Por Fernando E. Alvarado
Israel, como nación, ocupa un lugar singular en la narrativa bíblica y en el corazón de la fe cristiana. Su derecho a existir como pueblo elegido por Dios es innegable, fundamentado en las promesas divinas establecidas en el pacto con Abraham (Génesis 12:1-3) y reafirmadas a lo largo de las Escrituras. Sin embargo, el amor cristiano por Israel debe ser bíblicamente equilibrado, apasionado por su salvación, comprometido con la justicia y consciente de la universalidad del amor de Dios hacia todas las naciones. Los cristianos están llamados a amar a Israel con el anhelo de Pablo por su redención (Romanos 10:1), a esperar su restauración en el reino mesiánico (Zacarías 12:10). De la misma forma, también estamos llamados a denunciar su pecado con el espíritu profético de Elías y Amós, sin caer en la idolatría ni ignorar el valor de toda la humanidad creada a imagen de Dios (Génesis 1:27).
Condenamos toda forma de antisemitismo. Nadie que aborrezca a Israel merece ser llamado cristiano. La existencia de Israel como nación está arraigada en el pacto eterno de Dios con Abraham, donde prometió: “Haré de ti una nación grande, y te bendeciré” (Génesis 12:2, RVR1960). Este pacto, renovado con Isaac y Jacob, establece a Israel como un pueblo distinto, elegido para ser “luz de las naciones” (Isaías 42:6). Negar su derecho a existir es contradecir la soberanía divina manifestada en la historia redentiva. Como cristianos, reconocemos que Dios ha preservado a Israel a través de exilios, dispersiones y persecuciones, cumpliendo Su palabra: “No te desampararé ni te dejaré” (Hebreos 13:5). Este derecho, sin embargo, no se fundamenta en el poder político o militar del Estado moderno de Israel, sino en la fidelidad de Dios a Sus promesas. Este derecho tampoco implica un permiso divino para Israel de pisotear o hacer daño a otras naciones.

Para nadie es un secreto que, en el período comprendido entre junio de 2024 y junio de 2025, Israel ha llevado a cabo operaciones militares en varios países y territorios, principalmente en el contexto de conflictos regionales con grupos armados y tensiones geopolíticas. Las naciones y territorios afectados incluyen Palestina (Franja de Gaza y Cisjordania), Irán, Líbano, Siria, Yemen, y posiblemente Irak. Estas acciones han generado controversia internacional, con acusaciones de violaciones al derecho internacional, crímenes de guerra y genocidio, particularmente en Gaza. Y aún así, Israel siempre logra convencer a los cristianos de ser la víctima en todos y cada uno de esos casos.
Esto resulta irónico teniendo en cuenta que medios como Al Jazeera, The Guardian y NBC News reportan un aumento en incidentes anti-cristianos desde 2023, atribuidos a extremistas judíos ultraortodoxos y nacionalistas, particularmente bajo el gobierno de Netanyahu.
Ejemplos incluyen:
- Desecración de 30 tumbas cristianas en el cementerio protestante de Monte Sión (enero 2023). Véase: https://www.aljazeera.com/features/2023/4/9/under-netanyahu-violence-against-christians-is-being-normalised
- Ataques a símbolos cristianos en iglesias como la de la Flagelación y Getsemaní (febrero-marzo 2023). Véase: https://www.theguardian.com/world/2023/apr/13/christians-are-in-danger-under-israeli-government-says-holy-land-patriarch y https://www.nbcnews.com/news/world/israel-palestinians-christians-attacks-holy-land-jewish-extremists-rcna80441
- Escupitajos, acoso verbal y físico contra clérigos en Jerusalén, descritos como “ocurrencias diarias” por algunos sacerdotes. Véase: https://www.aljazeera.com/features/2023/4/9/under-netanyahu-violence-against-christians-is-being-normalised
- Numerosos cristianos palestinos reportan discriminación similar a la de los musulmanes palestinos en áreas como empleo, acceso a servicios y movilidad. Véase: https://ffhl.org/myth-israels-favorable-treatment-palestinian-christians/
Además, el gobierno de Netanyahu, descrito como el más derechista en la historia de Israel, ha fortalecido a grupos nacionalistas que ven el proselitismo cristiano como una amenaza a la identidad judía. En enero de 2023, dos legisladores ultraortodoxos, Moshe Gafni y Yaakov Asher, propusieron un proyecto de ley para criminalizar el proselitismo cristiano, con penas de hasta un año de prisión (dos si involucraba menores). Fue solo tras críticas de evangélicos estadounidenses (aliados incondicionales de Israel) que el proyecto no avanzó.

Amar a Israel no implica cerrar los ojos ante su pecado. Los profetas de Israel, movidos por el Espíritu Santo, denunciaron con valentía la maldad de su pueblo y sus gobernantes. Amós proclamó: “Oíd esta palabra que Jehová ha hablado contra vosotros, hijos de Israel: Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo” (Amós 2:6). Isaías condenó la hipocresía religiosa: “Vuestras manos están llenas de sangre” (Isaías 1:15). Estas voces proféticas reflejan el corazón de Dios, que ama a Su pueblo pero no tolera la injusticia. Hoy, los cristianos deben amar a Israel con la misma pasión, pero sin excusar actos de opresión o violencia que contradigan los mandatos divinos de justicia y misericordia (Miqueas 6:8).
El amor por Israel no debe convertirse en idolatría ni en exclusión de otras naciones. Dios ama a toda la humanidad, creada a Su imagen: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito” (Juan 3:16). Los gentiles, como los judíos, son recipientes de Su gracia (Efesios 2:14-16). Las naciones vecinas de Israel, a menudo afectadas por conflictos, también son objeto del amor divino. Como cristianos, debemos extender compasión y oraciones a todos los pueblos, siguiendo el mandato de Cristo: “Amad a vuestros enemigos, y orad por los que os persiguen” (Mateo 5:44). Ignorar el sufrimiento de otros en nombre del amor por Israel es traicionar el evangelio.
Al igual que el apóstol Pablo, los cristianos expresamos un deseo ardiente por la salvación de Israel: “Hermanos, el deseo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es que sean salvos” (Romanos 10:1). Este anhelo es parte inseparable de la fe cristiana. La Escritura promete que un día Israel reconocerá a su Mesías: “Mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán” (Zacarías 12:10). Sin embargo, esta restauración no será obra de estrategias humanas, sino del reino mesiánico que se instaurará en el Milenio, cuando “todo Israel será salvo” (Romanos 11:26). Como cristianos, estamos llamados a orar con fervor por este cumplimiento, manteniendo una esperanza escatológica que trasciende los conflictos terrenales.
Jamás debemos olvidar que amar a Israel es un mandato bíblico, pero este amor debe ser guiado por la verdad, la justicia y la esperanza mesiánica. Los cristianos estamos llamados a interceder por la salvación de Israel, a celebrar su lugar en el plan redentor de Dios, y a esperar su restauración en el reino de Cristo. Sin embargo, este amor no nos exime de denunciar el pecado, como hicieron los profetas, ni de amar a todas las naciones con la misma compasión que Cristo mostró en la cruz. Que nuestro amor por Israel sea tan profundo como el de Pablo, tan justo como el de Amós, y tan universal como el de nuestro Salvador, quien murió por todos. “Jehová, hazme saber tus caminos; enséñame tus sendas” (Salmos 25:4), para que caminemos en verdad y amor hasta que venga el Reino.
