a través de los siglos en gran parte a causa de la cantidad vasta de manuscritos que existen hoy, algunos de los cuales se remontan a comienzos del segundo siglo d.C.
Existen más de 5.000 manuscritos griegos del Nuevo Testamento completo o en parte. De hecho, el número exacto de manuscritos griegos es de 5,748. Esta cifra representa un grupo mayor de manuscritos para cualquier volumen antiguo. Por ejemplo, Historias de Herodoto, La Guerra de las Galias de César y los Anales de Tácito, tres obras históricas bien-conocidas y citadas a menudo, están respaldadas por un total de 38 manuscritos en combinación. El libro antiguo más documentado después del Nuevo Testamento es la Ilíada de Homero. Existen algo más de 643 manuscritos de la Ilíada hoy, lo cual es todavía algo de 5,000 manuscritos menos que en el caso del Nuevo Testamento.
Igualmente impresionante como el número de manuscritos del Nuevo Testamento en existencia es la antigüedad de los manuscritos. Mientras que las copias existentes de Platón, Tucídides, Herodoto, Tácito y muchos otros están separadas del tiempo en que estos hombres escribieron por 1.000 años, los manuscritos del Nuevo Testamento se remontan al tiempo del segundo siglo, y posiblemente antes. De hecho, varios de los papiros más importantes datan de mediados del segundo siglo y por ende proveen los testimonios directos más antiguos de los autógrafos del Nuevo Testamento. Incluso es posible que algunos de los manuscritos que se piensa que son de comienzos del segundo siglo realmente sean de finales del primero siglo. Así que podemos estar muy seguros de la transmisión del Nuevo Testamento, no solamente a causa del gran número de copias existentes, sino a causa de la proximidad de los manuscritos a los autógrafos.
Pero, eso no es todo. A la evidencia de los manuscritos se le puede añadir las versiones antiguas del Nuevo Testamento (Siríaca Antigua, Latina Antigua, Cóptica, etc.), también como las más de 36.000 citas patrísticas que contienen casi todo versículo del Nuevo Testamento. Los escritos cristianos no-inspirados de los primeros siglos (redactados por hombres como Clemente de Roma, Ignacio, Policarpo, Justino Mártir, Ireneo y muchos otros) están saturados de citas de los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento. De hecho, estas citas son tan extensas que si se destruyeran todas las otras fuentes de nuestro conocimiento del texto del Nuevo Testamento, estas serían suficientes para reconstruir prácticamente el Nuevo Testamento completo. Estos testimonios, juntamente con las versiones antiguas, hablan grandemente a favor de la integridad de la transmisión de la Biblia.
Por lo tanto ¿Existe evidencia amplia de los manuscritos, versiones y citas antiguas de los documentos del Nuevo Testamento, que se han conservado y que indican que el Nuevo Testamento es esencialmente el mismo hoy como lo fue en el primer siglo? Absolutamente. El cristiano puede tomar la Biblia completa en su mano y decir sin temor o duda que él tiene la verdadera palabra de Dios, transmitida sin pérdida importante de generación a generación a través de los siglos. Esto contradice cualquier afirmación maliciosa por parte de mormones, ateos y musulmanes.
CONCLUSIÓN
Al considerar el potencial durante los 1.900 años pasados para que el texto de la Biblia fuera corrompido grandemente, y el hecho que esto no haya sucedido, los cristianos pueden tener confianza que Dios, aunque sin inspirar a los copistas en la transmisión de Su Palabra, los usó en Su preservación providencial de la misma. Isaías aseguró a sus oyentes 2.700 años atrás de la permanencia de la Palabra de Dios, diciendo: “…Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre…” (Isaías 40:8). Luego, después de más de siete siglos de transmisión, el apóstol Pedro repitió los sentimientos de Isaías, describiendo la Palabra de Dios como “incorruptible” y lo que “vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23-25).