Por Fernando E. Alvarado.
El lavatorio de pies es una práctica que ha generado discusión y reflexión en el ámbito teológico y eclesial. Aunque algunos grupos cristianos lo consideran un sacramento o una práctica normativa, un análisis bíblico y teológico cuidadoso revela que no fue instituido por Jesús como un mandamiento obligatorio para la Iglesia, sino como un acto simbólico de humildad y servicio.
El relato del lavatorio de pies se encuentra en el Evangelio de Juan, capítulo 13, donde Jesús, durante la Última Cena, se levanta, se ciñe una toalla y lava los pies de sus discípulos. Este acto sorprende a los discípulos, especialmente a Pedro, quien inicialmente se resiste. Jesús explica: “Si no te lavo, no tienes parte conmigo” (Juan 13:8, Reina-Valera 1960). Sin embargo, es crucial notar que Jesús no instituye este acto como un sacramento o una práctica ritual obligatoria. Más bien, lo utiliza como una lección práctica de humildad y servicio mutuo. Como señala el teólogo Leon Morris, “el lavatorio de pies fue un acto simbólico, no un rito que debía repetirse literalmente” (Morris, 1995, p. 518). Este enfoque sugiere que el énfasis de Jesús no estaba en la acción en sí, sino en la actitud que representa.

LOS ELEMENTOS QUE DEFINEN UNA PRÁCTICA BÍBLICA COMO SACRAMENTO Y SU AUSENCIA EN EL LAVATORIO DE PIES
En la teología cristiana, un sacramento es una práctica instituida por Jesucristo que sirve como un signo visible de la gracia invisible de Dios. Tradicionalmente, las iglesias protestantes reconocen dos sacramentos: el bautismo y la Cena del Señor, mientras que otras tradiciones, como la católica y la ortodoxa, incluyen más. Para que una práctica sea considerada un sacramento, debe cumplir con ciertos elementos definitorios. En el caso del lavatorio de pies. Dichos elementos están ausentes. Estos son:
1. Institución explícita por Jesucristo
Un sacramento debe haber sido instituido directamente por Jesucristo, con un mandato claro para que la Iglesia lo practique. Por ejemplo, el bautismo fue instituido en Mateo 28:19, donde Jesús dice: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. De manera similar, la Cena del Señor fue instituida en Lucas 22:19-20, cuando Jesús ordena: “Haced esto en memoria de mí”.
A diferencia de la Cena del Señor, que Jesús instituyó con las palabras “haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19), o el bautismo en agua (que fue un mandamiento explícito) el lavatorio de pies no fue acompañado de una instrucción similar. Este silencio es significativo, ya que indica que Jesús no pretendía que esta práctica se convirtiera en un ritual obligatorio para la Iglesia. El teólogo pentecostal Stanley Horton afirma que “el lavatorio de pies no fue dado como un mandamiento, sino como un ejemplo de servicio y humildad” (Horton, 2001, p. 327). Esta interpretación se alinea con la visión pentecostal de que las prácticas eclesiales deben estar claramente fundamentadas en mandamientos bíblicos explícitos. Como señala el teólogo Wayne Grudem, “un sacramento requiere un mandato claro de Cristo, y esto falta en el lavatorio de pies” (Grudem, 1994, p. 567). Por lo tanto, este primer elemento no se cumple.
2. Significado espiritual claro y universal
Un sacramento debe tener un significado espiritual claro y universal para todos los creyentes. Por ejemplo, el bautismo simboliza la muerte y resurrección de Cristo y la unión del creyente con Él (Romanos 6:3-4), mientras que la Cena del Señor representa la comunión con Cristo y la proclamación de su muerte hasta que Él vuelva (1 Corintios 11:26).
El lavatorio de pies, aunque tiene un significado espiritual profundo, no es universal en su aplicación. Representa la humildad de Cristo, quien “no vino para ser servido, sino para servir” (Mateo 20:28). Además, simboliza la pureza espiritual que los creyentes necesitan para tener comunión con Dios. Jesús le dice a Pedro: “El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio” (Juan 13:10). Este pasaje ha sido interpretado por muchos teólogos como una referencia a la limpieza espiritual que los creyentes reciben a través de la obra de Cristo. Como explica el erudito bíblico F.F. Bruce, “el lavatorio de pies apunta a la necesidad continua de purificación en la vida del creyente, pero no debe ser confundido con un rito sacramental” (Bruce, 1983, p. 278).
Sin embargo, aunque simboliza la humildad y el servicio, el lavatorio de pies no está ligado directamente a la obra redentora de Cristo, como lo están el bautismo y la Cena del Señor. El teólogo Stanley Horton explica que “el lavatorio de pies es un ejemplo de servicio, pero no tiene el mismo significado salvífico que los sacramentos” (Horton, 2001, p. 327). Por lo tanto, este segundo elemento también está ausente.

3. Fundamentación en la tradición y prácticas apostólicas
Un sacramento es una práctica comunitaria que involucra a todos los creyentes. Por ejemplo, el bautismo es un acto público que marca la entrada a la comunidad de fe, y la Cena del Señor es una celebración compartida que fortalece la unidad del cuerpo de Cristo. En la Iglesia primitiva, el lavatorio de pies no fue adoptado como una práctica normativa. Aunque algunos grupos, como los menonitas y ciertas denominaciones pentecostales, lo han incorporado en sus liturgias, no hay evidencia de que los apóstoles lo hayan establecido como un sacramento. El historiador Justo González señala que “en los escritos del Nuevo Testamento y en los primeros siglos de la Iglesia, no hay indicios de que el lavatorio de pies fuera considerado un rito obligatorio” (González, 2005, p. 156). Esto refuerza la idea de que, aunque es una práctica valiosa, no debe ser impuesta como un requisito para todos los creyentes y que tampoco cumple con este tercer elemento.
4. Vinculación directa con la gracia salvadora
Un sacramento está directamente vinculado a la gracia salvadora de Dios. Por ejemplo, el bautismo está asociado con el perdón de los pecados y el nuevo nacimiento (Hechos 2:38), y la Cena del Señor con la comunión espiritual con Cristo y la proclamación de su sacrificio (1 Corintios 10:16).
El lavatorio de pies, aunque tiene un valor espiritual, no está directamente relacionado con la gracia salvadora. Su enfoque principal es la humildad y el servicio, no la salvación o la comunión con Cristo. El teólogo F.F. Bruce afirma que “el lavatorio de pies es un acto simbólico de servicio, pero no tiene la misma conexión con la gracia salvadora que los sacramentos” (Bruce, 1983, p. 278). Por lo tanto, este cuarto elemento tampoco se cumple.
En resumen, los elementos que definen una práctica bíblica como sacramento son: (1) institución explícita por Jesucristo, (2) significado espiritual claro y universal, (3) fundamentación en la tradición y prácticas apostólicas, y (4) vinculación directa con la gracia salvadora. En el caso del lavatorio de pies, estos elementos están ausentes. Aunque es una práctica significativa que enseña humildad y servicio, no cumple con los criterios necesarios para ser considerado un sacramento. Por lo tanto, debe ser valorado como un acto simbólico y ejemplar, pero no como una práctica normativa o sacramental en la vida de la Iglesia.

REFLEXIONES DESDE UNA PERSPECTIVA PENTECOSTAL
Más allá de su mención Juan 13, otro pasaje relevante en relación con el lavatorio de pies es 1 Timoteo 5:10, donde se menciona que las viudas deben ser “reconocidas por sus buenas obras, si han criado hijos, si han practicado la hospitalidad, si han lavado los pies de los santos” (1 Timoteo 5:10). Aquí, el lavatorio de pies se menciona como un acto de servicio y hospitalidad, pero no como un sacramento. El teólogo William Barclay explica que “este versículo refleja una costumbre cultural de hospitalidad, no un rito religioso” (Barclay, 1975, p. 123). Por lo tanto, esta referencia no tiene un carácter sacramental.
Desde una perspectiva pentecostal, el lavatorio de pies puede ser visto como una expresión de amor y servicio en la comunidad de fe. Sin embargo, la libertad en el Espíritu es un principio fundamental del pentecostalismo, y esto incluye la libertad para practicar o no ciertos actos simbólicos. Como afirma el teólogo Myer Pearlman, “el Espíritu Santo guía a la Iglesia en prácticas que edifican el cuerpo de Cristo, pero no todas las prácticas bíblicas son mandamientos universales” (Pearlman, 1937, p. 214). Por lo tanto, el lavatorio de pies puede ser una bendición para quienes lo practican, pero no debe ser impuesto como una norma para todos. Su valor radica en su simbolismo y en la actitud que representa, más que en su repetición ritual. Como creyentes pentecostales, podemos apreciar esta práctica como una expresión de amor y servicio, pero siempre recordando que nuestra fe se centra en la obra redentora de Cristo y en la guía del Espíritu Santo.

BIBLIOGRAFÍA GENERAL:
- Bruce, F.F. (1983). The Gospel of John: Introduction, Exposition, and Notes. Grand Rapids: Eerdmans.
- González, J.L. (2005). Historia del cristianismo: Tomo I. Miami: Editorial Unilit.
- Grudem, W. (1994). Teología sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica. Miami: Vida.
- Horton, S.M. (2001). Teología sistemática: Una perspectiva pentecostal. Springfield: Logion Press.
- Morris, L. (1995). The Gospel According to John. Grand Rapids: Eerdmans.
- Pearlman, M. (1937). Knowing the Doctrines of the Bible. Springfield: Gospel Publishing House.
- Reina-Valera (1960). Santa Biblia. Nashville: Editorial Caribe.