Por Fernando E. Alvarado
Muchos cristianos se quejan porque sus pastores e iglesias han suspendido todos los cultos, reuniones, y demás actividades presenciales de sus congregaciones (¡Incluso aquellos que nunca, o casi nunca, se congregaban!). Y aunque todo esto se hace en obediencia a las autoridades civiles y con el propósito de proteger la vida de nuestros propios hermanos en Cristo, muchos nos acusan de ser faltos de fe, cobardes o sumisos a los poderes de este mundo. Argumentan que «Dios nos protege», «que estamos cubiertos por la sangre de Cristo» y que «es imposible que la plaga toque la vida de un verdadero creyente». Y aunque tales acusaciones son ridículas y dichos argumentos son cuestionables y están fuera de contexto, han llevado a muchos pastores y líderes eclesiásticos a preguntarse: ¿Hicimos lo correcto? ¿Por qué debemos obedecer la orden de permanecer en casa? ¿Debemos respetar la cuarentena que impone el gobierno? Mi respuesta es sí. Debemos respetar la cuarentena y permanecer en casa. Y esto por varias razones.
POR AMOR AL PRÓJIMO
Según Jesús, el segundo mandamiento de Dios más importante es “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:28-31). ¿Cómo mostramos amor por nuestros prójimos? Básicamente, de dos formas: (1) haciendo todo lo que podamos para hacerles bien; y (2) evitando todo aquello que pudiera hacerles daño. Si los expertos nos dicen que el coronavirus, aunque no sea tan letal como otros virus, sí es muy contagioso, y que es muy recomendable practicar el “distanciamiento social”, entonces respetar la cuarentena y practicar el distanciamiento social es una muestra clara de amor por el prójimo. Esto es así, sobre todo, con respecto a las personas más vulnerables: las personas mayores y las que tienen enfermedades respiratorias y otras condiciones de alto riesgo.
POR RESPETO A LAS AUTORIDADES
Jesús nos enseña a dar «a César lo que es de César” (Marcos 12:17), y tanto el apóstol Pablo como el apóstol Pedro nos exhortan a someternos a las autoridades que gobiernan (Romanos 13:1-7; 1 Pedro 2:13-14). Muchos se oponen a acatar las medidas impuestas por el Gobierno argumentando que como Dios nos manda a congregarnos (Hebreos 10:24-25), no deberíamos obedecer a las autoridades suspendiendo nuestras reuniones, pues es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 5:29). Pero lo que vemos hoy no se trata de una orden anticristiana, absoluta o permanente. Nadie está tratando de prohibir nuestra fe o cerrar permanentemente nuestras iglesias. Esto no es una persecusión contra el cristianismo. Es una medida de prevención que busca salvar nuestras vidas y la de nuestros seres queridos. La cuarentena es una medida sanitaria que fue establecida por el mismo Dios para proteger a su pueblo de enfermedades infecciosas, incluso mucho antes que existieran los actuales sistemas sanitarios (Levítico 13:4; 13:31; 13:45-46; 14:8, etc.).
PORQUE ESTAS MEDIDAS SON TEMPORALES
Si nuestros gobiernos estuviesen decretando el cierre de todas nuestras iglesias de manera definitiva y permanente, pasaríamos con razón a la desobediencia civil. Pero ese no es el caso. Aunque nadie sabe cuánto durará esta crisis, esta tiene fecha de caducidad, sea de semanas o de meses. Esperamos y oramos que las medidas que nuestros países están tomando ayuden a adelantar el fin de esta situación. Aquello que no podríamos ni deberíamos soportar si fuera algo permanente, sí lo podemos soportar durante un período de tiempo limitado.
POR EL BIEN DE NUESTRO TESTIMONIO
El mundo nos observa. Tristemente, se aprovechará de cualquier excusa para hablar mal de nosotros y, lo que es mucho más grave, para hablar mal de nuestro Señor y su Palabra. Si queremos tener un buen testimonio, no es suficiente que evitemos hacer lo malo; tenemos que evitar la apariencia del mal. No podemos evitar que se hable mal de nosotros, pero lo que sí podemos y debemos evitar es dar razones para eso. Las decisiones que tomemos ante el coronavirus pueden hacer daño a nuestro testimonio, o pueden convertirse en oportunidades para el evangelio, cuando la gente vea nuestra confianza en el Señor, nuestro amor los unos por los otros y por nuestros prójimos, y nuestra colaboración como ciudadanos responsables. Por favor: ¡No des mal testimonio!

Recuerda: Desobedecer la cuarentena no es una prueba de tu gran fe, sino de tu enorme insensatez. El fanatismo religioso no debe superar nuestro sentido común.
«El sabio teme y se aparta del mal, pero el necio es arrogante y descuidado.» (Proverbios 14:16, LBLA)
«El hombre prudente ve el mal y se esconde, los simples siguen adelante y pagan las consecuencias.» (Proverbios 27:12, LBLA)