Por Fernando E. Alvarado
¿Sábado o domingo? ¿Cuál es el día del Señor? Esta pregunta surge frecuentemente en el diálogo con los adventistas del séptimo día y otros grupos judaizantes. Aun en las iglesias protestantes que tradicionalmente han observado el domingo como principal día de adoración, surge a menudo la pregunta: ¿Vale la pena continuar con dicha observancia? La frase Día del Señor se utiliza sólo una vez en las Escrituras. Apocalipsis 1:10 dice, «Yo estaba en el Espíritu en el Día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta». Puesto que el apóstol Juan no da detalles sobre el significado de «el Día del Señor», podemos asumir que su público objetivo, los cristianos del primer siglo, ya estaban familiarizados con la expresión.
Para la iglesia cristiana primitiva, el Día del Señor (o Sabbat cristiano) era el nombre usado para referirse a nuestro actual domingo. El nombre «domingo» proviene del latín dies Dominica (‘día del Señor’), debido a la celebración cristiana de la Resurrección de Jesús. En la antigua Roma, y antes de la adopción del cristianismo como religión oficial, se llamaba a este día dies solis (‘día del sol’).

El domingo, sin embargo, nunca se consideró como el equivalente directo para el día de reposo judío (sábado), en otras palabras, el domingo no fue considerado por la iglesia primitiva como el «día de reposo cristiano». La iglesia primitiva sí consideró necesario apartar un día a la semana para descansar y honrar al Señor, quién murió y resucitó por nosotros (Romanos 6:14-15), pero nunca consideró restauradas las viejas restricciones de la ley mosaica (Génesis 2:2–3; Éxodo 31:12–13, 16; Isaías 56:1–8; Jeremías 17:19–27).
Como seguidores de Jesús, nacidos de nuevo, somos libres para adorarlo cualquier día en que nuestra conciencia lo determine. Romanos 14 da una clara explicación de cómo los cristianos pueden lidiar con esas zonas grises sutiles del discipulado. Los versículos 5 y 6 dicen:
«Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios».
El teólogo y erudito arminiano wesleyano, Henry Orton Wiley, en su obra maestra en tres tomos, “Teología Cristiana”, escribió acerca del Día del Señor:
“La enseñanza de la iglesia desde los tiempos apostólicos ha sido que el Sabbat cristiano fue restaurado, o por lo menos cambiado al primer día. En tal calidad, pronto vino a conocerse como “el día del Señor”, para distinguirlo del Sabbat judío. Que este cambio fue divinamente autorizado lo demuestra el ejemplo de Jesús, la autoridad de los apóstoles, y la práctica de la iglesia primitiva. A esto se le puede añadir el testimonio de los primeros padres apostólicos.”
“Jesús le otorgó aprobación al primer día de la semana reuniéndose con sus discípulos en ese día. La resurrección tomó lugar en la mañana del primer día de la semana. Los cuatro relatos de los evangelistas están de acuerdo con que el Salvador resucitó de mañana, “el primer día de la semana” (Juan 20:1). Su primera reunión con el cuerpo de los discípulos fue la noche del día de la resurrección (Juan 20:19); y la segunda, la noche del octavo día, lo cual sería, por supuesto, el siguiente primer día de la próxima semana. Hubo tres “primeros días” adicionales antes de la ascensión, pero no se dice si Jesús se reunió con sus discípulos en alguno de ellos. Sin embargo, hubo tres apariciones más: a los quinientos hermanos, a Santiago, y a los apóstoles (1 Corintios 15:1-4).”
“Los apóstoles autorizaron el cambio, sin duda gracias a las instrucciones no registradas de Jesús durante los cuarenta días (Hechos 1:2). Veinte y cinco años más tarde, el apóstol Pablo predicó en Troas, “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan” (Hechos 20:7), lo cual indicaba su aprobación de ese día como el día de la adoración. Como un año después, escribía a los corintios diciéndoles, “En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas” (1 Corintios 16:1-2). Esto indica claramente que el Apóstol sancionaba el primer día como el Sabbat cristiano.”
“La práctica de la iglesia primitiva es prueba adicional de que se adoraba en el primer día de la semana. Esto lo demuestra el pasaje que se acaba de citar, y también la referencia que hace el apóstol Juan al Sabbath como “el día del Señor” (Apocalipsis 1:10). El hecho de que el Apóstol emplee la frase sin referencia al primer día, es evidencia de que, para cuando se escribió el Apocalipsis, el “primer día” ya se conocía generalmente como “el día del Señor”, en oposición al séptimo día judío.”
“Dado que algunos de los primeros padres se asociaron con los apóstoles, sus escritos, desde el punto de vista histórico, proveen evidencia concluyente en cuanto al pensamiento vigente en ese tiempo. Aquí podemos mencionar a Ignacio, Policarpo, Ireneo, Justino Mártir, Tertuliano, Clemente de Alejandría, Teodoreto, Eusebio, Orígenes, el Didaqué o “Las enseñanzas de los doce”, y muchas otras autoridades. Todos estos indican que el primer día de la semana era el día del Señor, y que era apartado y distinguido de los otros días en el sentido de que era el día de la resurrección. Por lo tanto, era un día santo, o un Sabbat santo.”
— H. Orton Wiley, Teología Cristiana, Tomo II, Casa Nazarena de Publicaciones (2013), pp. 141-142.
