Por Fernando E. Alvarado
«El matrimonio tiene mucho que ver con el misterio de la Santísima Trinidad por muchas razones. Primero, la Santísima Trinidad es el origen y el objetivo de toda la realidad. Todo comenzó con Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, un Dios, tres personas, una Trinidad infinita y eterna de amor y vida. La naturaleza misma del bien, que se expande y se comunica, hizo que quisiera crear el universo, y por esto todo se origina en esa comunidad divina. Y la Trinidad es nuestro destino, porque toda la creación y todas las criaturas están recorriendo su camino de retorno al Dios Trinitario. De igual manera, la unión de los esposos comienza en el bien y el amor, participación de Dios, y viven una vida que debe conducirlos a Él, al abrazo eterno del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, siendo el amor conyugal un destello del amor de Dios que dio inicio a la unión. La Santísima Trinidad no está ‘allí fuera’, sino profundamente dentro, en nuestro corazón. Por este motivo, esa presencia que la Iglesia llama “Gracia”, hace que la Santísima Trinidad santifique y anime la vida de unión bendecida en el matrimonio.” (Timothy Dolan)
Cuando tú y tu cónyuge se conocieron, antes de ser novios, fueron amigos. Y la amistad no muere al casarse, ¡Crece! ¿Quieres un buen matrimonio? Cultiva la amistad, cuídala y priorízala. Es por eso que en el libro más poético de la Biblia, el Cantar de los Cantares, la esposa se refiere al esposo como su amigo:
“Este es mi amado y este es mi amigo” (Cantares 5:16)

Nuestro cónyuge debe encajar en ambas categorías: él o ella no solo será tu amante, sino ante todo tu mejor amigo/a. Cuando los años pasen y las etapas en el matrimonio vayan cambiando, la amistad es la cualidad que permanecerá para siempre. No por casualidad el Señor compara su relación con nosotros con el matrimonio, porque esta relación es el reflejo más cercano de Cristo con su iglesia (Efesios 5:22-33). Pero Él también nos llamó amigos, y es así como nos ve (Juan 15:15). De modo que un matrimonio que refleja a Cristo es un testimonio de buena amistad: se compone de dos mejores amigos.
Hay quien dice que un amigo es el sol que seca nuestras lagrimas, y la brisa que refresca el calor en medio a las pruebas, porque tiene la palabra correcta, el silencio correcto, y en el momento correcto. Por eso, sin lugar a duda, un amigo fiel es una poderosa protección: quien lo halló, encontró un tesoro, y todo eso, unido al amor de esposos, con certeza, se convierte en la relación más significativa y fecundo.
Si tu deseas vivir la amistad en el matrimonio, en cultivar tu amor, comienza escuchando con paciencia a tu cónyuge, reconoce sus virtudes, interésate por sus gustos, aún cuando no sean iguales a los tuyos. Busca conocer sus planes, entender su mundo, estar unido a lo que él o ella vive en el trabajo, con la familia, con sus otros amigos; muestra interés por él o ella y mantente cerca, no solo de su cuerpo, sino principalmente de su alma, de su corazón, porque, cuanto más tenemos acceso a la esencia de una persona, más oportunidad tenemos de crecer en el amor y, consecuentemente, en la amistad.
Por sobre todo, respeta la individualidad de tu cónyuge. No debes olvidar que cada uno de nosotros es único en este mundo, y necesitamos continuar siendo nosotros, mantener nuestra propia identidad, al vivir una amistad, o incluso un gran amor. Porque, cuando nos apegamos u obsesionamos a una persona, al punto de dejar de ser quien somos o impedirle a otro que lo sea, corremos el riesgo de herirnos mutuamente, además de tener pocas oportunidades de amar de verdad, porque apego es egoísmo, y el egoísmo, no tiene nada ver con el amor.
Amar y cultivar la amistad en el matrimonio es un desafío constante; pero también es una fuente de gracia, una motivación continua, y un instrumento de santificación, ya que nos recuerda lo que somos en esencia, la morada de Dios, quien nos sana y perfecciona por medio del amor que damos y recibimos. Que tu matrimonio refleje a la Trinidad, esa es la meta. Que la unión con tu pareja ejemplifique la unión y el amor de Cristo con su iglesia. Ese es el objetivo. Disfruta las mieles del amor, pero hazlo con tu mejor amigo/a… ¡Tu cónyuge!
Si aún no disfrutas de dicha amistad ¿Qué esperas? ¡Mientras haya vida hay esperanza!