Bibliología, Estudio Teológico

¿Por qué algunas Biblias omiten textos?

Por Fernando E. Alvarado

INTRODUCCIÓN

Al estudiar las versiones más recientes de la Biblia quizá hayas notado que algunos versículos bastante conocidos no están allí, pero sí están en la Versión Reina – Valera y otras versiones de uso tradicional en el mundo evangélico. Un ejemplo de esto lo podemos ver en pasajes como Mateo 18:11; 23:14 y Lucas 17:36. Esto ha desconcertado a muchos cristianos, los cuales se preguntan el por qué de tal omisión. Muchos incluso han optado por rechazar las nuevas versiones de la Biblia por considerarlas mutiladas o incompletas. Otros incluso las anatemizan basadas en Apocalipsis 22:19, pues consideran que el remover una parte de la Biblia sería asunto serio (y lo es). Entonces, ¿por qué algunas versiones modernos parecen haber mutilado la Biblia? ¿Es justa tal acusación? No. En realidad, estos versículos no son parte de la Biblia, aunque muchas traducciones de alguna antigüedad los han tenido. Para algunas personas pudiera parecer escandaloso el oír que ciertas palabras, frases y hasta versículos enteros que aparecen en Biblias a las cuales se da extenso uso no son auténticos. Por eso, es bueno que se dé alguna explicación.

Versiones de la Biblia en español como la Nueva Versión Internacional, la Traducción en Lenguaje Actual, la versión Dios Habla Hoy o la Nueva Traducción Viviente, entre otras, suelen presentar diferencias significativas en comparación con las versiones más antiguas de la Biblia. Tales diferencias a menudo implican la omisión de versículos completos o partes de ellos. Pero dichas versiones al español no son las únicas. Traducciones al inglés como la Common Bible (La Biblia Común), la New English Bible (Nueva Biblia Inglesa): y la Biblia de Jerusalén, para mencionar algunas, también hacen lo mismo. La pregunta es: ¿Por qué lo hacen? ¿Están incompletas o mutiladas dichas versiones de la Biblias?’En una palabra, la respuesta es: No. En realidad, los versículos que suelen ser omitidos no son parte de la Biblia, aunque muchas traducciones de alguna antigüedad los han tenido por siglos. Para algunas personas pudiera parecer escandaloso el oír que ciertas palabras, frases y hasta versículos enteros que aparecen en Biblias a las cuales se da extenso uso no son auténticos. Por eso, es bueno que se dé alguna explicación.

Antes de continuar, es importante recalcar que hay evidencia abundante y más que suficiente para probar que el texto de la Biblia es confiable. Por ejemplo, es mucho más confiable y exacto que los escritos aceptados de Tácito, Tucídides o Heródoto (textos antiguos que nadie pone en duda). La evidencia en favor de la Biblia es aún mayor y consiste en muchos miles de manuscritos griegos antiguos que se pueden investigar en busca de la prueba de que el texto básico o fundamental de nuestras Biblias es precisamente lo que se escribió originalmente. Los más antiguos de estos manuscritos también suministran la sólida razón para que ciertas palabras, expresiones y versículos hayan sido omitidos de traducciones recientes. Es muy interesante examinar esa razón.

LA COPIA DE MANUSCRITOS

Como todos sabemos, los manuscritos originales de los libros del “Nuevo Testamento” no están disponibles hoy para ser usados por los traductores. Nadie ha descubierto un libro de la Biblia “autografiado,” por decirlo así, por los apóstoles Pablo, Juan u otros. Pero es patente que poco después de la escritura de los originales los cristianos primitivos comenzaron a hacer copias para usarlas. Por lo general los copistas ejercieron un cuidado extremado para asegurarse de que su obra fuera una copia exacta de los escritos originales. Hoy en día, muchos correctores de pruebas ejercen un cuidado similar.Ahora bien, como todos sabemos, ningún proceso de copia o transcripción, por muy minucioso que sea, está exento de errores. Como todos hemos podido constatar en más de una ocasión en los periódicos y libros modernos suelen aparecer a menudo algunos errores tipográficos, como los de un error ortográfico, o la omisión o repetición de una línea. Si esas pequeñas fallas de imprenta ocurren a pesar de nuestros adelantos técnicos actuales, se puede comprender que pudieran ocurrir al estarse copiando a mano libros enteros de la Biblia. Las copias posteriores, las más alejadas de las originales, tenderían a tener más errores.

¿Cómo pudo pasar esto? Pudiera ser que un escriba que estuviera muy familiarizado con el Evangelio de Mateo, al copiar el Evangelio de Marcos o Lucas, tendiera a usar la fraseología que tan bien conocida le era por su estudio de Mateo. Pudiera ser que no notara que una oración usada por Mateo no se hallaba en el relato paralelo por Marcos o Lucas. Por eso, quizás añadiera la oración en el margen. Sin embargo, pudiera suceder que un copista posterior introdujera aquella oración en el texto principal de Marcos o Lucas, por creer que estaba allí originalmente, puesto que hacía que hubiera más estrecha concordancia entre los relatos. Por ejemplo, en el relato que da Lucas de la Oración del Señor (o el “padrenuestro”) algunos manuscritos añaden “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” Sin embargo, el peso de la evidencia sugiere que esto se tomó del relato de Mateo y se colocó aquí, y en traducciones modernas de la Biblia esto se omite de Lucas 11:2. Estas armonías hechas por escribas, aun con motivos sinceros, tendían a añadir material.

LAS AÑADIDURAS SE VUELVEN POPULARES

En el siglo XVI, la invención de la imprenta con el uso de tipo movible permitía hacer libros en grandes cantidades y a menos costo, y estimuló el interés en la Biblia. En vez de tener las Escrituras solamente en las traducciones latinas que por largo tiempo se habían usado en la iglesia romana, los eruditos y doctos empezaron a clamar por ejemplares en griego, el idioma en el cual se escribió el Nuevo Testamento. En 1515 un impresor suizo, percibiendo que tenía una excelente oportunidad para negocio, envió un mensaje a Desiderio Erasmo, un prominente erudito holandés, en el cual le pedía que preparara en corto tiempo para impresión un ejemplar o copia del Nuevo Testamento en griego.

Sin embargo, esta tarea se emprendió con poco tiempo para ella, y se ejecutó con prisa. Erasmo usó sólo media docena de manuscritos, y, de éstos, uno sólo era moderadamente antiguo y confiable. Ninguno de sus manuscritos contenía todo el Nuevo Testamento, y algunos versículos que no estaban en ninguno de ellos fueron de hecho traducidos de nuevo por Erasmo del latín al griego. Este texto publicado fue revisado posteriormente con la ayuda de unos cuantos manuscritos más, pero el resultado de esto tuvo poco efecto en la obra.[1]

Ahora bien, Erasmo basó su traducción principalmente en dos manuscritos inferiores del siglo doce, manuscritos que contenían añadiduras y que no necesariamente concordaban con otros de mayor antigüedad. Lo significativo de esto es que fundamentalmente el texto griego de Erasmo condujo directamente a lo que se ha llegado a conocer como el “texto recibido” (Textus Receptus). De este texto se hicieron muchas traducciones, entre ellas la King James o Versión Autorizada, en inglés y la traducción de Casiodoro de Reina, conocida como la Biblia del oso de 1569, la cual fue traducida utilizando el Texto Masorético para el Antiguo Testamento, y el Textus Receptus (de Erasmo) para el Nuevo Testamento. El resultado fue que el texto aceptado en los siglos dieciséis y diecisiete, a los cuales nos hemos apegado debido a que naturalmente vacilamos en cuanto a cambiar las palabras que hemos aprendido como las de la Palabra de Dios, está en verdad lleno de inexactitudes, muchas de las cuales se pueden corregir con absoluta certeza por medio de usar la información mucho más extensa que tenemos a nuestra disposición hoy día.[2] Esto es lo que hacen precisamente las versiones más recientes de la Biblia, las cuales no mutilan el texto, sino más bien lo devuelven a su estado original.

REFINANDO EL TEXTO

En el siglo dieciséis, Erasmo solo tenía unos cuantos manuscritos griegos de fecha tardía con los cuales trabajar. Pero eso cambió en los siglos diecinueve y veinte. Desde la muerte de Erasmo hasta nuestro tiempo se han descubierto miles de antiguos manuscritos y fragmentos griegos. Para 1973, el total de manuscritos griegos conocidos era de 5.338, y se siguen hallando más. Varios de los principales manuscritos de la Biblia en griego, tales como el Códice del Sinaí y el Códice del Vaticano, se remontan al siglo cuarto. Algunos son más antiguos todavía. Por ejemplo, un fragmento del evangelio de Juan data de alrededor del año 125 de nuestra era.

A medida que la pequeña corriente de manuscritos griegos antiguos que se iban descubriendo se convirtió virtualmente en una inundación, los doctos y eruditos pudieron compararlos con ojo crítico. Este criticismo textual no se debe confundir con la “alta crítica,” que tiende a restar respeto a la Biblia como la Palabra de Dios. El criticismo textual envuelve una comparación cuidadosa de todos los manuscritos de la Biblia conocidos, con el fin de determinar la lectura verdadera u original y eliminar cualesquier añadidura.Así pues, el proceso de refinar el texto del Nuevo Testamento se realizó de forma exitosa a fines del siglo diecinueve ´cuando dos doctos de Cambridge, B. F. Westcott y F. J. A. Hort, produjeron un texto refinado que obtuvo amplia aceptación. Dicho texto se publicó en 1881. El texto refinado publicado por Westcott y Hort fue realizado tan cuidadosamente y con tan excepcional aptitud que desde entonces el texto refinado por Westcott y Hort se ha usado como texto básico para varias traducciones recientes.[3]

ALGUNOS VERSÍCULOS “QUE FALTAN”

Con la información anterior como fondo, estamos mejor capacitados para examinar algunos de los versículos que al principio pudieran haber dado la impresión de faltar de traducciones recientes de la Biblia. En algunos de estos textos que han sido omitidos resulta evidente que algún escriba añadió una oración (y a veces un versículo completo) a un relato que ya estaba copiando. Eso se puede ver fácilmente en Marcos 9:43-48. En muchas versiones modernas se omiten los versículos 44 y 46, y a veces se añade una raya para indicar la omisión. El texto de esos dos versículos dice: “donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga”, exactamente lo que dice en Marcos 9:48. Aunque algunos manuscritos griegos contienen los versículos 44 y 46, varios manuscritos de más antigüedad, y de autoridad, no los contienen. La evidencia sugiere que un escriba o escribas simplemente repitieron Marcos 9:48, quizás hasta por accidente. Por eso, el omitir los versículos 44 y 46 en una Biblia moderna de ninguna manera envuelve dejar fuera parte de la Palabra de Dios, pues la misma oración está en el versículo 48. Pero ¿qué se logra con la omisión de los dos versículos dudosos? El relato se refina y se da como a Marcos se le inspiró a escribirlo.

En otros casos los “versículos que faltan” obviamente han venido de otros libros de la Biblia. Algunas ediciones de la Biblia ayudan al lector a ver esto, porque imprimen en una nota al pie de la página el texto del versículo omitido. Por ejemplo, si comparamos Romanos 16:24 con Romanos 16:20 y los pasajes de conclusión en casi cualquiera de los libros escritos por el apóstol Pablo, notaremos que, en Romanos 16:24, evidentemente algún copista añadió una expresión de cierre como la que Pablo incluyó en casi todos sus libros (1 Corintios 16:23; 2 Corintios 13:14; Filipenses 4:23; 1 Tesalonicenses 5:28; 2 Tesalonicenses 3:18).Quizás el pasaje más polémico que se ha removido de traducciones recientes que son fieles a la evidencia que presentan los manuscritos antiguos es una parte de 1 Juan 5:7. La Reina-Valera nos dice: “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan.” La Traducción en Lenguaje Actual, en cambio, nos dice: “Son tres los que nos enseñan que esto es verdad: el Espíritu de Dios, el agua del bautismo, y la sangre que Jesús derramó al morir en la cruz. Y los tres dicen lo mismo.” (1 Juan 5:7-8, TLA).

Acerca del pasaje espurio, la Biblia de Jerusalén nos dice:“El texto de los vv. 7-8 está recargado en la Vulg. por un inciso (más abajo, entre paréntesis) ausente de los mss griegos antiguos, de las antiguas versiones y de los mejores mss de la Vulg., y que parece una glosa marginal introducida tardíamente en el texto: “Pues tres son los que dan testimonio (en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y estos tres son uno; y tres son los que dan testimonio en la tierra): el Espíritu, el agua y la sangre, y estos tres son uno.”Porque este versículo viene de un tiempo mucho más tardío que el tiempo en que se escribió la Biblia, y es de naturaleza tan claramente espuria, muchas traducciones modernas ni siquiera lo tratan como hacen con otros versículos que se omiten.

Finalmente, podemos mencionar un par de porciones de la Biblia, más largas, con relación a las cuales la evidencia que suministran los manuscritos no les parece totalmente convincente a los doctos. El final del libro de Marcos, desde el versículo 9 en adelante, es una de éstas. Otra es Juan 7:53-8:11, acerca de la mujer a quien sorprendieron en adulterio y que vino a Jesús. Este relato apareció por primera vez en algunas versiones en latín antiguo, y, en manuscritos griegos posteriores, está en otros tres lugares de los Evangelios. En muchas traducciones se incluyen estas dos porciones, pero se les separa del texto principal, a veces por medio de ponerlas entre corchetes o en un tipo de letra más pequeño.

CONFIANDO EN LA BIBLIA

Esta consideración de algunos versículos aislados que obviamente no son parte de la Biblia inspirada no debe dejar a nadie con dudas en cuanto a la autenticidad de la Palabra de Dios. En vez de socavar la confianza en las Escrituras, esto debe servir para subrayar el hecho de que Dios ha conservado su Palabra en un estado notablemente puro. Por lo tanto, no es superfluo declarar explícitamente que la mayor parte de las palabras del Nuevo Testamento quedan por encima de todos los procesos discriminatorios del criticismo, porque están libres de variación, y solo tienen que ser transcritas. La zona entera de variación entre lecturas que se han admitido hasta ahora en los textos impresos, o que probablemente se hayan de admitir alguna vez, es comparativamente pequeña; y gran parte de ésta se debe simplemente a diferencias entre las ediciones tempranas no críticas y los textos que se han formado dentro del último medio siglo con la ayuda de la evidencia documental de valor inapreciable que ha salido a la luz recientemente.Al fin, reconforta el descubrir que el resultado general de todos estos descubrimientos y todo este estudio, es el de fortalecer la prueba de la autenticidad de las Escrituras, y nuestra convicción de que en nuestras manos tenemos efectivamente, en integridad sustancial, la Palabra de Dios.

CONCLUSIÓN

La ciencia de la crítica textual ha hecho muchos descubrimientos y avances durante el siglo pasado. En estos momentos estamos en mejores condiciones para reconocer lo que podría ser el texto «original» de la Biblia, que lo que estaban nuestros hermanos del siglo X, o XV, o XVII. ¿Porqué? Porque se han descubierto códices (de toda la Biblia, o casi toda), leccionarios y papiros (de toda una carta, o de parte) mucho más antiguos de los que se tenían hace unos siglos atrás. De este modo, hoy podemos decir, por ejemplo, que tal versículo, que hasta el momento aparecía en las mayorías de las biblias, en realidad no aparece en los manuscritos más confiables o más antiguos. O bien podemos tomar decisiones ante las variantes de los textos basados en una cantidad más grande o de más calidad de «copias» antiquísimas.En resumen, mientras que hoy nadie posee los autógrafos originales, tenemos muchos ejemplares existentes, y el trabajo de los historiadores bíblicos a través de la ciencia de la crítica textual, nos da una gran confianza en que la Biblia de hoy es un reflejo exacto de la obra original de los escritores.

REFERENCIAS:

[1] Herbert Dennett , Graphic Guide to Modern Versions of the New Testament (Guía gráfica a las versiones modernas del Nuevo Testamento), pp. 119.

[2] Sir Frederick Kenyon, Our Bible and the Ancient Manuscripts (Nuestra Biblia y los manuscritos antiguos), pág. 162.

[3] Christianity Today, 22 de junio de 1973, pág. 8.

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