Por: Fernando E. Alvarado.
El dinero es fundamental para subsistir, del mismo modo que es necesario el vestido, el techo o la alimentación de cada día, para poder llevar una vida en condiciones dignas y saludables. Esa es precisamente la paradoja, que el dinero es indispensable y que, al mismo tiempo, empobrece la existencia si se convierte en lo fundamental, «porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.» (1 Timoteo 6:10). No es nada fácil sobrellevar esta contradicción en el diario vivir. Hoy vemos a muchos que han destruido sus hogares y perdido sus relaciones más preciadas al permitir que la obsesión por las riquezas les domine. Y es que el dinero es sin duda un buen siervo, pero si logra dominarte se convertirá en un amo cruel y despiadado.
Jesús pronunció esta sobria advertencia: «Pues, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?» (Marcos 8:36). Lograr mucho en esta vida no es malo, pero si no nos preocupamos por amar y obedecer al Señor, nada de lo que logremos tendrá valor duradero. Nuestro enfoque debe estar en la fidelidad al Señor antes de cualquier otro logro que persigamos: «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.» (Mateo 6:19-21). Hoy, procuremos ante todo hacer la voluntad del Señor, sabiendo que Él tiene cuidado de nosotros y jamás nos desamparará; antes bien proveerá para todas nuestras necesidades (Mateo 6:26). ¡No temas! Deja de afanarte por las cosas de este mundo y busca la gloria de Dios, entonces verás como «Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.» (Filipenses 4:19).