Por Fernando E. Alvarado
Ante la vasta evidencia bíblica que afirma la imposibilidad de que el creyente sea poseído por demonios, quienes defienden dicha creencia apelan frecuentemente a la “práctica pastoral”, es decir, a la experiencia en el campo ministerial, a sus vivencias y testimonios propios y de ajenos para corroborar su punto de vista. Aunque no despreciamos la experiencia ni minimizamos su valor, la experiencia no es base para formular doctrina. La experiencia se sujeta a la enseñanza bíblica, no al revés.
Muchos pastores, evangelistas, predicadores y exorcistas itinerantes nos cuentan cómo han presenciado, durante sus “cruzadas”, casos de creyentes poseídos, total o parcialmente (es decir, en alguna parte de su cuerpo) por demonios. Nos cuentan como han presenciado episodios de creyentes que sufren convulsiones extrañas, escuchan voces internas, tienen fuerza sobrehumanas o enfermedades que identifican como sobrenaturales. La primera reacción de los tales ha sido acreditar al diablo dichas “manifestaciones”, omitiendo por completo un diagnóstico diferencial [proceso de diagnóstico médico que se usa para identificar una enfermedad entre varias opciones con síntomas similares]. No todo lo que nos parezca raro tiene un origen demoniaco ni implica posesión parcial o total. Muchos síntomas atribuidos a demonios suelen tener un origen menos “sobrenatural”. Por ejemplo, que alguien sufra convulsiones (aún en pleno culto a Dios) no siempre significa que está poseído o que un demonio se ha alojado en parte de su cuerpo, esto puede deberse también a crisis no epilépticas psicógenas (PNES), inducidas por sugestión en cultos de alta emoción. Alguien que escuche voces internas puede sufrir algún trastorno disociativo de identidad (TDI). Supe de un caso de TDI provocado por abuso infantil y, el supuesto «demonio», curiosamente, hablaba con la voz del padre abusador. En realidad no era un demonio, pero sin discernimiento espiritual, más un poco de ignorancia, cualquiera hubiera concluido que lo era. Incluso un caso de fuerza sobrehumana puede ser explicado por la suma de Adrenalina + disociación (algo muy común en veteranos con TEPT). Incluso estuve en una «liberación» donde una hermana «gruñía» de forma extraña, ¡pero tampoco era un demonio! Era síndrome de Tourette y el «demonio» que la atormentaba se fue con risperidona, no con aceite.

He visto jóvenes cristianos que han sido diagnosticados por supuestos “liberadores” de estar poseídos por un “espíritu de adicción”, cuando en realidad no estaban poseídos por tal cosa. No necesitaban un exorcismo o “liberación ritual”, sino asumir su realidad, hacerse responsables de su vida, dejar de echarle la culpa al diablo por todo y someterse a una buena terapia cognitivo-conductual (TCC) que les ayudara a cambiar sus patrones de pensamiento y comportamiento negativos, sumado a medicación y arrepentimiento genuino. La “liberación” ritual sin evaluación no solo no es benéfica, sino que resulta profundamente dañina, ya que genera dependencia, estigmatización y retraso terapéutico. Tampoco debemos olvidar que la libertad del creyente se vive mediante renovación mental (Ro 12:2), crucifixión de la carne (Gá 5:24) y resistencia activa (Stg 4:7), no mediante exorcismos rituales. El adversario oprime desde fuera; Cristo habita dentro. La victoria no requiere exorcismos recurrentes, sino permanecer en Él (Jn 15:4; Col 1:27).
He visto a “liberadores” itinerantes «expulsar» demonios de «áreas del alma» en retiros de fin de semana. El «poseído» salía «libre»… hasta el lunes, cuando volvía con ansiedad, depresión o adicción. En cierta ocasión, una hermana de 35 años «manifestaba» un «espíritu de rechazo» en su «alma herida». Fue «liberada» 4 veces. Al final, era trastorno bipolar tipo II no diagnosticado. El «demonio» desapareció con litio y terapia, no con gritos. Tristemente, muchos confunden síntomas emocionales (heridas, rencor) con presencia demoníaca. Esto es común en entornos pentecostales donde no hay psicólogos ni psiquiatras cristianos en el equipo.
¡Seamos cuidadosos! Mucho de lo que algunos llaman posesión demoníaca es sugestión, mala teología y diagnóstico diferencial fallido. Francamente, creo que una respuesta holística a este tipo de manifestaciones integra el don de discernimiento de espíritus, una sana teología, psicología cristiana y medicina. Muchos, sin embargo, no están preparados para esa conversión.
